El circo de Armi?¨¢n
Jaime de Armi?¨¢n public¨® en 1958, a los veinte a?os, su primer y hermos¨ªsimo libro, Biograf¨ªa del circo. Todo un cl¨¢sico, imposible de encontrar durante demasiado tiempo, que ha vuelto a ver la luz gracias a los afanes de la editorial Pepitas de Calabaza. Un libro en el que crepitaba la poes¨ªa inesperada, ingenua y melanc¨®lica, de Miguel Mihura en Tres sombreros de copa, y la sabidur¨ªa de Marquer¨ªe y Sebasti¨¢n Gasch, grandes cronistas circenses. Como ellos, Armi?¨¢n hab¨ªa visto y amado mucho circo, y sab¨ªa contarlo. Ah¨ª va un ejemplo de su precisi¨®n narrativa: ¡°El choque de los platillos, a tiempo, subraya el traspi¨¦ del experto fun¨¢mbulo. El golpe seco, sobre el parche del bombo, marca la ca¨ªda del equilibrista c¨®mico. El redoble interrumpido del tambor se?ala el falso accidente del trapecista, que ahoga la respiraci¨®n del p¨²blico¡±.
Cuando yo era peque?o detestaba el circo. El circo me provocaba una mezcla suprema de repulsa, extra?eza e inquietud; un mal rollo qu¨ªmicamente puro. El circo era hedor de animales, sadismo latente y payasos tristes o inquietantes, como indicaban por igual Pem¨¢n (El fantasma y do?a Juanita), Andreiev (El que recibe las bofetadas) o el oscuro James Stewart de El mayor espect¨¢culo del mundo.
No tuve suerte: eran los a?os del gigantismo, de los circos de tres pistas, donde ve¨ªas mucho pero mirabas poco; circos estrepitosos, como ballenas varadas con la tripa llena de todo lo que hab¨ªan podido tragar. Yo estaba, me temo, en tierra de nadie: demasiado tarde para el gran circo del pasado, demasiado joven para el circo del porvenir, amasado con fuerza, nostalgia y deseo. En su libro, Armi?¨¢n me devuelve la esencia y el palpitar del circo que no conoc¨ª, y me cuenta historias y leyendas del circo eterno.
Ahora un viejo recuerdo se abre paso. Una noche de invierno, un peque?o circo en la playa. Bajo el r¨®tulo de bombillitas hab¨ªa una pareja de turistas americanos con un ni?o rubio. Estaban paseando por el muelle, vieron las luces y la carpa y decidieron entrar. Luego les vimos en el palco de al lado. Yo miraba los n¨²meros y, de golpe, comenc¨¦ a ver su efecto en el rostro del ni?o. Pens¨¦ que me hubiera gustado llegar con mis padres a una ciudad extranjera. Y que la noche de nuestra llegada, mi madre hubiera visto las bombillas del circo al abrir las ventanas del hotel. Y que hubi¨¦ramos ido all¨ª los tres. Haber sido aquel ni?o, aquella noche, y tener, tantos a?os despu¨¦s, el lejan¨ªsimo recuerdo de la noche en que llegamos a una ciudad extranjera y vimos aquel peque?o circo en la playa. No pudo ser.
El ni?o rubio no era como los ni?os que salen en televisi¨®n. Era un ni?o maravillosamente serio, que parec¨ªa mirar el circo como quien contempla la tierra vista desde la luna. Lo que hab¨ªa en su rostro era una extrema seriedad, la seriedad de la maravilla. Una gran concentraci¨®n. Y al mismo tiempo era una cara relajada, una mirada abierta a todo lo que pudiera suceder, dispuesta a atrapar la belleza de los movimientos de Graciela, la trapecista, o de la joven acr¨®bata rumana, girando en el aire, en un doble salto mortal, y la gracia humilde de los payasos. La mirada de aquel ni?o rubio se parece mucho a la mirada del joven, eternamente joven Armi?¨¢n, en Biograf¨ªa del circo.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.