Noche de Mauthausen
En la novela 'K. L. Reich', publicada en los sesenta y reeditada ahora, Joaquim Amat-Piniella recre¨® sus experiencias en el campo de concentraci¨®n
Dec¨ªa Montserrat Roig que fij¨¢ndose en el cansancio terrible que hab¨ªa en los ojos de Joaquim Amat-Piniella comprend¨ªa algo de lo que tuvo que ser la experiencia de los campos alemanes. Roig entrevist¨® largamente a Amat-Piniella a principios de los a?os setenta. En Internet se puede leer aquella conversaci¨®n, y tambi¨¦n puede escucharse la voz serena de aquel hombre al que le quedaba ya poco tiempo de vida, porque muri¨® en 1974, apenas 30 a?os despu¨¦s de la liberaci¨®n de Mauthausen. La voz de Joaquim Amat-Piniella tiene una serenidad y una tristeza muy semejantes a las que hay en su mirada en las fotograf¨ªas, y resulta muy familiar cuando uno ha le¨ªdo su novela sobre el cautiverio, K.?L. Reich, que se public¨® en catal¨¢n y castellano en los a?os sesenta, y que ahora ha vuelto a editar Libros del Asteroide.
Amat-Piniella eligi¨® escribir una novela en tercera persona, no un libro de memorias, de modo que la vida en el campo est¨¢ contada a trav¨¦s de una pluralidad de perspectivas. Pero en la historia no parece que hubiera mucho espacio para la ficci¨®n, y la voz que cuenta, aunque transite de una conciencia a otra, tiene el mismo tono de confidencia personal y de cuidadoso testimonio que puede o¨ªrse en las cintas grabadas hace m¨¢s de 40 a?os por Montserrat Roig.
En el pr¨®logo de esta edici¨®n, Ignacio Mart¨ªnez de Pis¨®n compara la impaciencia y la perseverancia testimonial de Amat-Piniella con las de Primo Levi: Amat-Piniella escribi¨® K.?L. Reich al mismo tiempo que Levi escrib¨ªa Si esto es un hombre, en 1946, los dos muy cerca todav¨ªa de lo vivido, con una decisi¨®n urgente de contarlo por escrito cuando la memoria era todav¨ªa exacta, cuando a¨²n no hab¨ªa habido tiempo para que se difuminara la precisi¨®n de los hechos, la exactitud de las sensaciones y hasta de las palabras. Y a los dos les cost¨® mucho encontrar lectores para lo que tanta urgencia ten¨ªan por contar. Si esto es un hombre se public¨® sin ¨¦xito en una peque?a editorial. Se vendi¨® tan poco que, cuando en 1966 la crecida del Arno inund¨® Florencia, qued¨® anegado el s¨®tano en el que se guardaba desde hac¨ªa 20 a?os casi toda la tirada del libro. Amat-Piniella tuvo que lidiar no solo con la indiferencia general hacia el sufrimiento de las v¨ªctimas de los campos nazis, sino adem¨¢s con la censura franquista, con la atm¨®sfera de sospecha que envolv¨ªa a un veterano del Ej¨¦rcito de la Rep¨²blica; y quiz¨¢s tambi¨¦n con prejuicios ideol¨®gicos no muy distintos de los que dificultaron tanto al principio la publicaci¨®n de Si esto es un hombre.
El campo es a la vez un matadero y una cadena de montaje, un modelo de planificaci¨®n alemana y un manicomio
En la izquierda italiana, de profunda hegemon¨ªa comunista, no despertaba simpat¨ªa un libro que no trataba de la persecuci¨®n y la resistencia heroica de los alzados en armas contra el fascismo, sino de un proyecto de exterminio en el que bastaba ser jud¨ªo para convertirse en v¨ªctima. La novela de Amat-Piniella tampoco ofrec¨ªa la ¨¦pica indiscutible, la heroicidad tajante, la n¨ªtida divisi¨®n entre inocentes y culpables que suelen esperarse y hasta exigirse en esas historias, de ficci¨®n o no. Unos 7.500 republicanos espa?oles fueron deportados a Mauthausen, y uno de cada tres hab¨ªa muerto cuando lleg¨® la liberaci¨®n. Todos fueron v¨ªctimas por igual, pero entre ellos hab¨ªa, como en cualquier otro grupo humano, personas decentes y canallas, resistentes y chivatos, aprovechados, trepadores, vanidosos, gente h¨¢bil capaz de buscarse la vida en las peores circunstancias, hombres demolidos por el agotamiento y el hambre, aniquilados por el espect¨¢culo diario de una crueldad inaudita.
