Personajes en rebeld¨ªa
Nadie se gusta retratado en el espejo de un novelista cuando este aspira a ser honesto con la verdad de la biograf¨ªa y de la historia. Es lo que hace Javier Cercas en su ¨²ltima novela 'El impostor' y en otras anteriores.
Cre¨ªamos que el debate hab¨ªa terminado pero s¨®lo estaba dormido. Pasado traum¨¢tico y presente se llevan mal por definici¨®n, y en nuestro caso tambi¨¦n. Existe una Ley de Memoria Hist¨®rica que administra esas relaciones con sensatez y, quiz¨¢, demasiada prudencia, aunque es verdad que fue despojada del menor poder real por parte de los gobiernos del PP. El pasado ha colonizado buena parte de la ficci¨®n contempor¨¢nea entre nosotros, en un nosotros muy amplio, que involucra a Javier Mar¨ªas y a Mu?oz Molina pero tambi¨¦n a Ignacio Mart¨ªnez de Pis¨®n, Rafael Chirbes y Almudena Grandes, a Andr¨¦s Trapiello, a Luis Garc¨ªa Montero y a Javier P¨¦rez And¨²jar, a Juan Gabriel V¨¢squez, a Jordi Soler y a Patricio Pron, por dar una lista nada m¨¢s que rapid¨ªsima.
Tambi¨¦n a Javier Cercas, claro. Hace m¨¢s de diez a?os que ha evidenciado el poder de tocar con sus novelas debates ¨ªntimos y sensibles de nuestra sociedad democr¨¢tica, los que est¨¢n sin verse, los que parecen cerrados y est¨¢n abiertos, o a la espera de la mecha que haga estallar su carga explosiva de forma sutil y delicada: en la lectura ¨ªntima de cada cual, en la lectura verdadera. Con su tratamiento de Enric Marco en El impostor no ha sucedido algo distinto de lo que sucedi¨® con dos novelas anteriores como Soldados de Salamina o como Anatom¨ªa de un instante. De hecho, ha sucedido lo mismo pero con otros asuntos. Cercas hace muchos a?os que no es un escritor normal. No lo es porque la normalidad no existe pero, adem¨¢s, por una raz¨®n singular: su literatura o es experimental y rara o no es literatura.
El pasado ha colonizado buena parte de la ficci¨®n contempor¨¢nea
Sin embargo, le asiste una virtud afortunada: la inmensa mayor parte de lectores normales no tiene ning¨²n problema para entender las novelas anormales de Cercas mientras que demasiados lectores profesionales, o expertos, o hispanistas e investigadores, tienen serias dificultades y hasta agudas contrariedades para entender lo que la mayor¨ªa de lectores espa?oles y europeos entiende sin dificultad. S¨®lo un lector muy atosigado puede creer que Soldados de Salamina reivindica a los falangistas o los equipara con los republicanos. Esa novela es una apolog¨ªa eleg¨ªaca primero y exultante despu¨¦s de los derrotados y, en particular, de la derrota de un comunista, y no una llamada a ecuanimidad anal¨ªtica alguna ni reclamaci¨®n de ninguna Tercera Espa?a ni equipara tampoco en ning¨²n caso las responsabilidades pol¨ªticas e ideol¨®gicas de unos y de otros.
