Schoenberg y su alargada sombra en el siglo XXI
Charles Rosen recuerda en una biograf¨ªa la pol¨¦mica que rode¨® al revolucionario compositor vien¨¦s
No es un descubrimiento reciente, resulta decirlo casi una verdad de Perogrullo: la alargada sombra de Arnold Schoenberg en el siglo XXI est¨¢ tan m¨®vil y activa como hace medio siglo; sus ideas, su sonido inapelable y distintivo, su aparente aspereza (que hay quienes achacan, como cita Alex Ross, a que ¡°sus padres no ten¨ªan ni un piano y que el dotado ni?o aprendi¨® gran parte del repertorio cl¨¢sico con una banda militar que tocaba en un caf¨¦ del Prater¡±) y las manifestaciones de un genio creativo que sigue inspirando. Los desaf¨ªos en que se debat¨ªa el intelecto de Shoenberg no se han aquietado, y esta monograf¨ªa, de Charles Rosen que lleva por t¨ªtulo su nombre en editorial Acantilado, lo explica desde los hechos m¨¢s vitales, al m¨¢s complejo desbroce musicol¨®gico. El compositor muere en 1951 pero su impronta se deja sentir hasta hoy en varias generaciones de compositores, un arco que va desde el postserialismo a la electr¨®nica fundacional, y si hoy t¨¦rminos como atonalismo y dodecafonismo ya no son extra?os se debe, entre otros, pero sobre todo, a Schoenberg
Es verdad que se sigue escuchando su m¨²sica, cada vez m¨¢s, de modo que, es m¨¢s que oportuna esta edici¨®n. Cualquier elogio es justo para este librito de apenas algo m¨¢s de 100 p¨¢ginas; una referencia obligada para enterados y entusiastas. La monograf¨ªa Schoenberg tiene un enorme poder sobre el lector, y su lectura es tan apasionante como dram¨¢tica pudo ser la vida del compositor (nacido en el distrito de Leopoldstadt (Viena) en 1874 y muerto en Los ?ngeles en 1951, una trayectoria cambiante y accidentada que le lleva a un viaje incesante, a un exilio, interior y exterior, definitivo, que marcar¨ªa su obra y su sensibilidad. La monograf¨ªa fue traducida en 1983 por Fern¨¢n D¨ªaz y tuvo una primera edici¨®n en Barcelona ese a?o hecha por Antoni Bosch, la misma que ahora recupera Acantilado.
Su prensencia se siente desde la m¨²sica electr¨®nica hasta la popular. T¨¦rminos como atonalidad y dodecafonismo ya no son extra?os por ¨¦l
La enorme y prism¨¢tica cultura de Rosen teje el complejo tapiz de una ¨¦poca y su arte, pero sobre todo, despeja las dudas que hubiera sobre la pertinencia de tomarse un tiempo en leer y en escuchar a Schoenberg, a lo que puede agregarse, buscar sus cuadros, ver sus pinturas, intentar entenderle tambi¨¦n en su nada desde?able carrera pl¨¢stica.
Charles Rosen (Nueva York 1927-2012), pianista y te¨®rico, no era s¨®lo ni un int¨¦rprete virtuoso del piano ni un estudioso al uso sino mucho m¨¢s que eso en su cicl¨®pea capacidad memorial; su vasta cultura, su inter¨¦s profundo en la filosof¨ªa del arte, la pintura o la poes¨ªa, que le redondeaban un universo intelectual id¨®neo, tan ilustrativo como rico, para tratar las ¨¦pocas que sobre las que se afan¨® en sus investigaciones. Como escribi¨® Luis Gago en su obituario ¡°Rosen nos dio lo mejor de s¨ª mismo no tanto interpretando m¨²sica como escribiendo e ilumin¨¢ndonos sobre ella¡±. En su momento, Robert Craf no escatim¨® elogios desde The New York Review of Books: ¡°Schoenberg es una de las monograf¨ªas m¨¢s brillantes que jam¨¢s se han escrito sobre un compositor, indispensable para comprender las principales ideas musicales de las tres primeras d¨¦cadas del siglo XX¡±. Y hasta eso es poco, porque Rosen va a la l¨ªnea de flotaci¨®n sensible del artista, a su dibujo interior m¨¢s filoso.
Con una redacci¨®n directa y nada alambicada, se asiste a las dubitaciones y cuitas del compositor vien¨¦s, sus constantes cambios de rumbo y de humor, de religi¨®n y de tendencia, sin que deje pasar la oportunidad de contar algunas cosas jugosas que un d¨ªa fueron un chisme y hoy son parte de la historia, como el momento de su compleja relaci¨®n con Richard Strauss en que interviene ¡°el caracter¨ªstico tacto vien¨¦s¡± de Alma Mahler. Resulta que en 1913, Strauss retira todo su apoyo a Schoenberg y escribe una carta a Alma donde dice: ¡°S¨®lo un psiquiatra puede ayudar ahora al pobre Schoenberg¡ Le vendr¨ªa mejor dedicarse a palear nieve que a garabatear papel de m¨²sica". Ella enseguida ense?¨® la carta al interesado y cuando, un a?o m¨¢s tarde le piden que escriba algo para la celebraci¨®n del cumplea?os de Strauss, el dolido Schoenberg contesta: "?l no tiene ya el m¨¢s m¨ªnimo inter¨¦s art¨ªstico para m¨ª, y estoy contento de poder decir que si alguna vez aprend¨ª algo de ¨¦l, lo entend¨ª mal". Y se?ala Rosen que finalmente Strauss, en el comit¨¦ encargado de otorgar la beca de la Fundaci¨®n Mahler dijo: "De todas formas, mejor ser¨¢ que le demos la beca¡ Nunca se sabe qu¨¦ dir¨¢ la posteridad".
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