Comun¨ªcate
Desde hace tiempo mi inter¨¦s por el ritmo de las calles est¨¢ decayendo hasta l¨ªmites ¨ªnfimos. La mayor¨ªa de los transe¨²ntes concentran su mirada en pantallas que al parecer contienen el universo
Hay un cuento no especialmente famoso de Poe en el que me gusta tanto su contenido como su t¨ªtulo. Es El hombre en la multitud. As¨ª me siento en los m¨²ltiples paseos solitarios y sin rumbo que mi abundancia de tiempo libre o las repentinas claustrofobias me permiten. Y si la cabeza no est¨¢ demasiado liada consigo misma o el estado de ¨¢nimo no es deplorable, miro con renovada curiosidad a los transe¨²ntes, sus expresiones, lo que denotan, lo que pretenden parecer, los encuentros, el lenguaje cotidiano, las discusiones, la actitud que acostumbra a ser tan reveladora del car¨¢cter de los que van conduciendo. Y estoy lleno de man¨ªas. Algunas con las que me divierto cantidad, como ponerme a observar fijamente las alturas sin moverme del mismo sitio. No falla. Siempre hay gente que se detiene a tu lado y comienza a mirar hacia arriba pregunt¨¢ndose qu¨¦ co?o est¨¢ ocurriendo en el cielo para que un zumbado lo escudri?e con tanta intensidad.
Pero desde hace tiempo mi inter¨¦s por el ritmo de las calles, la antropolog¨ªa y la gestualidad de sus transe¨²ntes est¨¢n decayendo hasta l¨ªmites ¨ªnfimos. La mayor¨ªa de ellos concentran su mirada en pantallas que al parecer contienen el universo, hablan con alguien al que no ven, ni huelen, ni sienten, a trav¨¦s de un tel¨¦fono que si es sofisticado no hace falta que lo toquen tus manos, toman fotograf¨ªas de los dem¨¢s o de s¨ª mismos, leen en e-books y consultan con gesto org¨¢smico el iPad. Al parecer, no es una adicci¨®n extenuante, sino la nueva y venturosa forma de comunicaci¨®n entre los seres humanos. Y no solo ocurre en las calles. Tambi¨¦n en bares y restaurantes, solos o acompa?ados, en el curro y en el descanso. No tengo dudas de que estos artilugios tambi¨¦n son acompa?antes fijos en el sexo, que follar es mucho m¨¢s gozoso con el smartphone al lado.
El homo tecnologicus me provoca m¨¢s miedo que los coches que no respetan los pasos de cebra. En breve leeremos en las necrol¨®gicas: ¡°Atropellado por viandantes que iban conectados a una m¨¢quina comunicativa¡±. Me cuenta una amiga que Hong Kong est¨¢ plagada de carteles que aconsejan no utilizar pantallas ni tel¨¦fonos en sem¨¢foros y escaleras mec¨¢nicas. Imagino que en nombre de la salud f¨ªsica, pero sobre todo mental.
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