Paseando con Mr Padura
El autor cubano crea personajes complejos y fr¨¢giles en sus relatos Mejores los de los ochenta, los posteriores decaen
Hay pa¨ªses y condiciones, estigmas y querencias, clases sociales y melancol¨ªas que son parte de uno mismo y todo intento de huir deviene in¨²til. Si se trata de un escritor, su manera de ver el mundo es a trav¨¦s de las palabras. Y ¨¦stas son agentes dobles que le sirven tanto al escritor como a su enemigo, el sitio del que vienes. Imposible escapar del barrio, del cari?o o la crueldad en tu ni?ez, del desamparo de Yahv¨¦ ante el exterminio, de la derrota, la soberbia o la quimera. Los creyentes han de explicar su fe, los alemanes el nazismo y los cubanos su revoluci¨®n. El entusiasmo, la decepci¨®n, la justicia igualitaria, Javier Sotomayor, la hambruna y Gloria Estefan en Miami. Una y otra vez. Por todo ello, ?basta con marcharse de la isla para librarse de Cuba? Casi con toda seguridad, no. Y si hubiera alguna posibilidad, ah¨ª estamos el resto del mundo para evitarlo. Enjuiciarlos, pedirles que se rebelen o que resistan. Afearles que se harten y protesten por la escasez de alimentos o cachondearnos de su querencia por los padres revolucionarios o por darle al ch¨¢ndal rango de etiqueta campechana. Uno sabe lo que quiere encontrar en los libros de Mario Conde que Leonardo Padura (La Habana, 1955) sirve en su cantidad justa desde Pasado perfectoen 1991. Ron Habana. Etiqueta blanca. Y perdonen el t¨®pico.
Tusquets re¨²ne todos sus cuentos en este volumen de sugerente t¨ªtulo, Aquello estaba deseando ocurrir. Se trata de relatos en el que el m¨¢s antiguo es de 1987 y el m¨¢s reciente de 2009. Todos los textos tienen un enfoque y zoom muy similar. Escenas cotidianas, reiteradamente vividas por sus personajes, por lo que a ellos les es indiferente en qu¨¦ momento el escritor conecte y apague el proyector. Personajes atrapados por un destino que les supera y del que por su inevitabilidad ha acabado siendo olvidado. Personajes que tratan de no naufragar m¨¢s all¨¢ de lo imprescindible entre el desamparo y la soledad, la aceptaci¨®n de todas las derrotas y la imposibilidad de que las cosas cambien a menos que el azar tenga aquella noche los dados borrachos. El autor de El hombre que amaba los perros y poseedor de Hammett, Chandlers y algunos premios m¨¢s egregios (Nacional de Literatura, Cr¨ªtica, Orden de las Letras¡) nos habla de Angola y la melancol¨ªa, de la imposibilidad de Venecia y de que esa noche caces a alguien como Anselmo, de oportunidades vencidas por el tiempo y por el temor a caer otra vez m¨¢s, de amar y saber que nunca has sabido hacerlo. Personajes que creen haber atrapado con un anzuelo el pasado solo para comprobar la imposibilidad de dar vida a L¨¢zaro.
Padura es un magn¨ªfico creador de personajes veros¨ªmiles, complejos, que se levantan del papel, en especial aquellos que m¨¢s all¨¢ de sus contradicciones son de una suma fragilidad. Pese a esto, la pieza no se le desmenuza al autor. Son personajes en escenarios en los que uno ya prev¨¦ el final y casi el desarrollo, pero la prosa el¨¢stica y elegante de Padura hace que te pongas los patines y le acompa?es. Los mejores son aquellos que abarcan la d¨¦cada de los ochenta. Todos te hacen sentir el pellizco de la melancol¨ªa al leerlos. Es soberbio ¡®El cazador¡¯ (1990), sobre un chapero homosexual, y excelentes ¡®Adelaida y el poeta¡¯ (1988), ¡®Seg¨²n pasan los a?os¡¯ (1985), ¡®La pared¡¯ (1989) o ¡®Los l¨ªmites del amor¡¯ (1987). A partir de 1990 parece que Padura pierde esp¨ªritu competitivo o gana autocomplacencia porque, aunque es demasiado buen escritor para no hacer decente cualquier historia, a veces los cuentos o son envoltorios o tienen puesto el piloto autom¨¢tico. Envoltorios para el erotismo y un procaz buen polvo entre cubano y cu?ada y/o italiana casada (¡®Nochebuena con nieve¡¯ (1999) o ¡®El destino: Milano-Venezia (v¨ªa Verona)¡¯ (1996), o son de paseo para Miss Daisy, con Padura en el asiento de atr¨¢s, conducci¨®n autom¨¢tica, itinerario irrelevante y baches ni uno. No hay saldos, aunque lo de endosarnos otra historia de jovencito deslumbrado por madura cantante de boleros no sabe uno si se lo acabar¨¢ de perdonar.
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