Unas gotas de Michael Mann

A las pel¨ªculas de Michael Mann siempre les ha bastado con Michael Mann. M¨¢s all¨¢ de la debilidad de algunos guiones (Ali, Corrupci¨®n en Miami), el talento del director acababa conformando obras de irresistible poder visual, de esperanzadora b¨²squeda de los mecanismos de representaci¨®n de la violencia, f¨ªsica y mental. Y si adem¨¢s hab¨ªa un gran guion detr¨¢s (Heat, El dilema, Collateral...), las pel¨ªculas sensacionales, esas que el tiempo puede convertir en obras maestras, iban apareciendo sin remedio. Pero el esquel¨¦tico gui¨®n de Blackhat,del debutante Morgan Davis Foehl, alrededor del terrorismo cibern¨¦tico como nueva forma de guerra del siglo XXI, no hay quien lo levante m¨¢s all¨¢ de unos espor¨¢dicos chispazos de genio. Es la tumba habitual de los artistas de la c¨¢mara que no escriben, que necesitan libretos a la altura de su br¨ªo, o al menos con posibilidades, y eso a veces no se encuentra.

De todos modos, en los ¨²ltimos trabajos de Mann se nota una querencia cada vez mayor por el minimalismo tem¨¢tico, como si el director de Ladr¨®n prefiriese el reto al triunfo. Algo de eso hab¨ªa ya en su pen¨²ltimo trabajo, Luck, la serie creada por David Milch de la que Mann dirigi¨® el magn¨ªfico episodio piloto. Magn¨ªfico por Mann, porque la serie se fue despe?ando poco a poco entre lo ¨¢rido, lo farragoso y lo directamente anor¨¦xico. Como Blackhat, con un infumable arranque que intenta representar un flujo de datos inform¨¢ticos malignos, su primera losa, y que s¨®lo se sostiene durante esas coreograf¨ªas del disparo del director, entre el espect¨¢culo, el dolor y la l¨ªrica, o esas ceremonias nocturnas visualizadas en digital, con la inimitable textura de un poeta de la profundidad de campo que, por esta vez, se ha fiado demasiado de s¨ª mismo.