El museo de la mafia
La pol¨¦mica colecci¨®n consagrada al crimen organizado recuerda a algunos de los delincuentes m¨¢s conocidos de EE UU
Apuestas ilegales, tr¨¢fico de drogas, prostituci¨®n, falsificaci¨®n de dinero y documentos¡ La mafia, su evoluci¨®n, sus protagonistas, lucen en un edificio de tres plantas ubicado donde terminan los clubs de Las Vegas y comienza el desierto de Nevada. Informaci¨®n detallada de las cinco familias de Nueva York, la ley seca, el contrabando. Una sucesi¨®n de rostros familiares, estampas que parecen salidas del cine. Un estereotipo tras otro, de vitrina en vitrina. Tres pisos completos para el llamado Museo de la Mafia, donde se cuenta la historia de los delincuentes m¨¢s conocidos de EE UU. Im¨¢genes familiares, recordatorios de primera comuni¨®n, y actas de defunci¨®n y de matrimonio incluidas...
?Qu¨¦ sentido tiene dedicar un museo a las actividades de los mafiosos? Gran parte de la ciudad se opuso a su construcci¨®n durante m¨¢s de dos a?os, especialmente los ciudadanos de origen italiano. Se organizaron y manifestaron en contra de lo que consideran una lacra para su evoluci¨®n e integraci¨®n en la sociedad estadounidense. Pero el 14 de febrero de 2014, un museo consagrado al crimen organizado, un eufemismo com¨²n para referirse a la mafia, abri¨® las puertas en la parte antigua de Las Vegas. La efem¨¦ride no es casual, la localizaci¨®n tampoco. El d¨ªa de San Valent¨ªn de 1929, Al Capone, el m¨¢s c¨¦lebre de los personajes, mand¨® aniquilar a siete miembros de la familia Morgan, la ¨²nica que se decidi¨® a plantarle cara en su territorio, Chicago. Atenci¨®n especial merecen la ley seca o aquellos trabajadores de casinos que terminaron perdiendo el control y sisaron a la banca.
Por un lado se esgrime el innegable valor hist¨®rico. Branda Hengel, directiva del centro, defiende su funci¨®n, no tanto con cifras, pues es el tercer museo en visitantes en la costa Oeste, como por lo que se cuenta. ¡°Las Vegas creci¨® de la mano de muchos de los personajes que aqu¨ª aparecen. Para bien y para mal. Negarlo no tiene sentido¡±, dice. Por otro, los interesantes avances tecnol¨®gicos que trajo consigo la sofisticaci¨®n del crimen: ¡°Los primeros m¨¦todos para la detecci¨®n de huellas dactilares se crearon en las comisar¨ªas del centro. Lo mismo con las herramientas de escuchas. La investigaci¨®n forense, con su primera escuela, naci¨® aqu¨ª¡±, subraya Hengel. Aporta un dato m¨¢s: las primeras motos para patrullar, algo com¨²n hoy en todo el mundo, se inventaron para ir de punta a punta de este extra?o vergel en zona rocosa.
Bajo la tutela de Ralph Lamb, el sheriff entre 1961 y 1979, Las Vegas pas¨® de ser un oasis milagroso en la sequ¨ªa de la tierra roja a un centro de ocio y diversi¨®n sin aparente freno. En la sala central, a modo de altar, se exhiben su silla de montar, su winchester y sus espuelas.
En el museo, ubicado en el edificio que sirvi¨® de antigua comisar¨ªa, palacio de justicia y oficina de Correos, la sala central recrea un juicio. Una proyecci¨®n con luces bajas busca la inmersi¨®n del visitante en la escena. A pesar de mostrar el lado rom¨¢ntico de la vida en el hampa, tambi¨¦n se condenan los actos delictivos. Para finales de este a?o plantean una exposici¨®n fuera de lo normal, Mujeres que defienden la ley, un reconocimiento a las primeras asistentes legales, confidentes ¡ªen muchos casos prostitutas¡ª y polic¨ªas que se involucraron para luchar contra esta lacra.
La tienda de souvenirs est¨¢ colmada de sombreros negros de felpa con una cinta blanca, esposas, pijamas de rayas propios de presidiarios y libros con guiones de pel¨ªculas. Al salir, una advertencia de despedida, antes de cruzar la calle que pone fin a la antigua Las Vegas: ¡°Tengan cuidado ah¨ª fuera¡±. Muy propia del comandante Furillo de Hill Street. Buen consejo para volver a la mara?a de ne¨®n y bodas que solo duran hasta el siguiente amanecer.
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