La Lolita de Errol

"?Errol Flynn con mi hija? ?Pero si Errol Flynn es un pene andante!", clama en un momento de La ¨²ltima aventura de Robin Hood el padre de la cr¨ªa protagonista. A pesar de la utilizaci¨®n del muy pol¨ªticamente correcto "pene" en lugar de alg¨²n t¨¦rmino quiz¨¢ m¨¢s adecuado para el momento, estamos casi ante la ¨²nica concesi¨®n de una pel¨ªcula meliflua que, en cambio, pretende ilustrar lo que se vislumbra como tremebunda historia de tintes sexuales, alcoh¨®licos y familiares alrededor del ¨²ltimo amor de la estrella del Hollywood cl¨¢sico, casi tan famoso en el exterior del mundillo por sus papeles de aventurero como en el interior del mundillo por tocar el piano con su miembro durante las orgi¨¢sticas fiestas nocturnas.

En La ¨²ltima aventura de Robin Hood se citan una estrella en decadencia de apenas 50 a?os que, sin embargo, sobreviv¨ªa en el cuerpo machacado de un hombre mucho mayor (que Kevin Kline sea 17 a?os mayor de lo que era Flynn lo convierte en el int¨¦rprete perfecto para su aspecto); una ambiciosa aspirante a actriz, bailarina y cantante de apenas 15 a?os, fe¨²cha y sin talento, dispuesta para la ayuda aunque, seg¨²n la versi¨®n, tambi¨¦n enamorada del actor; y una madre ex bailarina a la que tuvieron que cortar una pierna, que ve en su hija las posibilidades que siempre quiso para s¨ª misma en el mundo del espect¨¢culo. Pero Richard Glatzer y Wash Westmoreland, guionistas y directores del evento, fracasan en la traslaci¨®n de una historia de pinta apasionante, por su empe?o en que los tres personajes caigan bien cuando sus actitudes no pueden ser m¨¢s equ¨ªvocas. Formalmente, la pel¨ªcula no va m¨¢s all¨¢ de un convencional telefilme, con alguna escena directamente paup¨¦rrima, como el rodaje en ?frica de la pel¨ªcula de John Huston Las ra¨ªces del cielo. En el plano narrativo se equivocan con la voz en off relatora de la madre: primero, por innecesaria, pues solo es redundante, y segundo, por el punto de vista, simplemente imposible, pues ella no estaba en los momentos clave y su visi¨®n no nos importa.

As¨ª que hay que conformarse con los matices cin¨¦filos de la historia, que los tiene, aunque pocos. Por ejemplo, ese intento de mediaci¨®n de Flynn con Stanley Kubrick para que su disc¨ªpula y amante menor de edad consiguiera el papel protagonista de Lolita.