Casi todos los personajes, espa?oles o no, de la novela de Amat-Piniella habitan en esa zona gris a la que dio nombre Primo Levi: la de los grados diversos de indignidad que un cautivo adoptaba para sobrevivir en medio de una maquinaria abrumadora destinada a la eliminaci¨®n de los seres humanos, ni siquiera para salvarse, porque no hab¨ªa salvaci¨®n posible, sino para aguantar un d¨ªa m¨¢s, para conseguir un plato extra de sopa o un mendrugo de pan. Lo que Levi dice expl¨ªcitamente, Amat-Piniella lo muestra en las peripecias de su novela: el verdugo puede lograr, antes de la aniquilaci¨®n, el envilecimiento de la v¨ªctima; pero cuando sucede ese envilecimiento el ¨²nico culpable sigue siendo el verdugo, porque es ¨¦l quien ha creado y quien regenta ese infierno.
Primo Levi cuenta siempre lo que ve con sus ojos, sus propias sensaciones, el fluir solitario de su conciencia. Amat-Piniella salta de una vida a otra, y eso le permite abarcar una parte de la variedad alucinatoria de los lugares y las situaciones en el campo, la gran colmena que es a la vez un matadero y una cadena de montaje, un modelo de planificaci¨®n alemana y un manicomio. Vivir o morir es una macabra loter¨ªa. Tiritando de miedo y de fr¨ªo y de hambre un grupo de presos rompe a re¨ªr a carcajadas porque uno de ellos ha resbalado y se ha ca¨ªdo de culo en el hielo. Ser barbero o electricista lo salva a uno de trabajar en la cantera de piedra y por lo tanto le asegura vivir un poco m¨¢s. Por debajo de la rutina de los castigos, las ejecuciones, las marchas forzosas, el tenebrismo de las alambradas y el humo de los crematorios, bulle un submundo de estraperlo, de trapicheo y robo, de tr¨¢fico de favores, de gente que comercia con cualquier cosa, los dientes de oro de los reci¨¦n ejecutados o los aguardientes clandestinos con que se emborrachan los presos bien situados, algunos de los cuales acuden a un sastre para que le a?ada una visera coqueta a su gorra o le arregle a medida el pantal¨®n del uniforme rayado. Anarcosindicalistas y comunistas espa?oles recelan entre s¨ª y se pelean en el campo como si todav¨ªa estuvieran en la Guerra Civil. Emili, el dibujante que es la mirada y la presencia m¨¢s constante en la novela, encuentra un amparo transitorio para ¨¦l mismo y para su amigo Francesc por un golpe de azar: un oficial de las SS ha visto uno de sus cuadernos y le encarga que le haga dibujos pornogr¨¢ficos.
Amat-Piniella escribi¨® 'K. L. Reich' al mismo tiempo que Levi escrib¨ªa 'Si esto es un hombre', en 1946, los dos muy cerca todav¨ªa de lo vivido
Emili aspira, como el Amat-Piniella que lleg¨® a Mauthausen con 26 a?os, a sobrevivir y a no perder la dignidad y a fijarse en todo. Ve las cosas desde la distancia de la timidez y el escepticismo, de un car¨¢cter poco propenso a los grandes desbordamientos colectivos. Est¨¢ seguro de que los alemanes acabar¨¢n perdiendo la guerra, pero tambi¨¦n de que eso tardar¨¢ mucho en llegar: mientras tanto habr¨¢ que acostumbrarse al campo, pero solo lo justo para no morir, porque bastar¨¢ un grado mayor de acomodaci¨®n para mancharse de vileza o embrutecimiento. Del pasado de Emili, o de su amigo Francesc, o del peluquero Rubio, que aprovecha su puesto de privilegio para organizar una red de resistencia comunista, no se dice casi nada: en el campo se extingue hasta la memoria de la vida anterior. Lo que ve Emili en Mauthausen es lo que intu¨ªa Montserrat Roig 30 a?os despu¨¦s en los ojos de Joaqu¨ªn Amat-Piniella: "La reclusi¨®n en el campo era una noche polar de duraci¨®n desconocida; para adaptarse a ella era necesario ignorar la existencia de la luz".
K.?L. Reich. Joaquim Amat-Piniella. Traducci¨®n de Baltasar Porcel y el autor. Libros del Asteroide. Barcelona, 2014. 289 p¨¢ginas. 21,95 euros.
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