Am¨¦rica Latina reescribe la muerte
Veinte autores emergentes trazan una radiograf¨ªa en sendos relatos sobre la forma en que la ¡®catrina¡¯ o la ¡®pelona¡¯ vive en su continente y c¨®mo es su relaci¨®n con ella
La muerte, que siempre ha estado presente en la literatura latinoamericana, se manifiesta estos d¨ªas con fuerza. All¨ª, donde sostiene un fuerte duelo con la vida al ser desvalorizada por bandas criminales y el propio Estado y sus representantes, como ha ocurrido estos d¨ªas en M¨¦xico, y antes en Colombia, y antes en Venezuela y Argentina y Chile¡ y donde muchas personas sacralizan y desacralizan la vida y la muerte con la misma ilusi¨®n de enga?ar a una y a otra, veinte de las voces literarias latinoamericanas m¨¢s prometedoras se adentran en esos predios para seguir sus huellas y ponerle su verdadero rostro, el de la vida.
Veinte relatos-testimonio escritos expresamente para la antolog¨ªa Disculpe que no me levante (Demipage). Cuentos que van y vienen, sin perder de vista de donde son sus autores porque ¡°en la historia de Chile, de M¨¦xico ahora, y de Latinoam¨¦rica en general, hemos tenido que lidiar con nuestra historia de cuerpos sin sepultura, de fantasmas perturbadores que denuncian desde su ausencia la violencia de los estados y el poder¡±, afirma la chilena Andrea Jeftanovic, autora de Hasta que se apaguen las estrellas (sobre la enfermedad de su padre y la complicidad que se establece entre ambos).
¡®Disculpe que no me levante¡¯ re¨²ne cuentos exclusivos para ese libro. Son tragedias sobre muertes s¨²bitas, ausencias presentes, enfermedades...
Cuando se habla de muerte aparece M¨¦xico. Primero por sus ra¨ªces culturales al acercarse a ella en un sentir singular recogido en cl¨¢sicos como Pedro P¨¢ramo, de Juan Rulfo. Y, segundo, porque en los ¨²ltimos d¨ªas, y a?os, el pa¨ªs vive una relaci¨®n cotidiana con un tipo de muerte en particular, explica la mexicana Laia Jufresa: ¡°Arbitrarias, violentas, masivas e impunes, que adem¨¢s muchas veces no se nombran como tal. Tenemos (y tambi¨¦n tiene Centroam¨¦rica) muchos desaparecidos (m¨¢s de 25.000) (s¨ª, veinticinco mil personas) cuyas familias no pueden con certeza, con un acta, llamar muertos. Son muertos no nombrados, gente que ya no est¨¢, y un mont¨®n de duelos que no pueden emprenderse cabalmente¡±. Una situaci¨®n que ha influido en la escritura, aunque, se lamenta Jufresa, autora de El esquinista, ¡°hay algunos libros notables y tambi¨¦n hay mucha basura que, so pretexto de retratar la realidad, coloca la violencia en un pedestal, trabaja con estereotipos y deja de ocuparse de la labor narrativa que es generar mundos propios que se sostengan independientemente de cu¨¢nto se parezcan a este¡±.
Autores que en silencio comparten las palabras de La viuda de Montiel, del relato de Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez, cuando, tras fallecer su marido, se queja: ¡°El mundo est¨¢ mal hecho¡±, al pensar que ¡°si Dios no hubiera descansado el domingo habr¨ªa tenido tiempo para terminar el mundo¡±, y no le hubieran quedado ¡°tantas cosas mal hechas. Al fin y al cabo, le quedaba toda la eternidad para descansar¡±.
Hemos lidiado con nuestra historia de cuerpos sin sepultura, Jeftanovic
Una cosa mal hecha para gracia de las artes que tienen ese entuerto como punto fuerte de inspiraci¨®n, creaci¨®n, reflexi¨®n y belleza. Muertes, entierros, duelos y pesares recogidos desde el mismo origen de la literatura, con Epopeya de Gilgamesh, y seguido con el testimonio de los grandes autores de todos los tiempos que palpitan en las historias de Disculpe que no me levante. En esta ¨²ltima antolog¨ªa, la sombra de la muerte se manifiesta de m¨²ltiples maneras, la tragedia de una enfermedad, el impacto de un adi¨®s s¨²bito, la visi¨®n del primer difunto, los fantasmas de las ausencias presentes, las pulsiones de cortar la vida, el sue?o de inmortalidad, las musara?as surgidas tras una p¨¦rdida, las emociones del sepulturero¡
Milenios que escritura que no despejan dudas. ¡°La muerte es inc¨®gnita, duda o miedo porque es quiz¨¢ la ¨²nica acci¨®n humana cuyo testimonio no compartimos¡±, recuerda Carlos Yushimito, autor de El peso inevitable de las palomas. Para el escritor peruano, ¡°m¨¢s que el acto nuevo, lloramos siempre una rotura o una discontinuidad de lo precedente, del mismo modo que, al leer, nos afecta sobre todo aquello que llega al borde de algo, lo que dec¨ªa Borges que era la experiencia est¨¦tica: la inminencia de una revelaci¨®n que no se produce¡±.
