McCartney est¨¢ muerto (pero Elvis sigue vivo)
Un libro recopila las grandes leyendas urbanas del pop
Elvis est¨¢ vivo (se le ha visto contando calderilla en una gasolinera de Montana y tambi¨¦n como extra barbudo de la pel¨ªcula Solo en casa), pero Paul McCartney lleva muerto casi medio siglo (?acaso no va descalzo en esa procesi¨®n funeraria de la portada del disco Abbey Road?). Ozzy Osbourne pensaba que las cabezas de murci¨¦lago eran un exquisito canap¨¦ y Led Zeppelin usaban cr¨ªas de tibur¨®n como consolador de urgencia para sus groupies. Adem¨¢s, David Bowie es un extraterrestre (solo es preciso aguantarle la mirada bicolor para saberlo) y Gene Simmons se implant¨® una lengua de vaca. Y todo el mundo sabe que Charles Manson ten¨ªa tan mala baba porque no pudo entrar como guitarrista en el grupo de pop prefabricado The Monkees. Es m¨¢s, un fantasma recorre Europa (o al menos el aeropuerto de Heathrow, en Londres): las cenizas de Sid Vicious, que se le cayeron a la mam¨¢ del bajista de los Sex Pistols.
¡°Todo lo que lea en las p¨¢ginas de este libro es mentira¡±, avisa la introducci¨®n de Paul est¨¢ muerto y otras leyendas urbanas del rock, escrito por H¨¦ctor S¨¢nchez, ilustrado por David S¨¢nchez y editado por Errata Naturae. Pero como le dicen a James Stewart en el western El hombre que mat¨® a Liberty Valance:entre la realidad y la leyenda, siempre es mejor imprimir la leyenda.
Realidad o ficci¨®n
David Bowie es un extraterrestre.
Charles Manson ten¨ªa mala baba porque no pudo entrar como guitarrista en The Monkees.
Ozzy Osbourne esnifaba filas de hormigas.
Led Zeppelin usaba cr¨ªas de tibur¨®n como consolador de urgencia para sus groupies.
En la bandana de Jimi Hendrix hab¨ªa dosis de LSD.
Una leyenda es un relato folcl¨®rico con cierta base hist¨®rica. El libro de S¨¢nchez es algo as¨ª como un Grandes ?xitos de estas tracas de rumores sobre ese nuevo folclore (la cultura pop) que se consolid¨® tras las Segunda Guerra Mundial. As¨ª, si a los ni?os se les suele contar que hay droga en las calcoman¨ªas que se regalan a las puertas de un colegio, tambi¨¦n se dice que bajo la bandana de Jimi Hendrix hab¨ªa dosis de LSD que entraban en su organismo mediante el sudor. O aquella autoestopista fantasma podr¨ªa ser la mism¨ªsima Janis Joplin, cuyo espectro dicen que vaga por el hotel Highland Gardens.
Al bajista de The Beatles seguramente le gustar¨ªa pasar a la historia por sus canciones o por su activismo vegetariano, pero cuando uno teclea su nombre en Google la primera opci¨®n para completar la b¨²squeda es ¡°Paul McCartney Muerto¡±. La suya, adem¨¢s de titular el libro, es una de las leyendas urbanas del rock m¨¢s c¨¦lebres y existe una extensa comunidad internacional que defiende las siglas de PID (Paul Is Dead). Hastiado de discutir con el resto de la banda, se larg¨® a dar un paseo en su Aston Martin una lluviosa noche de noviembre de 1966. Recogi¨® en autoestop a una muchacha (?la chica de la curva?), que al darse cuenta de qui¨¦n era el conductor se puso hist¨¦rica. El m¨²sico perdi¨® el control y empotr¨® contra un muro el coche, que acab¨® devorado por las llamas.
Brian Epstein convoc¨® un concurso de imitadores y gan¨® un tal William Campbell, polic¨ªa de Ontario. Las portadas de sus discos se analizan desde entonces con un rigor propio del estudio la Piedra de Rosetta. Tambi¨¦n las canciones: Lennon parece cantar en Strawberry Fields Forever ¡°I buried Paul¡± (¡°Enterr¨¦ a Paul¡±) aunque en realidad dice: "Cranberry sauce" (¡°Salsa de ar¨¢ndanos¡±). El propio beatle lanz¨® en 1993 el disco Paul is Live.
Poco importa si Mick Jagger devoraba barritas de Mars que sobresal¨ªan de la vagina de Marianne Faithfull. Tampoco si Michael Jackson dorm¨ªa en una c¨¢mara hiperb¨¢rica (el ox¨ªgeno puro le proporcionar¨ªa 150 a?os de vida), si muchos grupos de rock encriptan versos sat¨¢nicos en sus canciones, si Ozzy Osbourne esnifaba filas de hormigas o si Keith Richards hizo eso mismo con las cenizas de su padre. Como dice el guitarrista de los Stones: ¡°Lo curioso de estas leyendas urbanas es que a la gente no se le olvidan, tal vez porque la idea es tan descabellada que parece inconcebible que sea una invenci¨®n¡±.
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