Imitadores y originales
No o¨ªmos alguna vez que ¡°todo est¨¢ escrito¡±? A m¨ª, desde tiempo inmemorial, han tratado de convencerme de esto. ¡°La imposibilidad de ser original¡±, repet¨ªa el primero que intent¨® desenga?arme; me acuerdo muy bien de ¨¦l: un tipejo que carec¨ªa de talento literario y ajustaba cuentas con todo el mundo que escrib¨ªa en lugar de ajustarlas consigo mismo, lo que tanto le habr¨ªa convenido. Cansaba tanto que un d¨ªa hall¨¦ un fragmento de Macedonio Fern¨¢ndez y se lo le¨ª y pude ver que le causaba los mismos problemas que una estaca a un vampiro: ¡°Todo se ha escrito, todo se ha dicho, todo se ha hecho, oy¨® Dios que le dec¨ªan y a¨²n no hab¨ªa creado el mundo, todav¨ªa no hab¨ªa nada. Tambi¨¦n eso ya me lo hab¨ªan dicho, repuso. Y comenz¨®¡±.
Sali¨® por piernas, y su fuga fue liberadora, porque me permiti¨® adentrarme en el estudio de la originalidad. Quiz¨¢ por eso me atraen las reflexiones de Adam Thirlwell en su ensayo La novela m¨²ltiple (traducci¨®n de Aleix Montoto, Anagrama). Me gusta c¨®mo organiza sus comentarios sobre la originalidad a partir de un Kundera impresionado por el hecho de que un libro como Tristram Shandy, de Laurence Sterne, siga siendo excepcional en la historia de la novela: ¡°Nadie lo sigui¨®. Nadie salvo Diderot¡±.
Basada en la extra?a relaci¨®n entre Sterne y Diderot, Kundera desarroll¨® su teor¨ªa de la originalidad: Diderot fue receptivo en Jacques el fatalista a la invitaci¨®n sterneiana a recorrer nuevos caminos, y, por mucho que pueda parecer lo contrario, fue un escritor inmensamente original. Al hilo de esta certeza, el joven Thirlwell observa que la historia del arte de la novela est¨¢ basada en una paradoja: una obra nueva s¨®lo tiene sentido si forma parte de una tradici¨®n, pero s¨®lo tiene valor en esa tradici¨®n si ¡ªcomo ocurre con Diderot con respecto a Sterne¡ª ofrece algo nuevo. Esto vendr¨ªa a decirnos que toda forma art¨ªstica supone una confrontaci¨®n directa con esta cuesti¨®n: ?qu¨¦ diferencia hay entre repetici¨®n y variaci¨®n? ?A partir de qu¨¦ momento una imitaci¨®n es original?
Dentro de la l¨ªnea sin duda m¨¢s feliz de la literatura universal, Sterne aport¨® algo nuevo al mundo de Cervantes y Diderot a su vez lo aport¨® al de Sterne, al que imit¨®, pero uno dir¨ªa que para parodiarle; emple¨® para ello la ambig¨¹edad del propio Sterne y lo hizo, claro est¨¢, de forma ambigua, lo que precisamente imposibilita saber si le imitaba o se re¨ªa. Y es que un ambiguo homenaje a la ambig¨¹edad recorre esa tambi¨¦n excepcional novela que es Jacques el fatalista.
Frente a las acusaciones de copia o de imitaci¨®n insulsa, Diderot debi¨® de experimentar un orgullo secreto, porque, en un mundo como el literario tan lleno de imitadores, ¨¦l se sab¨ªa original. Porque no hay duda de que, inscrito en la franja m¨¢s feliz de la historia de la novela, contribuy¨® a extender el lado m¨¢s genial de ¨¦sta; un lado para el que Sterne y Diderot abrieron caminos de grandes posibilidades, que asombra ver que tan pocos han seguido. Pero las posibilidades est¨¢n ah¨ª. Y luego a¨²n hay quien dice que el g¨¦nero est¨¢ agotado.
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