Luis P¨¦rez-M¨ªnguez, fot¨®grafo de la vanguardia

¡°He utilizado la fotograf¨ªa para definirme a m¨ª mismo¡±. Con esta claridad resum¨ªa Luis P¨¦rez-M¨ªnguez (Madrid, 1950), fallecido hace unos d¨ªas, el estrecho v¨ªnculo personal y profesional que estableci¨® con el medio fotogr¨¢fico a lo largo de su vida. Estas palabras, que forman parte de una conversaci¨®n mantenida en 1983 con su hermano Pablo P¨¦rez-M¨ªnguez, fot¨®grafo como ¨¦l y tambi¨¦n fallecido hace escasamente dos a?os, expresan perfectamente el lazo indisoluble que existe en su obra entre la pr¨¢ctica de la fotograf¨ªa y su propia biograf¨ªa, su memoria personal y su actitud vital. Ese nexo tiene su origen en el accidente que tuvo en el mar, cuando estaba a punto de cumplir quince a?os, a consecuencia del cual sufri¨® una grave discapacidad f¨ªsica.

Seg¨²n relata ¨¦l mismo, es en 1972, de nuevo junto al mar, cuando surgen las primeras series fotogr¨¢ficas, a partir de las cuales encara la fotograf¨ªa como un verdadero medio de transformaci¨®n de la memoria y de la experiencia.

El t¨ªtulo de una de ellas, Principio de vida, es suficientemente significativo. En esos a?os, en la primera mitad de los setenta, desarrolla una decidida actitud de experimentaci¨®n con el medio, se muestra cercano a ciertos planteamientos conceptuales, colabora con la rompedora revista Nueva Lente, entra en contacto con el mundo del arte, se convierte en compa?ero de viaje de la figuraci¨®n madrile?a de los setenta y expone en galer¨ªas tan significativas para el momento como Buades y Amad¨ªs. Ser¨¢ precisamente en Buades donde muestre Oda a mi madre, un interesante ejercicio de memoria personal y regreso al mar.

Su relaci¨®n con el mundo del arte y con los artistas se fue desplegando en el tiempo a trav¨¦s de una l¨ªnea de trabajo titulada Foto Arte Dossier (1971- 1992), cuyo contenido conforma en s¨ª mismo un inmenso archivo documental.

En este contexto destacan sus retratos de artistas, desarrollados en diferentes proyectos, donde aparece su inclinaci¨®n hacia la performance y una innata mezcla de humor, complicidad e irreverencia. Se trata de series como Estranguladitos por amor, 45 d¨ªas en torno a un modelo, C¨®mplices en armon¨ªa o El caballero de la mano en el pecho. Inevitablemente, en los a?os ochenta, su actitud vital forma parte tambi¨¦n de la inquietud y la atm¨®sfera de la movida madrile?a, en la que encajan perfectamente algunos de los proyectos mencionados.

Pero junto al fot¨®grafo que despliega humor, irreverencia y complicidad, o al que apuesta una y otra vez por la experimentaci¨®n (la serie, el collage, la fragmentaci¨®n, el di¨¢logo con la pintura), aparece tambi¨¦n el autor de acento cl¨¢sico y tono confesional, especialmente en una serie de im¨¢genes que recorren buena parte de su trayectoria y trascienden hacia lo que ¨¦l denomina ¡°la naturaleza, el cuerpo, la vida¡±.

Un lugar donde destaca su interesante y complejo acercamiento al desnudo, fuertemente ligado a la evocaci¨®n biogr¨¢fica y a la asimilaci¨®n ps¨ªquica de la memoria personal. Si en esta parte de su obra, la fotograf¨ªa aparece como un territorio privilegiado para elaboraci¨®n de los traumatismos, el conjunto de la trayectoria fotogr¨¢fica de Luis P¨¦rez-M¨ªnguez bien puede entenderse como una verdadera declaraci¨®n de existencia.