Philippe Jaroussky: ¡°Ahora busco la espiritualidad¡±
El cantante repasa su carrera antes de ofrecer dos recitales en Madrid Iba para bar¨ªtono, pero como contratenor encontr¨® una m¨ªstica sin dios
La afici¨®n de Philippe Jarousky?por las criaturas de cualquier especie no tiene l¨ªmites. Hace dos meses, el contratenor del momento se encerr¨® con Yulka, la beluga m¨¢s a tono del Oceanogr¨¤fic de Valencia, para cantar a d¨²o. Busc¨® y rebusc¨® sonidos ignotos en una iniciativa que ten¨ªa su veta cient¨ªfica, su dosis de atracci¨®n inclasificable para amplios p¨²blicos y su punto de experimento alejado de lo convencional tanto para la biolog¨ªa marina como para el arte de la ¨®pera. Sin embargo, Jaroussky sac¨® una conclusi¨®n contundente que un¨ªa ambas especies: "El placer que tanto a ella como a m¨ª nos produce el hecho de emitir un sonido".
Todo se basa en eso: el esfuerzo, la determinaci¨®n, el sacrificio de a?os de estudio, le traen a cuenta. Y el gozo de escucharle ser¨¢ lo que invada al p¨²blico de Madrid en un intervalo de cuatro meses. Cuando este fen¨®meno franc¨¦s del canto, con 36 a?os cumplidos, artista tan riguroso como comunicativo, ofrezca sus dos recitales en la capital. El primero, en el Teatro Real de Madrid, donde debut¨® en 1997 con 20 a?os, en una sesi¨®n el d¨ªa 10, dedicada a la sacralidad de Vivaldi y a otros compositores. Despu¨¦s, dentro del ciclo Lied que tendr¨¢ lugar en el teatro de la Zarzuela el 23 de marzo.
No le importa juntar fechas en Espa?a. Un pa¨ªs, que seg¨²n Jaroussky, respeta el arte del contratenor. "En Italia no ocurre lo mismo, por ejemplo. Prefieren el repertorio rom¨¢ntico. Quiz¨¢ tengan una relaci¨®n m¨¢s traum¨¢tica con un tono de voz que les retrotrae a la era de los castrati", afirma. "Aunque es en el barroco donde encontramos una conexi¨®n m¨¢s fuerte con la ambig¨¹edad y la posmodernidad de nuestra propia ¨¦poca".
De hecho, los m¨²sicos especializados en esta cuerda son quienes, en gran parte, se ocupan de los papeles que en su d¨ªa se escrib¨ªan para los antiguos "capones". Curiosa, sangrienta, triste historia la del g¨¦nero que alumbr¨® el divismo en la ¨®pera. Pese a que ya contaba con una herencia medieval muy arraigada en Espa?a, donde los coros de las iglesias y los conventos necesitaban de dicho sacrificio para ofrec¨¦rselo a Dios y, de paso, resolv¨ªa muchos futuros inciertos de hambre y penalidades ante los que merec¨ªa la pena el riesgo de perder los atributos o incluso la vida en el intento.
Pero la moda se dispar¨® en los siglos XVII y XVIII, ante todo en N¨¢poles, con escuelas especializadas, mentores como Nicolo Porpora y un p¨²blico que sab¨ªa apreciar su caldo de sacrificio. La ambici¨®n de convertirse en estrellas del canto dej¨® en el camino, con operaciones sin ninguna garant¨ªa de ¨¦xito, la vida de miles y miles de ni?os que quedaban desangrados en la oscura sala de cualquier barber¨ªa donde se les castraba por una m¨®dica cantidad.
