Julian Barnes viaja en globo
El escritor brit¨¢nico sube a las alturas con gente del siglo XIX para contar una historia de amor y de aflicci¨®n
![Ascensi¨®n de un globo Montgolfier en Aranjuez (1784), de Antonio Carnicero Mancio. El Museo del Prado.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/65PCPLANUVR72ZNJUNLC3GVRZA.jpg?auth=bc533acae92ae38f881d43226c1e7b14f10345f3552e554c2b3c28dc1f12d81e&width=414)
En las primeras p¨¢ginas de Niveles de vida, Julian Barnes recoge unos comentarios que seguramente resultan esenciales para acercarse al asunto central del libro. Son unas observaciones que hizo Jacques Charles el 1 de diciembre de 1783: ¡°Cuando sent¨ª que me alejaba de la tierra, mi reacci¨®n no fue de placer, sino de felicidad¡±, coment¨®. Habl¨® tambi¨¦n de ¡°un sentimiento moral¡±, y a?adi¨® finalmente: ¡°Me o¨ªa vivir, por as¨ª decirlo¡±. Jacques Charles era f¨ªsico y se pronunci¨® en estos t¨¦rminos tras la primera ascensi¨®n de un globo de hidr¨®geno: ¨¦l viajaba dentro, se alejaba del suelo, pod¨ªa observar desde las alturas el mundo cada vez m¨¢s diminuto¡ y se supo simplemente feliz.
Se o¨ªa vivir, dijo; y tambi¨¦n se refiri¨® a un ¡°sentimiento moral¡±. Las observaciones se comprenden f¨¢cilmente, no es dif¨ªcil imaginar lo que pudo significar aquel momento, el hecho de desprenderse por primera vez del suelo metido en una de esas particulares canastas y levantar vuelo, as¨ª que incluso no resulta disparatado compartir ¨Caunque sea remotamente¨C las emociones de aquel caballero antiguo, que nada sab¨ªa a¨²n de aviones, ni tampoco de los espectaculares desplazamientos que se hacen estos d¨ªas por las alturas. Lo que resulta m¨¢s dif¨ªcil es explicar lo que significan realmente sus palabras. ?Por qu¨¦ distingue entre placer y felicidad, por qu¨¦ habla de ¡°sentimiento moral¡±, qu¨¦ quiere decir exactamente cuando habla de o¨ªrse vivir?
Julian Barnes inicia su ¨²ltima obra con una idea de marcado car¨¢cter literario: ¡°Juntas dos cosas que no se hab¨ªan juntado antes. Y el mundo cambia¡±. Y, efectivamente, a lo largo de Niveles de vida va a intentar ir puliendo este asunto, bajarlo a tierra, darle consistencia, hilvanarlo en unas cuantas historias. Enseguida se refiere, por ejemplo, a los viajes que hicieron en globo un coronel ¨CFred Burnaby¨C, una actriz ¨CSarah Bernhardt¨C y un fot¨®grafo ¨CF¨¦lix Tournachon, m¨¢s conocido como Nadar¨C, y encuentra otras tantas irresistibles observaciones sobre la experiencia de volar que, como la del f¨ªsico Jacques Charles, tienen toda la pinta de dar en el clavo. Sarah Bernhardt apunt¨® que por encima de las nubes ¡°no hay silencio, sino la sombra del silencio¡±, y Nadar descubri¨® que ah¨ª arriba sent¨ªa ¡°como si viviese por primera vez¡±. ¡°Con qu¨¦ facilidad se disipan la indiferencia, el desprecio, la desmemoria... y surge el perd¨®n¡±, dijo. ?Es tal vez esta idea del ¡°perd¨®n¡± la que podr¨ªa ayudar a entender por qu¨¦ dentro de un globo surge esa suerte de ¡°sentimiento moral¡±?
![Autorretrato de Gaspard-F¨¦lix Tournachon, llamado Nadar (h. 1865).](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/YGVVWFVIYOMLBVKBHEH6FVY34Y.jpg?auth=dff5368685f16f17dce3a9fd36425741211cd6ae945f6cda45949a7003d117cd&width=414)
Fred Burnaby, Sarah Bernhardt y Nadar existieron de verdad, as¨ª que si alguien los ha metido en un libro tendr¨ªa que ser por fuerza en uno de historia. Julian Barnes se ocupa, por ejemplo, de explicar con detalle la obsesi¨®n de Nadar por atrapar desde las alturas lo que se ve desde all¨ª y las dificultades que tuvo al hacerlo con unos dispositivos todav¨ªa muy primitivos, los de la fotograf¨ªa de entonces. Pero el escritor brit¨¢nico se atreve tambi¨¦n a contar la relaci¨®n que tuvieron Sarah Bernhardt y Fred Burnaby. Les hace decir cosas, revela su intimidad, incluso se pronuncia sobre sus afectos. Llega a apuntar, sin ir m¨¢s lejos, que el coronel Burnaby estaba tan contento por tener, en su relaci¨®n con la actriz, ¡°las cosas sencillas que el coraz¨®n deseaba¡± que incluso ¡°se o¨ªa vivir a s¨ª mismo¡±. Vaya: ?puede un historiador tomarse tantas licencias?
