El rostro olvidado de mi madre
Las heridas familiares, la muerte de los padres y los colores del miedo. Tres temas no son muchos cuando se entrelazan con pericia. Las obras de Wajdi Mouawad evolucionan sobre el escenario vertiginosa pero ingr¨¢vidamente, como bailarinas sobre cable. Un ob¨²s en el coraz¨®n comienza con pasitos quedos, tanteando con prudencia el abismo bajo sus pies: antes de entrar en materia, Wahab, su protagonista, nos habla del adverbio con el que marcamos las ¨¦pocas de nuestra vida ("antes de la guerra, antes de la muerte de Franco¡¡±) y de la conjunci¨®n de la que nos servimos para posponer acontecimientos anhelados: "cuando seas padre comer¨¢s huevos¡". Ha salido a escena para contarnos tres acontecimientos que marcaron un antes y un despu¨¦s en su vida: el comienzo de la enfermedad de su madre, cuando ni?o; la visi¨®n de un atentado concebido para desatar una guerra civil; y el momento tr¨¢gico (anagn¨®risis) en el que, recientemente, venci¨® el miedo patol¨®gico de car¨¢cter cr¨®nico que ambos hechos le produjeron.
Un ob¨²s en el coraz¨®n
Autor: Wajdi Mouawad. Adaptaci¨®n y direcci¨®n: Santiago S¨¢nchez.
Madrid, Teatro Alfil. Todos los viernes de enero.
Wahab, emigrante en Quebec (y ¨¢lter ego del autor), relata c¨®mo se lanz¨® a la calle, camino del hospital, bajo ese fr¨ªo inclemente que tan bien describen los dramaturgos canadienses franc¨®fonos, y lo que sucedi¨® despu¨¦s; pero tambi¨¦n narra episodios muy anteriores, saltando del presente al pret¨¦rito perfecto cual caballo de ajedrez, para pasar a dramatizarlos sin soluci¨®n de continuidad y a hacer su ex¨¦gesis desde el aqu¨ª y ahora.
Mouawad crea im¨¢genes certeras con pocas palabras. Con una frase escueta: ¡°El ascensor se para, las puertas se abren. S¨®tano¡±, evoca el ambiente desolador de un hospital p¨²blico abarrotado de enfermos graves de manera m¨¢s eficaz que Denys Arcand en su oscarizada pel¨ªcula Las invasiones b¨¢rbaras. En Un ob¨²s¡, el autor de origen liban¨¦s devuelve el teatro a la edad de oro de la narraci¨®n oral: un actor solo le basta y sobra para embarcarnos en un recorrido laber¨ªntico por el amor (filial) y la muerte, y para hacernos testigos de un duelo ¨¦pico entre luz y tinieblas.
Con ¡®Un ob¨²s en el coraz¨®n¡¯, Mouawad devuelve el teatro a la edad de oro de la narraci¨®n oral
Santiago S¨¢nchez, director del espect¨¢culo, lo arropa con una luz sugerente, perfilada por Rafael Rojas, lo apoya en una escenograf¨ªa de Dino Ib¨¢?ez que sirve de interior, exterior, no lugar hospitalario y rinc¨®n del alma, y lo pauta de intenciones precisas. Hovik Keuchkerian, actor nacido en Beirut, de donde sus padres (armenio y espa?ola) se lo llevaron al comenzar la guerra civil libanesa, como a Mouawad los suyos, huye del melodrama como de la peste, dice el texto sin levantar la voz, con la delicadeza con la que llevamos la llama de un f¨®sforo cuando hay corriente de aire, respetando el tono c¨®mplice y cuasi confesional del relato, y rompe por alto solo en dos ocasiones, con gran efecto c¨®mico cuando encarna al automovilista airado disfrazado de San Nicol¨¢s, en una escena cuya funci¨®n en la obra equivale a la que cumple el ky?gen en el teatro n?. S¨¢nchez se la ha jugado y ha ganado d¨¢ndole este papel enorme (antes hab¨ªa hecho solo televisi¨®n, cine y mon¨®logos c¨®micos, aparte de obtener y revalidar como boxeador el t¨ªtulo de campe¨®n de Espa?a de los pesos pesados).
En Un ob¨²s¡ reaparecen algunas querencias mayores del teatro de Mouawad: la presentaci¨®n de lo real entreverado con el ensue?o, el extra?amiento del protagonista ante una realidad que vive como si fuera una pel¨ªcula (como en Littoral), el recurso al mensajero (telef¨®nico en este caso), portador de la noticia que desencadenar¨¢ la anagn¨®risis... La versi¨®n es en buen castellano y de la funci¨®n no se sale igual que se entr¨®: es astringente, antis¨¦ptica y cauterizadora.
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