Control remoto
¡°?Podr¨ªa besarte en el cuello, a la izquierda, dos dedos por debajo de la oreja y s¨®lo unos pocos segundos?¡± Proposiciones as¨ª formaban parte del prontuario en una universidad de Ohio en los a?os noventa para evitar que la operaci¨®n amorosa encubriera un acoso. Era el tiempo de lo pol¨ªticamente correcto en el lenguaje y en los gestos, en los dichos comunes y en la intersexualidad. No pedir permiso expl¨ªcito para manifestarse sensualmente en estos casos era considerado una impertinencia o una inmoralidad. La magia, la espontaneidad o la audacia del cortejo se sustitu¨ªan por un operativo ritual. A cambio de perder espontaneidad se ganaba en ¡°respetabilidad¡±. Contra el acoso y sus met¨¢foras el consentimiento firme y racional del otro. Contra los contactos imprevisibles, la condena de la improvisaci¨®n.
Este grotesco modelo es hoy, sin embargo, a gran escala, el mundo del la eficacia mayor. Frente al ejercicio directo de los sentidos el triunfo del control remoto. Desde un dron a una distante operaci¨®n de h¨ªgado, desde un aterrizaje de la aeronave a un asesinato mediante el m¨®vil, la tecnolog¨ªa ha avanzado proporcionando efectos sensibles, sin mediaci¨®n de la mano y de su mazo, del tacto y de su esforzada acci¨®n.
Hace m¨¢s de medio siglo que vivimos el fant¨¢stico quehacer de las puertas que se abr¨ªan mediante invisibles c¨¦lulas fotoel¨¦ctricas y no accionando ninguna manivela habitual. La mano no se mov¨ªa pero las puertas s¨ª. El cuerpo enviaba se?ales sin meditaci¨®n, bastaba su bulto para producir resultados completos. La cultura humana cosida al ejercicio directo de los sentidos ha dejado pues de constituir un lugar com¨²n. ipal. El paradigma no ser¨¢ ni el libro que se toma entre las manos ni el arma que pesa y hiere registrando la densidad de la v¨ªctima.Las cortinas de la relaci¨®n interpersonal ha sido reemplazada por la? transparencia electr¨®nica y la relaci¨®n entre la m¨¢quina y su maquinista queda sublimada en la ecuaci¨®n de querer y poder sin lapso. La mera intervenci¨®n (?te¨®rica?) del pensamiento mueve a los robots y la intenci¨®n mental de un resultado lo realiza.
Los sentidos en sentido estricto han quedado obsoletos en cuanto su conocido aporte funcional. Se trata de sentidos que se traducen en artefactos y de artefactos que obedecen como si un Dios actuara confiri¨¦ndoles el don de la creaci¨®n. ?Todos dioses? ?Todos magos?
El control remoto evoca un alarde que hace patente, como nunca, el poder del ser humano sobre el mundo o que, simult¨¢neamente, hace al mundo un propenso objeto de dominaci¨®n. Con un dron se puede llegar tan lejos en la destrucci¨®n como en la m¨¢xima observaci¨®n. Y el ser humano delega en esa tecnolog¨ªa, aparentemente ciega, la construcci¨®n o demolici¨®n de casi todo. Se evade as¨ª del oneroso trabajo de hacer y deshacer con sus manos, sus ojos o su c¨¢lculo intelectual. El dron es un dios de segundo orden pero presente ya en la escala de los dioses que realizan prodigios desde el m¨¢s all¨¢, tal como se describen los milagros de los santos y de la Sant¨ªsima Trinidad.
El dron nos representa no ya como superdotados, sino como superhombres, y una nueva especie de l¨ªmbicos seres humanos se halla enlazada a esta invenci¨®n. Una nueva invenci¨®n que arrambla la materia inmediata y la reemplaza por un compuesto de esp¨ªritu duro capaz de lograr con un soplo lo que ni la mano, el ojo o el o¨ªdo fueron capaces de conquistar.
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