Al maestro con cari?o
Un libro de cr¨®nicas rescata del olvido los textos del periodista argentino Tom¨¢s Eloy Mart¨ªnez durante su exilio en Venezuela
Ciertas maneras de no hacer nada (La hoja del norte, 2015) es el regreso del recuerdo de Tom¨¢s Eloy Mart¨ªnez (1934-2010) a una ciudad, Cartagena, que quiso mucho, y en la que ayud¨® a forjar uno de los proyectos m¨¢s importantes del ¨²ltimo tramo de su vida: La Fundaci¨®n de Nuevo Periodismo Latinoamericano (FNPI) de su amigo Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez. El libro es una selecci¨®n de los textos escritos en Venezuela durante su exilio de siete a?os (1976-1983), pero a la vez es tambi¨¦n el rescate de una ¨¦poca en la que para sobrevivir el autor de Santa Evita se entreg¨® con pasi¨®n al periodismo.
Fue el tiempo que antecedi¨® a su consagraci¨®n definitiva como novelista e intelectual. Fue en Caracas donde escribi¨® por entregas La novela de Per¨®n. Parafraseando una de sus ficciones, despu¨¦s de vivir en la capital de Venezuela nunca m¨¢s ser¨ªa el mismo. Como bien anota el prologuista y editor del libro, Sergio Dahbar, Mart¨ªnez nunca m¨¢s ejerci¨® el periodismo como lo hizo cuando tuvo que sobrevivir en Caracas en esos a?os inciertos para Argentina. De aquel tiempo son sus mejores cr¨®nicas, ya compiladas en un libro can¨®nico del g¨¦nero ¨CLugar com¨²n la muerte (1979)¨C, y ¨¦stas que aparecen justo en el mes que se cumple el quinto aniversario de su desaparici¨®n.
Su llegada a Caracas supuso el desmoronamiento de todas las paradojas sagradas del periodismo venezolano de la ¨¦poca: unos tipos de izquierdas que, sin embargo, segu¨ªan a pie juntillas la cartilla de las agencias estadounidenses de noticias para escribir las informaciones. Mart¨ªnez le ense?¨® a los j¨®venes venezolanos de la ¨¦poca el compromiso con el texto y maneras m¨¢s creativas de escribirlo. Un art¨ªculo de prensa exig¨ªa la misma dedicaci¨®n que un relato de ficci¨®n.
Para celebrar la dicha de haberle conocido, que no conmemorar su partida, tres de sus amigos ¨Cel propio Dahbar, el director de la FNPI Jaime Abello Banfi y Juan Villoro- se reunieron a recordar sus an¨¦cdotas del escritor argentino. Generoso, chismoso y supersticioso, pero sobre todo dotado de una sabidur¨ªa que comparti¨® sin reservas con sus disc¨ªpulos. Jaime Abello, por ejemplo, a¨²n conserva copias de los correos electr¨®nicos y en ocasi¨®n del conversatorio organizado por el Hay Festival los reley¨® para sentirse m¨¢s cerca de su recuerdo. El director de la FNPI le guarda inmensa gratitud por una raz¨®n: nadie que no sea generoso es capaz de asumir el papel an¨®nimo de editor del primer libro que public¨® la fundaci¨®n con las clases magistrales que dictara Ryszard Kapuscinski en Ciudad de M¨¦xico y Caracas. ¡°El consideraba que era muy valioso que las nuevas generaciones de periodistas pudieran leer ese material y aprendieran de ¨¦l¡±, cont¨® Abello.
En alg¨²n momento de la charla Villoro evoc¨® la famosa cena que ofreci¨® en 1993 el entonces presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, a Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez y a Carlos Fuentes. Para marcar la diferencia de mirada entre el Nobel y el autor de La muerte de Artemio Cruz, Villoro compar¨® la impresi¨®n que ambos tuvieron del mandatario finalizada la cena. Fuentes, que ve¨ªa el mundo a trav¨¦s de las ideas, hab¨ªa quedado maravillado con la capacidad de memorizaci¨®n y el conocimiento de la literatura de Clinton, que esa noche fue capaz de recitar tres p¨¢ginas de memoria de Cien a?os de soledad. Gabo, en cambio, se hab¨ªa fijado en un detalle aparentemente nimio pero que dice mucho de la forma c¨®mo trabajaba: mientras transcurr¨ªa la velada y Clinton impresionaba a sus invitados con su exhibici¨®n de buena memoria, el Nobel advirti¨® que el hombre m¨¢s poderoso de la tierra no hab¨ªa probado bocado. Luego lo persigui¨® hasta la cocina para verlo morder un trozo de pan. ¡°Era el retrato del hombre m¨¢s m¨¢s poderoso del mundo comiendo restos de pan¡±, coment¨® Villoro.
Tom¨¢s Eloy Mart¨ªnez, coincidieron todos, pertenec¨ªa al segundo grupo. Siempre estaba atento a los detalles y ten¨ªa tal don de persuasi¨®n que convenc¨ªa a sus amigos de las situaciones m¨¢s inveros¨ªmiles. He ah¨ª la respuesta a la pregunta de por qu¨¦ sus ficciones parecen casi obras de no ficci¨®n. ¡°Es que sus novelas tienen un sustrato muy period¨ªstico¡±, reconoci¨® Villoro. Nadie como ¨¦l para convertir la mentira en verdad.
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