Esposas
Pienso en Carmela Soprano cada vez que las esposas de tantos pol¨ªticos y empresarios enfangados proclaman haber permanecido en el limbo respecto al lujo que disfrutaban
Carmela Soprano jur¨® en el sagrado sacramento del matrimonio que estar¨ªa a perpetuidad en lo bueno y en lo malo al lado de su volc¨¢nico aunque entra?able marido Tony. Adem¨¢s de no perderse una misa, hacer caridad junto a sus amigas, intentar educar a una hija muy lista y al tarugo de su ni?o, posee una moral relajada respecto a las actividades de su marido. Bueno, a veces se encabrona con ¨¦l, no ya por su afici¨®n a las putas, sino cuando las amantes fijas llaman a casa a darle la brasa.
Pero las infidelidades se pueden perdonar con el regalo de un diamante, un abrigo de chinchilla, un reloj Patek Philippe, una mansi¨®n en la playa, un Mercedes, un fondo de inversiones, esas cositas. Y sabiamente no pregunta de d¨®nde salen tan generosas pruebas de amor. Sabe que tanto esplendor no puede venir de la recogida de residuos. Sale del crimen, la corrupci¨®n, la extorsi¨®n, el robo, las drogas, la usura, la infamia en sus infinitos registros, esas cosas que su religi¨®n condena. A cambio y de la armon¨ªa y de su espectacular tren de vida, est¨¢ dispuesta a creerse que los amigos y familiares que desaparecen no se los ha cargado su esposo y que la lluvia de d¨®lares viene del cielo. Y si alguna vez le asalta el sentido de culpa, sabe que la confesi¨®n ante un cura comprensivo te redime.
Pienso en esta se?ora de ficci¨®n cada vez que las esposas de tantos pol¨ªticos y empresarios enfangados proclaman haber permanecido en el limbo respecto al lujo que disfrutaban, las cuentas en para¨ªsos fiscales, la ancestral incomunicaci¨®n respecto a la econom¨ªa familiar que manten¨ªan con sus calumniados, imputados, juzgados o entrullados esposos. El cinismo de estos seres angelicales respecto al origen de sus fortunas imagino que puede causar rubor no ya a los sabios jueces que decidir¨¢n la culpabilidad o la inocencia de sus maridos, sino a cualquier observador que posea m¨¢s de dos neuronas de este robo generalizado que solo admite un interrogante: ?Qui¨¦n entre los pr¨®ceres no meti¨® la pezu?a?
Que tu mano derecha no sepa lo que hace la izquierda, afirma la Biblia. Este debe de ser el principio favorito de la esperp¨¦ntica Esperanza Aguirre. Ni puta idea ten¨ªa la dama sobre los negocios de sus entra?ables Granados y L¨®pez-Viejo. Ni de G¨¹rtel. Ni de los alcaldes manguis que colocaba a dedo. Bendita sea su ignorancia.
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