No basta una vida
Roma se desenvuelve con naturalidad entre la emoci¨®n y el cinismo. Una muestra de los dibujos alucin¨®genos de Escher en el Chiostro supone un desaf¨ªo para los sentidos
Hace pocas semanas se reedit¨® en Italia un libro con viejas cr¨®nicas del periodista Silvio Negro (1897-1959) cuyo t¨ªtulo es un acto de rendici¨®n ante la belleza y la historia de una ciudad inabarcable: Roma, non basta una vita. Despu¨¦s de una vida mir¨¢ndola, el que fuera cronista de L¡¯Osservatore Romano y del Corriere della Sera concluye que, m¨¢s all¨¢ de las obras de arte, Roma tiene sus propias reglas para calibrar el tiempo y el espacio, la eficacia o la moral. Tal vez por ser la ¨²nica ciudad del mundo que es a la vez capital de dos Estados ¡ªuno que vive condicionado por el peso de la historia y el otro por el sue?o de la eternidad¡ª, Roma se desenvuelve con naturalidad entre la emoci¨®n y el cinismo, la b¨²squeda de la belleza y un pragmatismo a veces despiadado. Esa virtud para borrar fronteras imaginarias ¡ªo para ponerlas y quitarlas a su capricho¡ª se puede observar tambi¨¦n en la exposici¨®n de los dibujos del neerland¨¦s Maurits Cornelis Escher (1898-1972) que, hasta el 22 de febrero, acoge el Chiostro del Bramante. Si asistir a una muestra de los dibujos alucin¨®genos de Escher ya supone un desaf¨ªo para los sentidos, hacerlo en el Chiostro, una maravillosa muestra del Renacimiento construida por Donato Bramante, se acerca a la cuadratura del c¨ªrculo. Igual que los dibujos de Escher "apelan a la inteligencia del espectador", como dijo el fil¨®sofo Jes¨²s Moster¨ªn, el palacio en el que se exhiben ahora en Roma convoca a la mejor memoria art¨ªstica de la ciudad: una de las ventanas se asoma al interior de la iglesia de Santa Maria della Pace para poder admirar las sibilas de Rafael. Todo ello, en el coraz¨®n de una ciudad para la que, como ya advert¨ªa Silvio Negro, non basta una vita.
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