Dos flores raras
La pel¨ªcula canaliza el inter¨¦s de Bruno Barreto por el tri¨¢ngulo amoroso que el cineasta ya explor¨® en 'Do?a Flor y sus dos maridos'
La poeta norteamericana Elizabeth Bishop, descendiente de la tradici¨®n whitmaniana y ¡ªen opini¨®n de algunos de sus ex¨¦getas¡ª posible anticipadora del minimalismo por su exploraci¨®n del poder revelador de lo cotidiano, lleg¨® a Brasil en noviembre de 1951, en lo que, en principio, no era m¨¢s que una escala temporal en un ambicioso recorrido mar¨ªtimo por Sudam¨¦rica. Bishop ten¨ªa previsto pasar dos semanas en compa?¨ªa de su amiga Mary Morse, pero se qued¨® en tierras brasile?as los siguientes quince a?os. En el centro del cambio de planes estuvo la arquitecta brasile?a Lota de Macedo Soares, futura dise?adora del emblem¨¢tico Parque do Flamengo y, por aquel entonces, pareja sentimental de Mary Morse. Partiendo del libro Flores raras y banal¨ªsimas: la historia de Elizabeth Bishop y Lota de Macedo Soares, de Carmen L. Oliveira, Bruno Barreto cuenta el tenso y tumultuoso romance entre la poeta y la arquitecta en Luna en Brasil, una pel¨ªcula que quiz¨¢ canaliza algo de ese inter¨¦s por el tri¨¢ngulo amoroso que el cineasta ya explor¨® en la pel¨ªcula que le sirvi¨® de carta de presentaci¨®n internacional ¡ªDo?a Flor y sus dos maridos (1976), a partir del texto de Jorge Amado¡ª, pero que se acaba revelando m¨¢s dominada por rutinarias formas acad¨¦micas.
LUNA EN BRASIL
Direcci¨®n: Bruno Barreto.
Int¨¦rpretes: Miranda Otto, Gl¨®ria Pires, Tracy Middendorf, Treat Williams, Marcelo Airoldi.
G¨¦nero: drama. Brasil, 2013.
Duraci¨®n: 113 minutos.
Luna en Brasil, no obstante, contiene dos elementos que se rebelan para que la pel¨ªcula no espolee en el espectador la apat¨ªa que parecen propiciar sus formas, tan correctas como poco imaginativas: en el centro de ese laberinto de pasiones a tres bandas, las actrices Gl¨®ria Pires ¡ªen su primer papel hablado en ingl¨¦s¡ª y Miranda Otto, en las respectivas pieles de Lota de Macedo Soares y Elizabeth Bishop, logran salvar la partida a fuerza de intensidad y extrema sabidur¨ªa en la composici¨®n de dos personajes contradictorios y complejos. El pulso entre ambas funciona a la perfecci¨®n y carga de sentido esta historia de amor que parte de la ley de la atracci¨®n entre contrarios para, progresivamente, revelar turbulencia donde el espectador hab¨ªa detectado fragilidad y vulnerabilidad donde se hab¨ªa percibido imperativo de control y seguridad acorazada.
Quien se lleva la parte del le¨®n en este combate es Miranda Otto, que encarna a una Elizabeth Bishop que entra en escena como paradigma del deseo reprimido para ir descubriendo una sensualidad que, tras intoxicar felizmente su pr¨¢ctica literaria, se ir¨¢ torciendo en un proceso autodestructivo regado por el alcohol y, como se?ala el personaje, su firme compromiso con el pesimismo. La Bishop de Miranda Otto es un espect¨¢culo que justifica la existencia de una pel¨ªcula que, ante todo, brilla por esta interpretaci¨®n. Menos surtida, pero sumamente eficaz ¡ªy, finalmente, conmovedora¡ª es la composici¨®n de Gl¨®ria Pires como una Lota que ejerce, en su lado m¨¢s luminoso, como motor de modernidad y, en su env¨¦s m¨¢s discutible, como asertiva terrateniente del deseo ¡ªla Mary Morse encarnada Tracy Middendorf es el gran da?o colateral de esta historia: la pareja condenada a ejercer de madre moralista¡ª.
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