Ning¨²n lector normal ha le¨ªdo eso ni en sue?os, mientras se emocionaba con el propio narrador al final del libro saltando sobre la tumba del soldado y sinti¨¦ndose heredero feliz y efusivo del instinto de la virtud que encarn¨® el miliciano: se llama gratitud. Anatom¨ªa de un instante no es tampoco la celebraci¨®n conformista de la transici¨®n como operaci¨®n de ¨¦lites sino un mecanismo implacable de desmontaje de calenturas paranoicas y bulos solemnes: un intento de comprender en su naturaleza hist¨®rica y moral el significado de un per¨ªodo plagado de traidores leg¨ªtimos y coyunturas incontrolables. Por fin, El impostor no es tanto el desenmascaramiento de un embustero superdotado como la radiograf¨ªa de una propensi¨®n humana que en Espa?a vivi¨® un momento dorado sobre todo en la transici¨®n. Aludo a la tentaci¨®n de reescribir ficticiamente nuestro pasado para ajustarlo a las conveniencias del presente y sobre todo del futuro de dignidad ejemplar que nos dese¨¢bamos todos. Desde aquellos a?os desaparecieron los franquistas y los colaboradores del franquismo, Espa?a entera hab¨ªa sido roja, resistente, sometida y esclavizada al mal franquista sin que hubiese modo de averiguar qui¨¦n respaldaba al franquismo o qui¨¦n dictaba las leyes de represi¨®n, qui¨¦n las ejecutaba ni qui¨¦n las legitimaba intelectual y pol¨ªticamente.
Cercas evidencia el poder de tocar con sus novelas debates ¨ªntimos y sensibles
Nadie se gusta retratado en el espejo de un novelista cuando el novelista aspira a ser honesto con la verdad de la biograf¨ªa y de la historia de cada cual; nadie se acaba de sentir reconfortado por una versi¨®n que difiera de la suya y ofrezca la pluralidad de enfoques que complica o enturbia la bondad de las acciones y la inmaculada candidez de las intenciones. El ¨²ltimo rebelde a la verdad hist¨®rica y biogr¨¢fica es Enric Marco porque no se siente tratado con justicia en el libro de Cercas. Es natural: la memoria personal y sus razones sentimentales no son instrumentos fiables para el conocimiento hist¨®rico del pasado, para descubrirlo como un desplegable con todas las dobleces abiertas. Si Marco se hubiese gustado en el libro de Cercas, si nosotros nos gust¨¢semos en el libro de Cercas, no ser¨ªa un libro de Cercas ni ser¨ªa la gran novela que es.
El secreto est¨¢ en que s¨ª lo es. Es de Cercas y adem¨¢s es una gran novela. Pero es rara como lo son algunas buenas novelas: trata con la inteligencia del novelista los hechos del pasado, probados y averiguados con la obsesividad del sabueso hist¨®rico. Precisamente por eso repudia el chantaje sentimental que demasiadas veces anida en las buenas intenciones del movimiento de la memoria hist¨®rica. La novela aspira a que el pasado no sea esclavo de los autoenga?os confortables del presente: surge de la necesidad terap¨¦utica de contar la verdad con la novela. No combate la memoria hist¨®rica; combate la industria de la memoria y la deformaci¨®n interesada o ingenua del pasado; no reniega de conocerlo para restituir la dignidad y el honor de las v¨ªctimas sino lo contrario: restituye a las v¨ªctimas devolvi¨¦ndoles la verdad a veces ofuscada o disfrazada por intereses espurios (porque son los nuestros, calcados a los nuestros, pero sin la desmesura mitol¨®gica que alcanza Enric Marco).
No es un impugnador del movimiento de la memoria hist¨®rica sino de sus abusos a veces sonrojantes, y tambi¨¦n de sus carencias. Ser¨ªa fant¨¢stico que se encontrasen hoy en la misma orilla tanto Enric Marco ¡ªcomprensivamente ofendido por ver desvelados sus secretos y ficciones magistrales¡ª como los custodios de una memoria hist¨®rica para consumo industrial. Este libro carga contra la fabulaci¨®n y amputaci¨®n del pasado porque es un fundamento d¨¦bil e indigno de una democracia plena: lo practique Enric Marco, lo practique el uso selectivo de la memoria hist¨®rica o lo practiquen los desconcertados h¨¦roes de la transici¨®n descubri¨¦ndose con m¨¢s impostura de la aceptable.
Jordi Gr¨¤cia es profesor y ensayista.
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