Uno de los grandes
El sabio de la humilde Petilla de Arag¨®n ilumin¨® la ciencia hispana como nadie en su pa¨ªs
Hace tiempo, escuch¨¦ a un destacado miembro de lo que podr¨ªamos denominar "¨¦lite de la cultura espa?ola", decir que ¡°una naci¨®n que, como Espa?a, hab¨ªa producido un Cervantes, un Lope, un Vel¨¢zquez o un Goya, no pod¨ªa mirar con envidia a ninguna otra¡±. Aunque la dignidad, incluso la "nacional", seguramente se debe evaluar en los m¨¢s modestos par¨¢metros de la cotidianidad de sus ciudadanos, pasados y presentes, entonces respond¨ª que por mucho que debamos enorgullecernos y celebrar a antepasados como esos, yo s¨ª sent¨ªa envidia de aquellas naciones o sociedades que pod¨ªan presumir de haber contado con personajes de la talla de Euclides, Arqu¨ªmedes, Ptolomeo, Kepler, Galileo, Descartes, Newton, Leibniz, Huygens, Euler, Lavoisier, Lyell, Darwin, Faraday, Maxwell, Pasteur, Poincar¨¦, Einstein, Bohr, Heisenberg, Feynman y otros gigantes de la ciencia parecidos. Solo, a?ad¨ª, nos redime Santiago Ram¨®n y Cajal.
En efecto, Cajal, el sabio de la humilde Petilla de Arag¨®n, ilumin¨® la ciencia hispana como ning¨²n otro compatriota suyo lo ha hecho, antes o despu¨¦s de ¨¦l. Es, bajo cualquier vara de medir, uno de los grandes de la ciencia de todos los tiempos, de esos pocos cuyo nombre no podr¨¢n olvidar los libros de historia de la ciencia que se escriban en el futuro, aunque se trate de un futuro muy lejano. El ¨²nico espa?ol en ese selecto y reducido grupo. Es imposible escribir la historia de las neurociencias sin incluir en un apartado muy destacado su nombre y obra, la teor¨ªa neuronal (identific¨® con claridad un tipo especial de c¨¦lula, las neuronas, como la unidad discreta que transmite se?ales en el cerebro), tan vigente hoy como cuando, hace m¨¢s de un siglo, hacia 1888, ¨¦l la perge?¨®.
Con ser grande por esto, por su ciencia, Cajal tambi¨¦n lo fue por su humanidad: a pocos como a ¨¦l se le puede aplicar tan bien aquello que escribi¨® Terencio: "Hombre soy, nada de lo humano me es ajeno". Intensa y noblemente patriota, sinti¨® como herida en carne propia los males ¡ªy asisti¨® a muchos¡ª de Espa?a. Y no le dolieron prendas de salir a la palestra p¨²blica, robando tiempo a sus investigaciones, como ¡ªes solo un ejemplo¡ª cuando, despu¨¦s de la p¨¦rdida de Cuba, escribi¨® (26 de octubre de 1898) un art¨ªculo en El Liberal en el que defend¨ªa ideas que a¨²n hoy, ay, son vigentes: "Hab¨ªa", dec¨ªa, "que transformar la ense?anza cient¨ªfica, literaria e industrial, no aumentando, como ahora est¨¢ de moda el n¨²mero de asignaturas, sino ense?ando de verdad y pr¨¢cticamente lo que tenemos. Bajo este aspecto habr¨ªa que decir de nosotros cosas atroces. La media ciencia es, sin disputa, una de las causas m¨¢s poderosas de nuestra ruina¡ Hay que crear ciencia original, en todos los ¨®rdenes del pensamiento: filosof¨ªa, matem¨¢ticas, qu¨ªmica, biolog¨ªa, sociolog¨ªa, etc¨¦tera".
L¨¦anse tambi¨¦n sus memorias (Recuerdos de mi vida), uno de los mejores exponentes de este g¨¦nero literario que existen en nuestro idioma, para comprobar su humanidad, su compromiso social, que le llev¨® a aceptar cargas ¡ªpara ¨¦l lo eran¡ª como la presidencia de la benem¨¦rita Junta para Ampliaci¨®n de Estudios e Investigaciones Cient¨ªficas, una instituci¨®n p¨²blica fundada en 1907 que hizo mucho por mejorar el nivel de las ciencias de la naturaleza y sociales espa?olas.
Ve la luz ahora una amplia, aunque muy limitada en el n¨²mero que debi¨® de existir (que acaso exista todav¨ªa en rincones ocultos), selecci¨®n de su correspondencia. Se cumple as¨ª una de las asignaturas pendientes que tiene Espa?a con su mejor cient¨ªfico (hay magn¨ªficas ediciones de las correspondencias de, por ejemplo, Newton, Lavoisier, Amp¨¨re, Lagrange, Oersted, Faraday, Maxwell, Pasteur, Einstein o Pauli), aunque todav¨ªa queda la de una edici¨®n completa y anotada de sus escritos, no las chapuzas que hasta ahora han proliferado. Con esta correspondencia se podr¨¢ comenzar a asumir una tarea que, por muchos que hayan sido los estudios que se han publicado de su biograf¨ªa y obra, a¨²n est¨¢ por hacer: analizar, con detalle, no con afirmaciones generales, c¨®mo sus trabajos influyeron en los de los, como dir¨ªamos hoy, neurocient¨ªficos de su tiempo. A un cient¨ªfico de talla mundial como fue Cajal no se le debe, ni puede, estudiar de otra forma.
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