Los esp¨ªas
En Espa?a nos hemos acostumbrado a que el ministro Montoro sacuda con filtraciones de inspecci¨®n de Hacienda a sus rivales electorales, pero no dedique la misma medicina a esc¨¢ndalos que afectan a su partido
Al cine y a la televisi¨®n siempre les ha fascinado el funcionamiento de los servicios secretos de la Estado. A la espera de que llegue a Espa?a el documental Citizenfour, nominado al Oscar, donde Laura Poitras cuenta su entrada en contacto con Edward Snowden y las revelaciones sobre el grado de control en las comunicaciones por parte de la NSA norteamericana, recibimos noticias desasosegantes sobre el uso de informaci¨®n secreta en la pelea cotidiana. En Espa?a nos hemos acostumbrado a que el ministro Montoro sacuda con filtraciones de inspecci¨®n de Hacienda a sus rivales electorales, pero no dedique la misma medicina a esc¨¢ndalos que afectan a su partido, propiciando una confusi¨®n triste entre instituciones y Gobierno. Seguimientos y filtraciones de informes policiales, tan oportunos como luego desautorizados, jalonan cada pelea electoral para pasmo ciudadano. Sabemos que fue la lista de clientes con cuentas secretas protegidas en Suiza difundida por Falciani la que ha propiciado las m¨¢s sonadas investigaciones, lo que alumbra la opacidad con la que funciona el delito fiscal en los para¨ªsos y la inoperancia de los mecanismos de control.
En Francia, los defensores de Dominique Strauss-Kahn conf¨ªan en desmontar las ¨²ltimas acusaciones sexuales contra ¨¦l relacionando la intervenci¨®n de sus comunicaciones con el mandato de Sarkozy. En Argentina, tras la muerte del fiscal Nisman, la presidenta Kirchner ha procedido a la refundaci¨®n de los servicios secretos. Es obvio que el disparo que acab¨® con la vida de un fiscal en el d¨ªa previo a su comparecencia perjudicaba a la credibilidad de la presidenta. Pero la urgencia en la limpieza de la SIDE contribuye a la idea de una guerra en los s¨®tanos de poder, desatada cuando los intereses de unos y otros han dejado de coincidir.
En Colombia se ha entregado la antigua jefa del espionaje. Llevaba cuatro a?os fugada en Panam¨¢ para eludir las investigaciones que apuntaban a su responsabilidad en los casos de escuchas. Defendida por el antiguo presidente Uribe, no deja en buen lugar el manejo de la informaci¨®n y el espionaje al servicio de intereses particulares. He ah¨ª el peor enemigo de los servicios secretos. Todo el mundo acepta los turbios m¨¢rgenes del poder, pero demasiadas veces se desv¨ªan hacia un uso menor, parcial, interesado y selectivo.
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