La desconocida esposa de C¨¦zanne
El Metropolitan desvela la peculiar relaci¨®n del artista con Hortense Fique
Peinada con una rigurosa raya que divide el oscuro cabello en dos partes exactas, la mirada perdida y la boca apretada. Sentada o dormitando y vestida con rigurosos trajes abotonados hasta el final de la garganta. Las toscas manos enlazadas sobre el regazo o perdidas sobre el delantal. La mujer es Hortense Fiquet C¨¦zanne (1850-1922) una de las grandes desconocidas del mundo del arte pese a ser la esposa de Paul C¨¦zanne (Aix-en-Provence 1839-1906), el gran inspirador del arte moderno y el m¨¢s cotizado en el mercado desde que en 2012 rompi¨® todos los r¨¦cords con sus Jugadores de Cartas. Nada que ver tiene la imagen de Hortense Fiquet con la de las mujeres que nos han legado los artistas impresionistas y posimpresionistas. Aqu¨ª no hay melenas al viento ni trajes vaporosos volando por las praderas. En Fiquet todo es misterio y lejan¨ªa. El Metropolitan de Nueva York la presenta en sociedad en una retrospectiva que se podr¨¢ ver hasta mediados de marzo y para la que ha conseguido reunir 26 de los 29 cuadros en los que pos¨® de modelo para su marido. Junto a las pinturas se muestran medio centenar de acuarelas, dibujos y fotolitos en los que ella jam¨¢s pierde su compostura glacial.
Comisariada por Dita Amory, la exposici¨®n se centra en las dos ¨²ltimas d¨¦cadas del siglo XIX, cuando C¨¦zanne experimentaba un estilo que le acabar¨ªa convirtiendo en el padre indiscutible del arte moderno, tal como Picasso o Matisse se?alaron en diferentes momentos.
Hasta ahora, poco se sab¨ªa de la mujer de C¨¦zanne, y desvelar su personalidad a bases de im¨¢genes es el principal objetivo de la exposici¨®n. Durante d¨¦cadas, los historiadores del arte han prestado escasa atenci¨®n a su figura. Muchas veces, la actitud de los expertos ha rayado la misoginia bromeando con su escaso atractivo femenino, su gordura y en suma, su escaso atractivo f¨ªsico. Parece que el propio artista incub¨® ese desprecio refiri¨¦ndose a ella en t¨¦rminos poco cari?osos. John Rewald, uno de los m¨¢s conocidos expertos en el artista, escribi¨® en su biograf¨ªa sobre C¨¦zanne que Hortense influy¨® muy poco en su marido y que a ella, el arte no le interesaba en absoluto.
Pero, ?qu¨¦ se sabe de la personalidad de la se?ora C¨¦zanne?. Muy poco. La documentaci¨®n es escasa, porque ella misma as¨ª lo quiso. No ten¨ªa un diario, parece que no era dada a escribir cartas y, adem¨¢s, a cada uno de los muchos enfados que ten¨ªa con su marido, se relajaba lanzando papeles a la chimenea.
En el recorrido por la exposici¨®n poco trasciende del interior de la mujer por m¨¢s que se le mire a los ojos o a las manos, dos fuentes inagotables de informaci¨®n en el retrato convencional. Pero C¨¦zanne no la utilizaba como modelo para ofrecer al mundo la historia de su esposa. El artista estaba inmerso en la b¨²squeda de las composiciones geom¨¦tricas, de manera que lo que ella le inspiraba eran conos, cilindros y esferas. La nariz irregular, la abultada frente o el escaso pecho oculto por lazos y botones serv¨ªan para crear los cimientos del protocubismo.
C¨¦zanne pint¨® estos retratos durante dos d¨¦cadas, un tiempo que sirve para apreciar el paso del tiempo sobre la modelo. Siempre posa sentada, ausente y melanc¨®lica. El aspecto es el de una gobernanta con poca paciencia y siempre asexuada. Un ejemplo perfecto es la serie de cuatro retratos conocidos como Madame C¨¦zanne en rojo, punto estelar de la exposici¨®n y reunidos por primera vez en una muestra.
Las cartelas que acompa?an cada grupo de composiciones cuentan que la pareja se hab¨ªa conocido en Par¨ªs, en 1869, cuando ella ten¨ªa 19 a?os y se buscaba la vida posando para diferentes artistas. C¨¦zanne le llevaba 11 a?os y era hijo de una familia de banqueros. Pero no s¨®lo les separaba la edad y la clase social. ?l era un tipo taciturno y reservado al que se le complicaba cualquier relaci¨®n por un extra?o rechazo al contacto f¨ªsico. Cuando se encuentran, ¨¦l ya es conocido entre los medios art¨ªsticos, donde lleva casi una d¨¦cada entregado a una pintura oscura protagonizada por historias truculentas como asesinatos, violaciones, org¨ªas y pesadillas de todo tipo.
Desde un primer momento, la familia C¨¦zanne, especialmente el padre, se opuso frontalmente a la relaci¨®n de la pareja. La poco atractiva y humilde Hortense no era digna de su hijo. Pero como ellos no estaban sobrados de medios, y para mantener la asignaci¨®n familiar que les permit¨ªa vivir, el pintor ocult¨® la relaci¨®n a sus padres durante 17 a?os, un secreto que no se rompi¨® ni siquiera con el nacimiento de su ¨²nico hijo, Paul. Decidieron sacar su amor de la clandestinidad s¨®lo cuando muri¨® el padre banquero. Pero ya hab¨ªa pasado mucho tiempo, y si desde el comienzo nadie del entorno apreciaba la menor pasi¨®n entre la pareja, ¨¦sta no renaci¨® con el matrimonio. Al contrario, las crisis fueron constantes, de manera que ella viv¨ªa habitualmente en Par¨ªs y ¨¦l en el campo, en Aix-en-Provence.
Dita Amory, mantiene en su discurso expositivo que el paso del tiempo ha sido m¨¢s generoso con Hortense C¨¦zanne de lo que debi¨® de ser su vida. La imagen antip¨¢tica que ha trascendido ha sido elaborada de quienes adoraban al artista. No queda ning¨²n resto de su correspondencia y el gesto que ella luce en los cuadros no incita a la menor comprensi¨®n del personaje.
C¨¦zanne muri¨® en 1906, con 67 a?os, a consecuencia de una neumon¨ªa. Fue enterrado junto a la tumba de sus padres en Aix-en-Provence. Cuando se abri¨® el testamento, se destap¨® la ¨²ltima venganza conyugal del artista. Hab¨ªa desheredado a su esposa. El hijo de ambos, Paul, se ocup¨® de que a su madre nada le faltara hasta su muerte, en 1922. Fue enterrada en Par¨ªs, en el cementerio P¨¨re Lachaise.
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