Para escribir hay que 'copiar'
El director de la RAE, Jos¨¦ Manuel Blecua, reconoce la necesidad de leer para escribir bien Un reportaje patrocinado por Samsung Galaxy Note 4
El joven aprendiz de escritor, con las ¨ªnfulas y la arrogancia propias de la edad, escribe las primeras l¨ªneas de un cuento breve: ¡°Sentado en el suelo, sudoroso y jadeante, fue recuperando el aliento y comprendiendo lo que acababa de ocurrir. Hab¨ªa matado a la anciana del piso de arriba¡±. Sus dedos teclean esta escena porque en su memoria a¨²n se mantiene fresco el recuerdo de Rask¨®lnikov, asesino de una vieja usurera en Crimen y Castigo.
A la vez, del coraz¨®n herido de una adolescente salen versos entrecortados con aires de Neruda: ¡°Hoy que te quiero de tanto quererte,/ y sin m¨¢s raz¨®n te quiero¡¡±. Resulta inevitable: se producen casos similares cada vez que alguien se anima con el proceso creativo por primera vez, y sin embargo no se puede hablar de copia, sino de inspiraci¨®n irremediable. ¡°Hay una etapa en la creaci¨®n en la que es obligatoria una actitud mim¨¦tica. La mayor¨ªa de los grandes escritores han pasado por esa fase¡±, analiza el poeta y fil¨®logo Luis Alberto de Cuenca.
El escritor empieza imitando; m¨¢s tarde se descubre a s¨ª mismo. Y en eso est¨¢n de acuerdo quienes velan por la buena salud del espa?ol, como el director de la Real Academia Espa?ola, Jos¨¦ Manuel Blecua: ¡°Un escritor se hace con la lectura¡±. ¡°El autor tiene que ser primero el eco de otros, hasta que sube un pelda?o y encuentra su propia voz¡±, refrenda De Cuenca. El caso extremo lo hallamos en el cuento de Borges Pierre Menard, autor del Quijote, en el que el protagonista ¡°no quer¨ªa componer otro Quijote ¨Clo cual es f¨¢cil¨C sino el Quijote¡±. Su objetivo no era copiarlo: ¡°Su admirable ambici¨®n era producir unas p¨¢ginas que coincidieran ¨Cpalabra por palabra y l¨ªnea por l¨ªnea¨C con las de Miguel de Cervantes¡±.
M¨¢s all¨¢ de la exageraci¨®n borgiana (aparte de su profunda reflexi¨®n sobre las diferentes lecturas que podemos hacer de un texto), basta con dedicarse unas horas a la tarea de juntar letras, incluso de la manera m¨¢s ociosa posible, sin prop¨®sito alguno de publicar o trascender, para darse cuenta enseguida de que la primera querencia del autor inexperto es ¡°ser¡± otro.
A Luis Alberto de Cuenca, por ejemplo, le ocurr¨ªa en su primera juventud. ¡°Escrib¨ªa imitando a Juan Ram¨®n, lo repet¨ªa casi al pie de la letra¡±, recuerda el autor de Su nombre era el de todas las mujeres, obra reeditada en 2013 por Renacimiento. Y resulta de lo m¨¢s natural. ¡°Es una necesidad absoluta. Desconf¨ªo del autodidacta, me escandaliza quien dice: ¡®Yo no leo libros, los escribo¡¯¡±, concluye.
Los grandes autores siempre han escrito con un diccionario encima de la mesa¡±, asegura Jos¨¦ Manuel Blecua, director de la RAE
¡°Soy hijo de mis lecturas; si hubieran sido otras, habr¨ªa sido otro escritor o no habr¨ªa sido escritor¡±, sentencia Juan Bonilla, autor de Prohibido entrar sin pantalones (Seix Barral, 2013), y Jos¨¦ Manuel Blecua se?ala otro caso bien significativo: ¡°Piense en Garc¨ªa M¨¢rquez cuando empieza a leer La Metamorfosis de Kafka. ¡®?Carajo!¡¯, se dice, y casi inmediatamente se pone a escribir su primer cuento¡±. A partir de ese instante, cuando uno se decide a crear, el proceso de la escritura se convierte en una tarea personal¨ªsima en la que entran en juego la biograf¨ªa del autor y sus influencias culturales. ¡°Un hombre con las lecturas variopintas de Cervantes luego practica las escrituras m¨¢s variopintas¡±, comenta Blecua.
Pensemos ahora, por el contrario, en un aspirante a poeta, dramaturgo o novelista que se enfrenta a un folio tan blanco y vac¨ªo como su caj¨®n de referencias literarias. Va volcando palabras al papel y lo vemos esforzarse en la tarea de inventar. Empe?ado en dar con una buena historia, indaga en su propia vida, escarba en sus recuerdos y conf¨ªa en la imaginaci¨®n, pero le falta la impagable experiencia de leer textos en buen orden y con un estilo acertado. ?Ser¨¢ capaz de convertirse en un escritor de m¨¦rito?
Hay una etapa en la creaci¨®n en la que es obligatoria una actitud mim¨¦tica¡±, sostiene el poeta Luis Alberto de Cuenca
O peor a¨²n: ?puede escribir bien alguien que, al elegir sus lecturas, se haya decantado por la mala literatura? ¡°Si el tipo que empieza a escribir es un genio, puede convertir la basura en oro, depende de ¨¦l, aunque conviene que la mina en la que busca guarde metales preciosos. Pero tambi¨¦n pienso que el talento es importante, y puede haber alguien con tanto genio en su interior que sea capaz de escapar de malos libros que ha le¨ªdo¡±, cree Luis Alberto de Cuenca, con quien comparte opini¨®n Juan Bonilla: ¡°El talento es una cosa tan extra?a que la respuesta inevitable es que s¨ª. Y al contrario: lectores de solo grandes libros pueden resultar p¨¦simos escritores¡±.
Claro que, una vez olvidada la etapa de iniciaci¨®n, un autor maduro tambi¨¦n podr¨ªa caer en el riesgo de un plagio inconsciente si se acuerda demasiado de sus lecturas. ¡°Yo no las tengo presentes¡±, dice Bonilla, ¡°pero como siempre van conmigo es como si me preguntasen si cuando escribo me olvido de mi direcci¨®n o mi DNI. En todo caso no temo un plagio inconsciente, aunque me parece un bonito t¨ªtulo para un libro de plagios¡±.
No queda m¨¢s remedio que pisar con cuidado durante la aventura de encontrar una voz con verdadera personalidad. Inclinado sobre el folio o frente a la pantalla del ordenador, el escritor busca con ah¨ªnco su particular modo de decir, y hay una f¨®rmula que parece adecuada: fiarse del perfume lejano que desprenden los maestros, aprovechar el talento propio y, por supuesto, trabajar con humildad. ¡°Los grandes autores siempre han escrito con un diccionario encima de la mesa¡±, asegura Jos¨¦ Manuel Blecua. ¡°Azor¨ªn ten¨ªa anotados todos los diccionarios de su biblioteca¡±. Escribir, en suma, se convierte en una misi¨®n que exige ¨ªmpetu y dedicaci¨®n. ¡°El esfuerzo es como cien veces superior al de leer¡±, concluye Juan Bonilla. La recompensa llegar¨¢ si el autor logra cerrar el c¨ªrculo y se convierte, con el tiempo, en inspiraci¨®n literaria para otros.
Babelia
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