?Existen unos l¨ªmites precisos, hay fronteras, peajes que pagar, cuando a la hora de escribir se mezcla la ficci¨®n con la realidad? Este viejo problema ha vuelto recientemente a las mesas de disecci¨®n de los peri¨®dicos a prop¨®sito de diferentes novelas donde, efectivamente, aparecen hombres y mujeres que existieron de verdad y, dig¨¢moslo as¨ª, podr¨ªa no resultar f¨¢cil distinguir que ocurri¨® realmente y qu¨¦ ha entrado en esas versiones de contrabando. ?C¨®mo diablos puede saber un escritor del siglo XXI que un militar del siglo XIX ¡°se o¨ªa vivir a s¨ª mismo¡± en esos momentos de dom¨¦stica complicidad que hab¨ªa conquistado al convertirse en amante de una c¨¦lebre actriz? No hay que fiarse de Julian Barnes. En la novela que lo hizo c¨¦lebre a mediados de los ochenta del siglo pasado, El loro de Flaubert, tambi¨¦n se saltaba algunos protocolos que los prescriptores de los g¨¦neros han establecido sobre el mapa de la imaginaci¨®n: hasta aqu¨ª, la realidad; de all¨ª en adelante, la pura ficci¨®n.
?Cr¨®nica period¨ªstica, pieza hist¨®rica, memorias, novela, autoficci¨®n? Ya no hay manera de colocar cada cosa en su caj¨®n, los escritores saltan de un sitio a otro, se escapan por la tangente. Muchas de las piezas de Enrique Vila-Matas y Javier Cercas, el ¨²ltimo libro de Antonio Mu?oz Molina, las ¨²ltimas entregas de Luis Landero y Carlos Pardo, algunos de los trabajos de Ignacio Vidal Folch y Rodrigo Fres¨¢n y tantos otros, y fuera de aqu¨ª, la obra entera de Sebald o el ciclo de Karl Ove Knausgard: ?de qu¨¦ estamos hablando exactamente? El escritor es un artista de la mezcolanza, pero seguramente cada propuesta tiene su propia l¨®gica y hay algunas que se acercan m¨¢s que otras a esa excelencia que todos persiguen. Quiz¨¢ por eso importe m¨¢s que el af¨¢n de colgarle una definici¨®n precisa a cada libro, encontrarle la punta del hilo desde la que puede destejerse con mayor provecho la compleja trama de elementos que cada obra literaria convoca. En Niveles de vida, donde Julian Barnes se ha empe?ado en subirse a un globo, y acompa?ar en sus viajes al coronel Burnaby, a la iconoclasta Sarah Bernhardt ¨Ccuando llov¨ªa, dec¨ªa ¡°que era demasiado flaca para mojarse; simplemente se colar¨ªa entre las gotas¡±, cuenta el escritor brit¨¢nico¨C y al fot¨®grafo Nadar, hay un momento en el que se le escapa una frase que de tan evidente produce chispazos: ¡°Pero al elevarnos, podemos caer en picado. Hay pocos aterrizajes suaves¡±, escribe. Y despu¨¦s: ¡°Cada historia de amor es en potencia una historia de aflicci¨®n. Si no al principio, m¨¢s tarde. Si no para uno, para el otro. A veces para ambos¡±.
![La actriz Sarah Bernhardt (1844-1923), fotografiada por Nadar entre 1860 y 1865.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/6CCL6EQ6ZSKFQXKA47FJVQKNOE.jpg?auth=cb847fc46b5f3fda88661bab0343224406c32c23cbf64d0e53cdff87a05abe5b&width=414)
De eso va Niveles de vida, ¨¦se es su asunto: una historia de amor que es una historia de aflicci¨®n. Lo que los escritores persiguen muchas veces no es m¨¢s que eso, encontrar las palabras para darle forma a lo que los est¨¢ deshaciendo, y poder mantenerse as¨ª enteros. ¡°?C¨®mo se puede transformar la cat¨¢strofe en arte?¡±, se preguntaba Barnes en el cap¨ªtulo que dedica en Una historia del mundo en diez cap¨ªtulos y medio a La balsa de la Medusa, el cuadro de Th¨¦odore G¨¦ricault. Eso es lo que ocurre en Niveles de vida, que Barnes est¨¢ contando un naufragio en el que resulta que el n¨¢ufrago es ¨¦l mismo. ¡°El pintor no es suavemente llevado r¨ªo abajo hasta el remanso soleado de esa imagen acabada, sino que trata de mantener el rumbo en un mar abierto de corrientes contrarias¡±, escribi¨® a prop¨®sito del trabajo de G¨¦ricault.