Rutas literarias que hunden sus ra¨ªces en la vida. Y que deber¨ªa ser tratado con la misma ¨®ptica o t¨¦cnica que el resto de historias, pero con cierto cuidado. ¡°Sin ceder ante los extremos del sentimentalismo, la ornamentaci¨®n o la truculencia, porque si se lo hace se corre el riesgo de hacer demasiado ruido y opacar el texto¡±, explica el mexicano-boliviano Sebasti¨¢n Antezana, autor de Si contarlo est¨¢ en tu poder. ¡°Ficcionalizar la muerte requiere de equilibrio y mucha edici¨®n¡±, agrega, ¡°es complejo por todas las implicaciones que trae la idea de muerte y su condici¨®n de punto de encuentro de pulsiones y tensiones varias, pero no m¨¢s complejo que, digamos, escribir una escena de sexo o un buen di¨¢logo¡±.
M¨¢s que el acto nuevo, lloramos una rotura de lo precedente¡±, Yushimito
Para escribir sobre cualquier tema doloroso, explica el boliviano Maximiliano Barrientos, autor de Moscas, ¡°un escritor no necesariamente tiene que haber pasado por una experiencia traum¨¢tica, pero s¨ª tiene que estar ligado a esta ya sea por el miedo o por la obsesi¨®n. A veces el miedo de perder a las personas amadas es un motor narrativo m¨¢s poderoso que el luto de la p¨¦rdida real. Hay que escribir sobre aquello que late en la cabeza, no importa qu¨¦ tipo de voz sea la que suena¡±.
A veces procede de la primera vez que el autor se topa con la catrina. En las historias de la argentina Selva Almada es un tema presente, un personaje que le resulta familiar. Toda su serie En familia (del libro ¡®Una chica de provincia¡¯) gira en torno al suicidio de su t¨ªo. ¡°Si ten¨ªa alguna aprensi¨®n para escribir sobre muertes y muertos, creo que la super¨¦ escribiendo esos cuentos¡±, confiesa la creadora de El viejo muerto.
La mezcla de recuerdos infantiles y adolescentes y las suposiciones son un buen material para los autores. Es el combinado con el cual el colombiano Andr¨¦s Felipe Solano cre¨® Baila en el bosque. Sus padres ten¨ªan una peque?a casa de campo a las afueras de Melgar, un pueblo muy caliente a dos horas de Bogot¨¢, donde hay una base a¨¦rea militar. As¨ª es que en el cuento se imagin¨® ¡°un encuentro enloquecido entre una pareja joven, que lleva saliendo muy poco, y varios soldados gringos en una discoteca de Melgar. Me interesaba cruzar esos dos mundos a ver qu¨¦ sal¨ªa¡±. Y de fondo las cenizas de su abuelo.
Esa visibilidad de la pelona tambi¨¦n es azarosa. Le ocurri¨® a la chilena Lina Meruane como lo relata en Ay. Una historia que la acompa?a desde que empez¨® a escribir y se encontr¨® con una nota muy breve en el diario sobre una familia de enterradores de un barrio marginal que se hab¨ªan negado a enterrar a su hija. ¡°La dificultad¡±, cuenta Meruane, ¡°era la de la separaci¨®n y la del duelo, pero tambi¨¦n estaba la pobreza... Recort¨¦ esa nota, la archiv¨¦ como posible material pero en sucesivos cambios de casa la perd¨ª; muchos a?os despu¨¦s, escribiendo por encargo, esa escena resurgi¨® como relato de la relaci¨®n entre una madre y su hija y los muchos modos de p¨¦rdida que ocurren entre ellas, no s¨®lo la de la vida¡±.
En ese mundo de los sepultureros tambi¨¦n entra la uruguaya Fernanda Tr¨ªas en Cuerpos Extra?os. Lo hizo porque ese otro lado de la muerte suele ser ignorado. ¡°Al pensar en la muerte pensamos en el que muere o en los que padecen la ausencia¡±, dice Tr¨ªas. Y recuerda que ¡°los sepultureros deben lidiar con lo m¨¢s prosaico, los restos materiales de la muerte, lo que nadie quiere ver, ni siquiera imaginar. Son seres fantasmas que asociamos con frialdad y desinter¨¦s. Y sin embargo all¨ª hay una persona, con vida, con hijos, con problemas. El sepulturero est¨¢ envuelto en la niebla del tab¨² y me interesaba rescatar esa voz, dejarlo hablar".
?Y si tuviera raz¨®n la viuda de Montiel?
Finados, funerales y adioses literarios inolvidables
Selecci¨®n de las primeras muertes que leyeron o las que m¨¢s les gusta a los autores de Disculpe que no me levante (Demipage).
Don Quijote de La Mancha, de Miguel de Cervantes.
Los muertos, de James Joyce.
La muerte de Ivan Illich, de Leon T¨®lstoi.
Pedro P¨¢ramo, Juan Rulfo.
Mi planta de naranja-lima, de Jos¨¦ Vasconcelos .
La luz dif¨ªcil, de Tom¨¢s Gonz¨¢lez.
Moby Dick, de Herman Melville.
La amortajada, de Mar¨ªa Luisa Bombal.
Mujercitas, de Louse Alcott.
Tierras de cristal, de Alessandro Baricco.
Sandok¨¢n, de Emilio Salgari.
Meridiano de sangre, de Cormac McCarthy.
La hojarasca, de Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez.
Muerte en Venecia, de Thomas Mann.
La dama de las camelias, de Alejandro Dumas.
Anna Karenina, de Le¨®n Tolstoi.
Cien a?os de soledad y La hojarasca, de Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez.
Mientras agonizo y El ruido y la furia, de William Faulkner.
Memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar.
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