Las relaciones de Espa?a y Portugal a trav¨¦s del arte: de Isabel a Isabel
La fundaci¨®n Gulbenkian muestra 350 a?os de historia compartida entre Espa?a y Portugal alrededor de sus reinas e infantas
Dos mujeres, de Isabel II de Castilla a Isabel de Braganza, muy portuguesas las dos -s¨ª, tambi¨¦n nuestra cat¨®lica- son las protagonistas de La historia compartida, los tesoros de la casa reales espa?olas, una magna exposici¨®n de la Fundaci¨®n Gulbenkian de Lisboa, que pretende destacar lo mejor de esos 350 a?os de relaciones, casi siempre, por v¨ªa matrimonial.
La muestra -141 piezas de todas las artes, de la armer¨ªa a la tapicer¨ªa- se abre con el breviario elaborado para Isabel la Cat¨®lica a finales del siglo XV, quien orden¨® que las primeras p¨¢ginas fueran para apuntar la fecha de nacimiento de sus hijos. El libro de oraciones pas¨® a su hija Mar¨ªa cuando viaj¨® a Portugal para casarse con Manuel I. En 1517, cuando muri¨® la reina Mar¨ªa, el libro fue heredado por su primog¨¦nita Isabel.
La itinerancia de los objetos de los monarcas, y de su corte, es una constante hasta que Felipe II establece la sede en Madrid. A esa necesidad de llevarse consigo las muestras de poder¨ªo, obedece el tama?o de la obra, como se demuestran las minitablas de Juan de Flandes (1465-1519), con escenas religiosas al gusto de la reina, el minialtar en plata repujada o los mismos tapices que decoraban las casas reales seg¨²n la actividad (sal¨®n de juego o hacienda de caza), seg¨²n la estaci¨®n del a?o: tapices para el invierno, pinturas para el verano.
Esa variedad de tesoros decorativos, de la pintura a los tejidos, las armas o los libros, forman el conjunto de la exposici¨®n de la Gulbenkian, que se mantendr¨¢ hasta finales de enero. Las piezas han llegado desde diferentes palacios, monasterios o conventos del Patrimonio Nacional, siempre que tuvieran una relaci¨®n, m¨¢s o menos, directa, con la historia de los dos pa¨ªses.
Ninguna de las mujeres de las que habla esta exposici¨®n, fueron mujeres-objeto, muy al contrario fomentaron la cultura y el conocimiento durante sus reinados
El breviario de Isabel la Cat¨®lica sigue de aqu¨ª para all¨¢, pues cuando Carlos V se casa con Isabel, hija de Manuel I de Portugal, ¨¦sta se lo lleva a Castilla. A trav¨¦s de la descendencia directa de la emperatriz Isabel, se produjo la unificaci¨®n luso-hisp¨¢nica en una misma Corona, como recuerdan tapices y retratos de la exposici¨®n.
Si Carlos V fue el guerrero, el gobernante medieval, n¨®mada, arrastrando al corte tras de s¨ª, su hijo Felipe II (I de Portugal) encarna ya formas de gobierno propias de la Edad Moderna. Establece la capital del reino en Madrid, emprende la construcci¨®n de El Escorial e incluye en su testamento como bienes inalienables de la Corona, es decir el n¨²cleo de la colecciones reales, las armas, las tapicer¨ªas y las pinturas que muestra la Gulbenkian. Dos armaduras, una al lado de otra, ¡°hablan por s¨ª mismas de los diferentes intereses de Carlos V y de su hijo Felipe II¡±, explica uno de los comisario de la exposici¨®n, ?lvaro Soler del Campo. ¡°La armadura del emperador, mellada de referencias a v¨ªrgenes y al poder¨ªo guerrero¡±. Su montura luce el ¨¢guila imperial y dos columnas con el eslogan Plus Ultra, ¡°el m¨¢s all¨¢¡±, que cuatro siglos despu¨¦s se lo copiar¨ªa Buzz Lightyear en Toy Story.
