Indecible, dijo ella
Sartre rechaz¨® unos relatos de Marguerite Duras. La recibi¨® en Les Temps Modernes, pero para decirle en un tono hura?o: ¡°No puedo publicarla. Escribe usted mal¡±. Y, por los mismos d¨ªas de 1955, Simone de Beauvoir le dec¨ªa al editor Gallimard: ¡°Expl¨ªcame a Duras, no entiendo nada¡±.
Ese a?o Duras lo dedic¨® enteramente a su relato Le Square, que en Espa?a se publicar¨ªa en 1968 y reaparece ahora con la misma formidable traducci¨®n de Carlos Barral, aunque esta vez con el t¨ªtulo de El parque. Lo edita Menoscuarto, en la misma colecci¨®n donde apareciera Murasaki, bella y singular novela de Julio Baquero Cruz en torno al Jap¨®n de la era Heian.
A Duras hab¨ªa que leerla con un m¨ªnimo de atenci¨®n para comprender que cuanto m¨¢s avanzaba hacia el centro de su laberinto verbal, m¨¢s se acercaba a lo indecible. Seg¨²n Laura Adler, en aquellos largos d¨ªas de los a?os cincuenta, Duras percib¨ªa en las palabras sonidos humanos y no s¨®lo mensajes intelectuales. Y si estaba tan obsesionada en escribir era porque cre¨ªa que pod¨ªa alcanzar, m¨¢s all¨¢ de las palabras, otra realidad indecible. A ese modo de ver la literatura lo llamaba ¡°la aproximaci¨®n de la sombra interna¡±, que era donde situaba los archivos del propio ser. Como ten¨ªa la idea de que no hay nadie que no posea esa sombra interna, le parec¨ªa muy extra?o que no todo el mundo escribiera.
En esos d¨ªas, hasta sus amigos, algunos por puros celos, desconfiaban de su talento y de su valeroso proyecto. Muchos a?os despu¨¦s, en la ¨¦poca en que escribi¨® Destruir, dijo ella, Marguerite Duras se preguntar¨ªa porque acept¨® durante tan largo tiempo tantos consejos y cr¨ªticas y tantas risas y vejaciones. En un texto in¨¦dito dice de aquel periodo: ¡°Hablo bien de m¨ª. Alguien tiene que hacerlo. Qu¨¦ impresionante, nadie entonces me cre¨ªa. Recuerdo que me dec¨ªan: est¨¢s demasiado pendiente del hecho de escribir. Ves, nosotros, no hablamos de ello¡±.
El parque es un libro ins¨®lito que oscila entre el relato breve y el cuento filos¨®fico, y es de trama aparentemente sencilla: el encuentro entre una sirvienta que desea tener futuro y un vendedor ambulante que no espera nada. Pero el tema de fondo es la lengua, la lengua cotidiana, utilizada y recreada por quienes la emplean.
Cuando el libro se public¨®, recibi¨® un abucheo cr¨ªtico espectacular. Seguro que afect¨® a Duras, porque ella era insegura, casi una ni?a para seg¨²n qu¨¦ cosas, y sent¨ªa terror cada vez que se arriesgaba con algo muy suyo y original, aunque al mismo tiempo exig¨ªa las m¨¢s inmediata aprobaci¨®n. Se dice que ning¨²n cr¨ªtico literario de Par¨ªs y alrededores se libr¨® de ser llamado a las cuatro de la madrugada para intercambiar impresiones. Con El parque, Nadeau fue implacable: ¡°Pura ch¨¢chara sin voz propia¡±. S¨®lo Blanchot lo elogi¨®: ¡°Duras, mediante la extrema delicadeza de su atenci¨®n, ha buscado y tal vez captado el momento en que los hombres se vuelven capaces de dialogar¡±. Ah¨ª Blanchot dej¨® una vez m¨¢s su marca: en busca de la fuerza oculta de la palabra, volvi¨® a darle un trato generoso a lo indecible.
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