Una encrucijada con prisa
Eduardo Iglesias ha tomado elementos de distintos g¨¦neros literarios para armar una peculiar novela de aventuras. O, si lo prefieren, una historia de carretera
En su octavo libro Eduardo Iglesias (San Sebasti¨¢n, 1952) ha tomado elementos de distintos g¨¦neros literarios para armar una peculiar novela de aventuras. O, si lo prefieren, una historia de carretera, que es como define el Cantar de mio Cid uno de los protagonistas de la obra, llamado "el viejo" y admirador de Ruy D¨ªaz de Vivar. A los amantes de los nombres antiguos no les importar¨¢ que diga, para aclararnos, que es una aventura posmoderna con su pizca de ¨¦pica.
Ambientada en un futuro indeseable donde masas de pobres y desplazados vagan por el pa¨ªs, la historia narra el encuentro fortuitode dos mujeres y tres hombres. Olivia y la camionera son las mujeres, y el viejo, el chaval y el furtivo, los varones. Los cinco coinciden por las carreteras, pueblos y campos de la frontera entre Navarra y Arag¨®n, y deciden formar una banda de ladrones de bancos. Pero el relato se inicia mucho antes, con una serie de escenas divertidas, ligeras y vertiginosas en donde los di¨¢logos y el tono son de chanza. M¨¢s adelante el viejo y el chaval se instalar¨¢n en un pueblo abandonado junto a un pantano y, entonces s¨ª, compondr¨¢n la pandilla de salteadores. La aparici¨®n de esta trama tard¨ªa compite en parte con la de los amores del chaval con Olivia y de la camionera con el viejo, hasta el punto de que a mitad del libro uno tiene la sensaci¨®n de que el narrador ha llegado a un cruce de caminos y no sabe muy bien por cu¨¢l de los dos tirar ¡ªo c¨®mo apa?¨¢rselas para que corran entrelazados¡ª.
El impasse se resuelve con prisa, y es una pena porque la construcci¨®n contaba con los elementos suficientes como para un desarrollo m¨¢s amplio. No me refiero a la sucesi¨®n de atracos ni a las muestras de generosidad justiciera por parte del viejo, que roba a los bancos para dar a los pobres. De hecho, en estos dos casos hubiera bastado con una muestra de cada una de esas acciones y el uso de la elipsis. M¨¢s bien pienso en el desarrollo de los amores y en la profundizaci¨®n en las motivaciones de los personajes, sobre todo del furtivo, que son las que propician el final. A falta de ellos, la novela termina de una manera sorprendente, pero m¨¢s por lo inesperado y arbitrario que por tratarse de un desenlace ingenioso o admirable.
Los elegidos. Eduardo Iglesias. Los libros del Lince. Barcelona, 2014. 199 p¨¢ginas. 17 euros.
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