A su lado la armadura en negro de su hijo, Felipe II. ¡°Nada que ver¡±, contin¨²a Soler del Campo, ¡°a las obligadas referencias religiosas, se le a?aden grabados con las virtudes del gobernante, Prudencia, Fuerza y Justicia, am¨¦n de dioses y diosas de la mitolog¨ªa greco-romana¡±. Cuando se convierte en rey de Portugal (Felipe I) redise?a la armadura para incluir los s¨ªmbolos del pa¨ªs.
Gracias a la colaboraci¨®n del Patrimonio Nacional m¨¢s el Museo de Arte Antiguo de Lisboa y diversas colecciones privadas y la fundaci¨®n La caixa, se muestran piezas tan variopintas como extraordinarias. Una de ellas es la talla policromada de Santa Isabel de Portugal (Manuel Pereira, 1625), tra¨ªda del Monasterio de las Descalzas. ¡°Un escultor fuera de serie, con trabajos excepcionales que se pueden contemplar en la madrile?a iglesia de San Antonio, mal llamada de los Alemanes, pues es de los portugueses¡±, explica la comisaria Pilar Del R¨ªo.
En ese af¨¢n por mostrar la est¨¦tica y el poder de los sucesivos reinados, aqu¨ª se presentan Tizianos, un Greco, y Salom¨¦ con cabeza de san Juan bautista, un Caravaggio tard¨ªo de claoroscuros deslumbrantes.
A la entrada de la sala, la cronolog¨ªa de los dos pa¨ªses muestra que cuando uno se constipa el otro tambi¨¦n, pero el Cenotafio de Carlos V y su familia (Juan Pantoja de la Cruz,1599) lo prueba: ocho cuadros del mismo tama?o, unos con las tablas de ¨¢rboles geneal¨®gicos donde se entrecruzan casas reales de uno y otro lado, si as¨ª puede decirse. El grupo se completa la familia de Carlos V y la emperatriz Isabel de Portugal, orando de rodillas, y en otro a Felipe II y familia en la misma situaci¨®n.
La sobriedad llega con los retratos de dos hijas del emperador, Juana de Austria (Alonso S¨¢nchez Coello, 1560), fundadora del Monasterio de Las Descalzas, y de su hermana Mar¨ªa (Pantoja de la Cruz, 1600), que se refugi¨® en el monasterio a morir.
Para muestra de los lazos comunes, la doble boda en la frontera el 19 de enero de 1729, cuando la princesa Mariana Vit¨®ria de Borb¨®n entr¨® en Portugal casada con el pr¨ªncipe de Brasil, luego Jos¨¦ I, mientras su hermana Maria B¨¢rbara de Braganza dejaba Portugal para casarse con Fernando VI. Pol¨ªglota, int¨¦rprete y cantante, B¨¢rbara de Braganza tuvo una influencia total para que Fernando VI promoviera la cultura en Espa?a. A su muerte, Fernando VI enloqueci¨®.
Otra de las perlas de la muestra son dos peque?os ¨®leos de Goya, La f¨¢brica de balas y La f¨¢brica de p¨®lvora, no muy conocidos ya que se encuentran en la antesala del despacho del rey en La Zarzuela. Estas obras siguen el nexo de la exposici¨®n para demostrar tambi¨¦n desventuras comunes de los dos pa¨ªses. Los dos cuadros recuerdan a unos ¡°la guerra de la independencia¡± y a otros ¡°las invasiones napole¨®nicas¡±. ?Ay, las palabras?. Fernando VII tambi¨¦n encarg¨® al pintor de Fuendetodos decorar el dormitorio de su segunda esposa, Isabel de Braganza. El resultado es Santa Isabel de Portugal atendiendo a los pobres, todo en tonos grises, muy de Goya, nada pol¨ªticamente correcto, y que, afortunadamente, nunca se coloc¨® en la cama matrimonial.
Trescientos cincuenta a?os despu¨¦s y dos pisos de la Gulbenkian, el ciclo se cierra como empez¨®, con otra mujer, otra Isabel, y como todas ellas, lo menos parecido a una mujer-objeto. Dos retratos de Isabel de Braganza, en el primero con unos planos en la mano, en el otro con un edificio en construcci¨®n al fondo. El germen del Museo del Prado, que la portuguesa impuls¨® y que legar¨ªa a la humanidad como una de las principales pinacotecas del mundo.
Babelia
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