Babette se fue a la guerra
Todo lo que son¨® ayer no ten¨ªa ya que ver con V¨ªctor sino con el colectivo moral, gigantesco, que ha dejado en la orilla sus canciones
Sali¨® Aute, que exhibe una vejez f¨ªsicamente inh¨®spita y delicada, sin pr¨¦stamos, con una bufanda blanca colgada del cuello como la de Valle, y empez¨® a cantar A donde ir¨¢n los besos. Ese tema tiene la evocaci¨®n de William Wordsworth y el primer esplendor de las cosas, las que nacen y se estropean, cuando no se puede cazar el instante para hacerlo volver. Brigitte Bardot, ni m¨¢s ni menos, y en Babette se va a la guerra. La cantaron los dos, Aute y V¨ªctor Manuel, y quien m¨¢s y quien menos pens¨® en lo perdido, que no es peor que lo ganado.
Despu¨¦s de la Bardot y a¨²n antes de la Bardot, que es como se divide la Humanidad m¨¢s all¨¢ de Cristo, pasaron todos, los de siempre, con novedades impresionantes y tradiciones de coleccionable, de las hay que escuchar arrodillado (Ana, Milan¨¦s, Rosendo, Poveda), pero algo se qued¨® enganchado en esa canci¨®n, una suerte de esp¨ªritu de fantasma de Canterville . Ni Asturias, que arranc¨® l¨¢grimas, ni la reivindicaci¨®n pol¨ªtica de los vencidos por la guerra, super¨® el instante que tuvo que ver esencialmente con el tiempo, el que se fue y de repente se instala como invitado.
Sali¨® Pablo, el cubano, y cant¨®: ¡°Amor que vigila el nido / todo se le vuelven sombras. / Maldigo las madrugadas a solas / peleando con la memoria / los fantasmas y las horas / las manos deshabitadas, solas¡±. Algo se ha ido quedando solo todos estos a?os, como si de repente lo que funcion¨® sufriese una amputaci¨®n perfecta, como la Venus de Milo, y resultase a¨²n m¨¢s bello sin nosotros. Todo lo que son¨® ayer, el S¨®lo pienso de ti con Drexler, el Soy un coraz¨®n tendido al sol de Sabina (¡°he venido porque ten¨ªa de telonero a Milan¨¦s y le puedo poner los cuernos a Serrat con V¨ªctor¡±), el Ay amor o el ¡°sol, polvo, fatiga y hambre¡± a capella en el Palacio, no ten¨ªa ya que ver con V¨ªctor sino con el colectivo moral, gigantesco, que ha dejado en la orilla sus canciones, el relato real de un madre que mata a su hijo con una dosis pura de hero¨ªna para no verlo sufrir. Eso lo cant¨® Sole, eso lo escribi¨® y lo cant¨® V¨ªctor.
Dos semanas antes de Navidad, en Casa Rafa, cerca del Palacio de Deportes donde ayer cant¨® 50 a?os de canciones, Victor Manuel se dispuso a cenar. Antes de abrir bocado le interrumpi¨® una pareja de franceses: ?sabr¨ªa ¨¦l, amable espa?ol, asturiano de las praderas, en qu¨¦ lugares de Madrid se pod¨ªa escuchar m¨²sica esa noche? V¨ªctor nombr¨® dos o tres, haciendo memoria. Esa noche de madrugada se subi¨® a un taxi como lo que es, un hombre de 67 a?os protegido del fr¨ªo, y en la madrugada de ayer se baj¨® del escenario como un cl¨¢sico, con los hombros cargados, rodeado del paisaje que ¨¦l mismo ayud¨® a pintar. Quedan dos o tres lugares en los que escuchar m¨²sica y dos o tres escuelas que quemar para besar en paz a Brigitte Bardot.
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