Anillos
La reforma migratoria de Barack Obama alcanza potencia medi¨¢tica en todo el mundo porque nos obliga a mirar a la verdad de cara
De Kierkegaard aprendimos que solo una persona desesperada aprecia la verdad de la vida. Pero fue hace 700 a?os cuando el poeta Dante Alighieri describi¨® el infierno en nueve anillos o estratos. En uno de esos anillos del infierno contempor¨¢neo estuve a principios de los a?os noventa. Era la dantesca central de extranjer¨ªa en el centro de Los ?ngeles. All¨ª se aglomeraban cada amanecer cientos de historias de desamparo, ausencia de justicia, inatenci¨®n y esperanza. Aquellos desesperados era evidente que conoc¨ªan la verdad de la vida mejor que cualquiera de nosotros al otro lado de la valla. Por eso la reforma migratoria de Obama alcanza la potencia medi¨¢tica en todo el mundo, porque nos obliga a mirar a la verdad de cara.
La frontal oposici¨®n de sus adversarios pol¨ªticos remite a la ret¨®rica contra la concesi¨®n de papeles para inmigrantes ilegales en la que fue la m¨¢s memorable victoria del gobierno de Zapatero. En ambos casos, los beneficiados directos son personas que despu¨¦s de a?os segu¨ªan exprimidos en una sociedad que les negaba la categor¨ªa de ciudadanos. Con su habitual elocuencia, Obama ha utilizado los ejemplos de una ni?a que tras a?os de ilegalidad alcanza una mejor vida y puede regalar a los Estados Unidos el fruto de su formaci¨®n de manera abierta e igualitaria. Tambi¨¦n el de una mujer que lleva m¨¢s de dos d¨¦cadas sin viajar a su pa¨ªs de origen por temor a no poder entrar de nuevo a la ciudad donde ha levantado su vida y ahora quiz¨¢ podr¨¢ reunirse con su madre antes de que ella muera. La narrativa sigue siendo la mejor f¨®rmula para visualizar el infierno cuando el esfuerzo de los opositores a la reforma se sostiene en que no miremos m¨¢s all¨¢ de nosotros mismos y seamos incapaces de poner cara y biograf¨ªa a lo que sucede al otro lado del jard¨ªn.
La pol¨ªtica, un ejercicio que est¨¢ de plena actualidad tras algunas de d¨¦cadas de adormecimiento y desprecio da?ino, vuelve a alzarse como el ¨²nico recurso para lograr mejoras en la sociedad. Ni enormes ni definitivas, pero quiz¨¢ tambi¨¦n ser¨ªa bueno que comprendi¨¦ramos sus limitaciones para exigir lo posible y lo decente frente a lo absoluto. Los desesperados, pues, nos ayudan a apreciar la verdad de la vida.
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