?Los genios y sus musas?
Si ya es complicado alcanzar el estatus ¡ªy muchos llegan por pura propaganda¡ª, en el caso de los talentos femeninos la cosa se pone m¨¢s fea
Me pongo enferma cada vez que escucho o leo el t¨¦rmino ¡ªy lo escucho y lo leo a menudo¡ª porque la palabra surge insidiosa cada vez que sale el nombre de Miguel ?ngel o Picasso; Leonardo, Goya o hasta Dal¨ª. Dicho de otro modo, los ¡°grandes maestros de la tradici¨®n cl¨¢sica¡± siempre van unidos a este absurdo sustantivo: ¡°El genio¡±. La palabra ha dado incluso nombre a colecciones o fasc¨ªculos y, si se teclea en Google, la opci¨®n es infinita: grandes genios de la pintura, la m¨²sica, la historia, la literatura, la cocina¡
Me parece una definici¨®n tan anticuada y banalizada, sobre todo tan oportunista en busca del ¨¦xito ¡ªsi son genios hay que comprar el fasc¨ªculo o ir a visitar la exposici¨®n¡ª, que propondr¨ªa una especie de multa simb¨®lica del tipo que sea cada vez que se use ¡ªo se abuse¡ª del t¨¦rmino. ¡°El genio de Cervantes¡±: multa. ¡°Picasso es uno de los grandes genios de la pintura del siglo XX¡±: otra multa.
Lo cierto es que, adem¨¢s de obsoleto, se trata de un t¨¦rmino excluyente, dado que ¡ªno s¨¦ si se han fijado¡ª no s¨®lo son escasos esos ¡°genios¡±, sino que la mitad de la humanidad no puede, por decreto, siquiera aspirar a la genialidad. Me refiero, claro, a las mujeres, expulsadas a priori hasta de la posibilidad de convertirse en genios. Porque si ya es complicado alcanzar el estatus ¡ªy que conste que muchos llegan por pura propaganda¡ª, en el caso de los talentos femeninos la cosa se pone m¨¢s fea si cabe. Eso s¨ª, las mujeres podemos ser musas y ya se va sabiendo que muchas musas fueron en realidad las autoras de las obras de los ¡°genios¡±, que en el estudio y la intimidad las cosas se complican mucho ¡ªpiensen en Rodin y Claudel, por poner el ejemplo m¨¢s manoseado del genio productivo y su supuesta musa triste¡ª.
La imposibilidad ¨²ltima de ser encumbradas en la genialidad no es nada nuevo. La tan comentada disputa sobre la imposible genialidad de las mujeres se reaviva a finales del siglo XIX, capitaneada por Otto Weininger y sus reflexiones a prop¨®sito de la falta de memoria de las mujeres al carecer de autoconciencia ¡ªde alma¡ª, y por Nietzsche, cuyas ideas se inscriben dentro del debate finisecular sobre ¡°genio¡±, degeneraci¨®n y mujer. Es entonces, y al hilo de las primeras manifestaciones de las ¡°nuevas mujeres¡± ¡ªesas j¨®venes que persegu¨ªan formas de vida alternativas, m¨¢s libres¡ª, cuando se reescribe tambi¨¦n la noci¨®n de musa que pierde parte de su genealog¨ªa cl¨¢sica ¡ªla que inspira¡ª y abre un nuevo camino de silencios que, sin duda, se organiza en torno al temor causado por las posiciones que las mujeres van ganando en ese momento hist¨®rico. Hasta cierto punto fundamentado en la teor¨ªa de la bisexualidad aplicada al ¡°genio¡± ¡ª¡°embarazado espiritual¡± y ¡°hombre madre¡± son expresiones usadas por Nietzsche¡ª, el fil¨®sofo se quita de un plumazo a las mujeres hasta de ese papel de inspiradoras que hist¨®ricamente se les atribuye.
No es de extra?ar: Nietzsche tiene mucho de visionario y el papel de musa no estaba exento de cierto poder para las mujeres. Pi¨¦nsenlo un momento. Despu¨¦s de la llegada del conceptual, ?de qui¨¦n termina por ser la autor¨ªa de una obra si el ¡°genio¡± ejecuta lo que la ¡°musa¡± le dicta? Tal vez por este motivo ya a mediados del siglo XX el poeta Wallace Stevens niega expl¨ªcitamente la naturaleza femenina de la musa: ¡°Ya no tengo que creer que hay una musa m¨ªstica, hermana del Minotauro. Ese es otro de los monstruos que me alimentaron, que he agotado¡±, escribe.
Mejor as¨ª. Fuera musas y fuera ¡°genios¡±, papeles absurdos y obsoletos. Y fuera ¡°genias¡±, naturalmente, que nadie quiere reproducir los malos h¨¢bitos del discurso de autoridad.
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