El baile pol¨ªtico

A estas alturas, quiz¨¢ al borde de la jubilaci¨®n, seg¨²n sus propias palabras, Ken Loach ya no enga?a a nadie. Eso s¨ª, tampoco miente; si acaso, subraya. El veterano director ingl¨¦s sigue fidel¨ªsimo a sus principios ¨¦ticos y pol¨ªticos, y el espectador sabe perfectamente lo que espera de ¨¦l, conformando as¨ª una especie de contrato social-cinematogr¨¢fico donde todos saben la trinchera que ocupan. Su cine es un volc¨¢n, y Jimmy's Hall,tambi¨¦n. Para bien, y para regular: ah¨ª est¨¢n una vez m¨¢s sus virtudes y sus defectos, pero el volc¨¢n de emociones que provoca, a pesar de su sempiterno manique¨ªsmo, acaba ganando la batalla.

Como suele ocurrir, apenas hay matices en los personajes del bando de los opresores y, sin embargo, el guion de Paul Laverty intenta esta vez una serie de contrapesos que funcionan bien. Lo logra en el ¨¢mbito religioso con el personaje del joven sacerdote; en el familiar, con la mirada calmada de la madre; y en el social, en la discusi¨®n sobre los derechos de la tierra y en los adolescentes que s¨®lo buscan el aspecto l¨²dico del sal¨®n de baile de la pol¨¦mica.

No lo encuentra, en cambio, en la vertiente pol¨ªtica, quiz¨¢ porque no cab¨ªa la soluci¨®n. Pero donde verdaderamente gana la guerra de la pel¨ªcula es en las maravillosas escenas de grupo, festivas o dial¨¦cticas, en la naturalidad de su c¨¢mara, en el poder de las miradas y las reacciones, y en su bell¨ªsima fotograf¨ªa.