Julian Barnes ten¨ªa 32 a?os cuando conoci¨® a Pat Kavanagh y 62 cuando muri¨®. Desde que le diagnosticaron la enfermedad fatal hasta que todo acab¨® pasaron 37 d¨ªas. Fue en el oto?o de 2008. Niveles de vida intenta meterse en el agujero de lo que pas¨® despu¨¦s. ¡°Entonces, ?c¨®mo te sientes?¡±, escribe. ¡°Como si te hubieras ca¨ªdo desde una altura de sesenta metros, y hubieras aterrizado con los pies por delante en un arriate de rosas, con un impacto tan fuerte que te ha clavado en la tierra hasta las rodillas, y una conmoci¨®n que te ha reventado los ¨®rganos internos y los ha proyectado fuera de tu cuerpo. As¨ª se siente uno, ?y por qu¨¦ deber¨ªa parecer otra cosa?¡±. ?Qu¨¦ ha pasado con los viajes en globo, d¨®nde diablos hemos venido a parar?
![Julian Barnes y su mujer, Pat Kavanagh, fotografiados en 1991 por Jillian Edelstein. National Portrait Gallery.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/MA65XILRPSOIBJGEAG3RGVZRBM.jpg?auth=d4b1ef522a6614e55477fd6e73eeb641c66a108a86d39c050f1c0153ca5ff189&width=414)
El largo periodo de duelo, la pura aflicci¨®n. En ese mar de corrientes contrarias se debati¨® Julian Barnes durante un largo tiempo tras la muerte de su mujer. Todas las hip¨®tesis que el dolor fabrica, todas las tentaciones de precipitarse al abismo, la violencia de la conmoci¨®n y la pura indiferencia ante el mundo: ¡°La posici¨®n defensiva, acurrucada, a la que nos fuerza para sobrevivir nos vuelve m¨¢s ego¨ªstas. No es un lugar elevado en el aire; no ofrece vistas. Ya no puedes o¨ªrte vivir¡±. As¨ª lo cuenta, as¨ª despliega Barnes las estancias del infierno con esa elegancia tan brit¨¢nica que consigue, si puede decirse as¨ª, pasar ¨¦l mismo desapercibido. Y es que, seguramente, este libro no es una historia de Julian Barnes: es una historia de amor y es una historia de aflicci¨®n. Y como lo que va persiguiendo es alg¨²n tipo de sentido, despliega tambi¨¦n a su manera un ¡°espacio moral¡±. Por eso al principio la pista que nos daba aquel caballero antiguo, el f¨ªsico Jacques Charles.
?Qu¨¦ es la literatura, en qu¨¦ perimetros se maneja, qu¨¦ tiene de leg¨ªtimo y qu¨¦ de fraudulento? En aquella novela sobre el loro de Flaubert, Barnes se dedicaba a construir varias caprichosas cronolog¨ªas para situar el marco de su historia y armaba una de ellas con frases del escritor franc¨¦s. En 1857, escribi¨® por ejemplo: ¡°Los libros no se hacen como los ni?os, sino como las pir¨¢mides, con un proyecto premeditado y amontonando grandes bloques los unos encima de los otros, a fuerza de ri?ones, de tiempo y de sudor. ?Y no sirven de nada! ?Y se quedan all¨ª, en el desierto! Pero domin¨¢ndolo de forma prodigiosa. Los chacales se mean en su base y los burgueses suben hasta su c¨²spide; contin¨²a la comparaci¨®n¡±.
Niveles de vida.?Julian Barnes.?Traducci¨®n de Jes¨²s Zulaika. Anagrama. Barcelona, 2014. 143 p¨¢ginas. 14,90 euros.
Una historia del mundo en diez cap¨ªtulos y medio.?Julian Barnes. Una historia del mundo en diez cap¨ªtulos y medio. Traducci¨®n de Maribel de Juan. Anagrama. Barcelona, 1994 (Barnes, 1989). 359 p¨¢ginas. 10 euros.
El loro de Flaubert.?Julian Barnes. Traducci¨®n de Antonio Mauri. Anagrama. Barcelona, 2013 (Barnes, 1984). 229 p¨¢ginas. 8,90 euros.
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