Leer sin recompensa
La nueva novela de Garc¨ªa S¨¢nchez no es m¨¢s que un de curiosidades que remite a los m¨¢s indigestos mitos rurales
Hay que decirlo pronto: se necesita una sant¨ªsima paciencia para transitar las p¨¢ginas de La casa de mi padre, y ni as¨ª recibir¨¢ el lector alguna recompensa. El problema no es de opacidad argumental, de intrincados giros idiom¨¢ticos, de inadvertida innovaci¨®n formal o de inesperados procedimientos narrativos. Qu¨¦ m¨¢s quisi¨¦ramos. Al contrario, se trata de una novela tan decididamente convencional que s¨®lo halla su valor en la hipertrofia. Javier Garc¨ªa S¨¢nchez (Barcelona, 1955) viene muy afamado por un voluntarioso repertorio de excesos. De la remota delicadeza de La dama del viento sur (1985) o ?ltima carta de amor de Carolina von G¨¹nderrode a Bettina Brentano (1987) pas¨® pronto a la neur¨®tica El mecan¨®grafo (1989), y desde entonces sus novelas oscilan entre la gravedad tit¨¢nica y un registro descuidado, tal vez sat¨ªrico, del que s¨®lo ¨¦l tiene la clave. Con La historia m¨¢s triste (1992) se inici¨® tambi¨¦n en la parodia inconsciente, y su torrencial grafoman¨ªa no ha dejado de dar libros a la imprenta, hasta el corpulento Robespierre del a?o pasado, que se ve ahora contrastado, y rebasado, por el anecdotario r¨²stico, m¨¢s o menos c¨¢ntabro, que aqu¨ª se ofrece.
Escritor incontinente y desabrido, hay que presumir que Garc¨ªa S¨¢nchez se ha divertido mucho escribiendo esta novela. Y complacido con su verbosidad, que no encuentra dique, ha olvidado que incluso el oc¨¦ano tiene l¨ªmites, composici¨®n y forma. De la negaci¨®n de la obviedad resulta la impertinencia y de la falta de medida se deriva la vulgaridad. De ello ha hecho gala atronadoramente nuestro escritor, y no parece que quiera descabalgarse de sus propuestas. Las p¨¢ginas que el narrador (que aqu¨ª cabe, sin desdoro, confundir con el autor) llena y llena hasta el hast¨ªo, cosidas en un volumen no proyectan un sentido sino una proeza. ?Y cu¨¢l es su m¨¦rito? Pues la exhaustividad, el delirio acumulativo, el inventario. El n¨²cleo argumental, o m¨¢s bien el pretexto que pone en marcha la novela, es la amenaza de un proyecto de autov¨ªa que pasar¨¢ por la vivienda en Hiseda de Seraf¨ªn Bur¨®n, la casa que construy¨® su padre. Seraf¨ªn, "un cient¨ªfico que no ejerce y un inventor que no ha inventado nada", se opondr¨¢ al proyecto con una resistencia caricaturesca (el recurso que rige la narraci¨®n), at¨¢ndose de cadenas y colgado de un puente. Pero esta acci¨®n se desarrolla avanzada la segunda parte, despu¨¦s de m¨¢s de 300 p¨¢ginas de pintorescas divagaciones sobre los t¨®picos de la vida provinciana. Divagaciones que seguir¨¢n, tambi¨¦n all¨ª, agraviando a¨²n m¨¢s nuestra paciencia.
La provisi¨®n de puntos de fuga,
La casa de mi padre es un cent¨®n de curiosidades, pero todas ellas remiten a la m¨¢s indigesta mitolog¨ªa rural. Del cotejo de los apodos, por ejemplo, se origina un escrutinio, a manera de tratado, cuya informaci¨®n parece negar que pueda existir, por alg¨²n lado, sustancia narrativa. Lo mismo sucede con un concurso de coplas procaces que, inh¨¢bil para la s¨ªntesis, el autor endosa con tal prolijidad que induce la inevitable fatiga del lector. La novela se sostiene en la digresi¨®n exagerada, en perderse por las ramas, que se comen el tronco que las sustenta. La provisi¨®n de puntos de fuga, que apuntan a la ramploner¨ªa, no permite distinguir lo esencial de lo secundario, y al no gobernar la narraci¨®n, que merodea y se escabulle, el narrador pierde la solvencia que deber¨ªa tener. Y as¨ª no hay modo de creer que quien constantemente se extrav¨ªa en jocosas disquisiciones, al albur de su irrefrenable erudici¨®n provinciana, est¨¦ armando una novela, y no, como es el caso, mareando la perdiz, con una charlataner¨ªa que es pura desinhibici¨®n. Y esta ser¨ªa su po¨¦tica, mal que le pese al autor, que a costa de querer abarcar lo innumerable no dice nada que no hayan dicho, m¨¢s precisa y discretamente, las novelas rurales que lo han precedido. Cabr¨ªa pensar que el prop¨®sito de Garc¨ªa S¨¢nchez tal vez haya sido liquidar, por aturdimiento, una antigualla. Es posible. Quien consiga vadear esta novela no le quedar¨¢ resuello ni para mirar un paisaje.
La casa de mi padre. Javier Garc¨ªa S¨¢nchez. Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2014. 640 p¨¢ginas. 22,50 euros?
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