Despu¨¦s, con ¨¦xito, s¨®lo algunos triunfaban. Los dem¨¢s quedaban como oscuros integrantes de un coro, cuando no como monstruos de feria o amantes secretos que no dejaban rastro ni obten¨ªan especial placer por los servicios prestados. Pero quienes tocaban el olimpo, pasaban a la historia: caso de Farinelli, a quien Jaroussky ya dedic¨® un disco; de Senesino, el protegido de Haendel, o de insoportables criaturas a las que se consent¨ªa todo, como Caffarelli y dem¨¢s seres atrofiados por el ¨¦xito y el clamor de sus p¨²blicos. "Quien m¨¢s me interes¨® de todos al principio fue Carestini, el otro divo de referencia para Haendel", afirma Jaroussky. A ¨¦l, precisamente, dedic¨® su primer disco sobre dicho campo.
Aunque la fascinaci¨®n por Farinelli no tard¨® en llegar: "Su repertorio es a lo m¨¢ximo que puedo aspirar t¨¦cnicamente", comenta Jaroussky. Pero tambi¨¦n se revela ante la exigencia de los p¨²blicos con los contratenores a la hora de demandarles demasiadas incursiones en el mundo de los castrati.?"A trav¨¦s de ellos puedo ver las limitaciones que nos afectan. Las partituras, sobre todo en el caso de Farinelli hablan claro. Pod¨ªa abarcar arias de soprano y contratenor y sus ornamentaciones son inalcanzables. Estoy en una etapa en la que busco obras m¨¢s basadas en la espiritualidad, no tenemos por qu¨¦ dedicarnos toda la vida a ese otro mundo".
Es en el barroco donde encontramos una conexi¨®n m¨¢s fuerte con la ambiguedad y posmodernidad de hoy
Por eso se ha esmerado en rescatar la parte m¨¢s m¨ªstica de Vivaldi, otro compositor carnal, terreno, irredento, efusivo, que tuvo sus par¨¦ntesis devotos. Como los que dedic¨® a las piezas que componen su disco Piet¨¢, editado por Erato, con el Stabat Mater del m¨²sico o el Salve Regina y su Gloria, entre otras piezas, que sirve a Jaroussky para adentrarse en la introspecci¨®n, en la suspensi¨®n del tiempo que brota dentro de esta m¨²sica sublime en su voz y que debemos al Vivaldi m¨¢s piadoso.
"Es el mismo talento que se convirti¨® en rey de la ¨®pera en Venecia, ese fen¨®meno con una sensibilidad especial para captar cualquier o¨ªdo y muchas m¨¢s cualidades que maestros napolitanos como Porpora, para elevar la m¨²sica a la universalidad", comenta.
Cuesti¨®n de elecci¨®n. Como su propia tesitura. Puede que el hecho de haber elegido a qu¨¦ quer¨ªa dedicarse desde muy joven, le haya convertido en un artista de ideas claras. "Los contratenores elegimos. Al ser un tono que no aparece naturalmente en nosotros ¡ªyo tengo voz de bar¨ªtono¡ª, creo que nos dispone psicol¨®gicamente y nos da una ventaja. Es una decisi¨®n libre, consciente. En mi caso ten¨ªa que ver con c¨®mo decid¨ª enfocar mi vocaci¨®n. Mi don para el canto lo ve¨ªa de forma m¨¢s consecuente con lo que yo quer¨ªa explorar y ofrecer dentro de la cuerda del contratenor que la natural en m¨ª del bar¨ªtono. As¨ª me sent¨ªa mucho m¨¢s desnudo, preso de una experiencia casi m¨ªstica, pese a que no soy creyente".
No se arrepiente. Admite incluso que desagrade a algunos: "Tienen todo el derecho, no a todos les puede gustar, es normal", asegura. Pero su espontaneidad, su clara, delicada, su muy especial capacidad de comunicaci¨®n, le convierte en un cantante ¨²nico en su campo. Con mucho m¨¦rito, porque el principio del siglo XXI se revela una suerte de ¨¦poca dorada para los contratenores, con nombres de referencia como Iestyn Davies, Andras Scholl, el espa?ol Carlos Mena... "Hay variedad y gusto, competencia sana", afirma. Pero entre todos, un rey: su nombre Philippe Jaroussky.
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