La abuela sin visitas de domingo
En el imaginario criminal de mi generaci¨®n, las abuelas eran lo que promet¨ªan. Las nuestras viv¨ªan en cocinas y te asesinaban con un arsenal de refranes. Las francesas y las estadounidenses, altamente sexualizadas, iban desde las que salvaban focas a las que enarbolaban sierras mec¨¢nicas en las afueras de Baltimore. Pero tambi¨¦n estaban las inglesas. Que no eran abuelas sino Damas. Se?oras que en vez de refranes ten¨ªan iron¨ªa. Se?oras decentes sin vida sexual al lado de se?ores invisibles, con la piel del mismo tono del sof¨¢. Esas abuelas solo eran de visita de domingo. Nunca te pod¨ªas fiar de ellas. A solas sab¨ªan asesinar como nadie.
Una de esas Damas, sector Literatura, fue P.D. James. Su escritura, elegante, detallista y minuciosa no la hac¨ªa perder de vista que el contrato era con alguien ¡ªel lector¡ª que, entre otras propuestas, elige tu libro. Que deb¨ªa jugar lo mejor que pod¨ªa unas reglas que funcionaba. Uno se regodeaba ley¨¦ndola porque era una autora que disfrutaba escribiendo no solo libros, sino ese tipo de libros. Esos libros de cr¨ªmenes horrendos; popular, evasiva, en cierto modo complaciente pero que ella literaturizaba. El asesino y su crimen zarandean el tablero, pero tanto la escritora como el lector necesitan volver a ordenarlo todo, creer que hay un orden, un sistema, una causa y un efecto. Que el caos es solo uno de esos d¨ªas en que los electrodom¨¦sticos dejan de funcionar todos a la vez. Pero no por eso P.D. James renunciaba a ser mordaz con el sistema brit¨¢nico (justicia, sanidad, pol¨ªtica). Era una espectadora del aqu¨ª y el ahora. El hecho de ser una autora tan popular no implic¨® que sus tramas y sus personajes no fueran complejos. Que sus protagonistas, el polic¨ªa Adam Dalgliesh y la investigadora privada Cordelia Gray, creen en la inteligencia casi tanto como en la bondad. Y en el fondo ese era el poso de la taza de t¨¦ que nos pod¨ªa servir un domingo de lluvia P.D. James. La violencia de un asesinato nos hace parecer que la civilizaci¨®n no tiene sentido. Pero las bajas pasiones no te ayudar¨¢n mucho. Lo har¨¢ la cabeza, el coraz¨®n y quiz¨¢s un libro de P.D. James.
Babelia
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