Lizzy Caplan
Era inimaginable que Lizzy Caplan pudiera acabar envuelta en un personaje tan complejo como el de Virginia Johnson. Y sin embargo ella es la fiesta de la velada
Despu¨¦s de la espesa decepci¨®n que signific¨® la ¨²ltima temporada de Mad Men, donde no se alcanz¨® el list¨®n anterior, es dif¨ªcil no preguntarse sobre las condiciones de expansi¨®n de las series de tele. Reconocidas por el aprecio popular con un enganche que se retrotrae a la serialidad en la literatura, cada vez es m¨¢s complejo enfrentarse a una nueva temporada sin el pavor a quedarse por debajo de las expectativas. Para lograrlo, no es raro que muchos creadores recurran a la mezcla de tiempos, indagando en la infancia de los personajes, en episodios que forjaron su car¨¢cter. As¨ª ha arrancado Boardwalk Empire, con los dos tiempos entre el Nucky Thompson crepuscular y el ni?o Nucky Thompson barriendo las aceras del reci¨¦n levantado paseo mar¨ªtimo de Atlantic City. Es un equilibrio dif¨ªcil que no ha funcionado en otras ocasiones porque levanta en im¨¢genes lo que en temporadas iniciales era un enigma, un oscuro rinc¨®n del pasado, y lo evidente es siempre mucho menos enriquecedor que lo sugerido.
La segunda temporada de Master of Sex, despu¨¦s de una primera donde se alz¨® como la serie adulta m¨¢s estimulante de la programaci¨®n, sufre de un peligro similar. En este caso las tramas secundarias tienen que dotarse de personalidad y no siempre logran el inter¨¦s. Si existe una serie que resida sobre el encanto particular de su protagonista es esta. Era inimaginable que Lizzy Caplan cuando hac¨ªa de amiga insidiosa de Lindsay Lohan en Chicas malas pudiera acabar envuelta en un personaje tan complejo como el de Virginia Johnson, la sex¨®loga que junto al doctor Masters desarroll¨® un estudio sobre estimulaci¨®n y c¨®pula a partir de 1957. Y sin embargo ella es la fiesta de la velada.
Centrada en los encuentros sexuales de ambos doctores, la segunda temporada oscila entre cap¨ªtulos de una intensidad casi teatral, donde uno de ellos transcurre ¨ªntegro entre las cuatro paredes de la habitaci¨®n de hotel, hasta los apuntes de reflexi¨®n social sobre asuntos raciales, identidad sexual e impotencia. A ratos se percibe demasiado el esfuerzo por hinchar las tramas, por llenarlo de l¨ªneas de conflicto, una artificiosidad que contrasta con la evidencia de que la personalidad de su protagonista es el mejor andamio para sostener el tambaleante edificio.
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