?Est¨¢ Franco en el infierno?
Cuarenta a?os desde la muerte del dictador todav¨ªa sobreviven entre nosotros vestigios de su paso por el mundo
Cuarenta a?os desde la muerte en cama y con heces en melena del siniestro dictador de voz aflautada y mano siempre presta a firmar la sentencia de muerte (disculpen el rencor, tan desfasado y generacional). Todav¨ªa sobreviven entre nosotros vestigios de su paso por el mundo, y no me refiero solo a nombres de calles y a muertos sin sepultura, sino a actitudes y pulsiones observables en el modo en que aqu¨ª algunos entienden la pol¨ªtica y el ejercicio del poder (tambi¨¦n en la izquierda, por cierto): que aquel tipo dej¨® huella (adem¨¢s de pantanos) es indudable. Desde mi resentida parcialidad, no puedo evitar represent¨¢rmelo como aquel gigante de c¨®mic (¨¦l, que era tan escaso de talla) con aires de golem que se pasea con su formidable maza entre las ruinas de la ciudad que ha destruido y la multitud de cad¨¢veres que ha dejado a su paso: v¨¦anlo en el impresionante (y ultrakitsch) lienzo ?Calamidad! (1901), de Henri Camille Danger, que cuelga en la estupenda exposici¨®n El canto del cisne, en la que la Fundaci¨®n Mapfre (Madrid) ha reunido una significativa muestra de la pintura acad¨¦mica de la colecci¨®n del Museo de Orsay. Le va bien al personaje Franco, tal como a¨²n me lo represento, lo pompier, lo exagerado, lo ubuesco. Y tambi¨¦n ese sentimiento apocal¨ªptico cultivado por muchos artistas del XIX que expresaba las ansiedades rom¨¢nticas y posrom¨¢nticas ante un mundo en el que las certezas ilustradas ya no consolaban: de John Martin a Delacroix o Arnold B?cklin, los museos guardan testimonio de aquellos miedos de los que ?Calamidad! da buena cuenta a su modo exagerado y tremendo. En todo caso, las editoriales tambi¨¦n conmemoran el aniversario de la muerte de nuestro ¨²ltimo dictador (crucemos los dedos). De entre los libros que me han llegado ¨²ltimamente, selecciono tres muy diferentes que retoman directa o indirectamente la figura del General¨ªsimo. El m¨¢s expl¨ªcito es Franco, biograf¨ªa del mito, del profesor Antonio Cazorla, un libro publicado originalmente por Routledge, del que Alianza publica ahora la traducci¨®n (en realidad, actualizaci¨®n) espa?ola. Su autor, catedr¨¢tico de historia en Ontario, pero nacido en el poblado marginal de La Chanca (Almer¨ªa), no oculta su opini¨®n: ¡°Estoy convencido de que fue un hombre cruel, ego¨ªsta y un tirano que hizo mucho da?o a millones de personas y al pa¨ªs¡±, a pesar de que confiesa que se sinti¨® triste cuando, a los 12 a?os, se enter¨® de que hab¨ªa muerto. Su libro, divulgativo y dirigido originalmente a un lector no espa?ol, recorre una biograf¨ªa m¨¢s exhaustivamente contada por otros autores, pero tiene el m¨¦rito de explorar el modo en que los mitos creados en torno al dictador fueron percibidos y reelaborados por los espa?oles. Matar a Franco, de Antoni Batista (Debate), recrea (con ciertas dosis de ¡°creatividad¡±) los sucesivos intentos de acabar con el tirano y sus consecuencias (como en el caso de Hitler, los apiolados siempre fueron los que lo intentaron), deteni¨¦ndose especialmente en el atentado del palacio de Ayete (San Sebasti¨¢n, 1962), que fue el que tuvo m¨¢s probabilidades de ¨¦xito. Por ¨²ltimo, Los amigos de Franco (Tusquets), del periodista Peter Day (subt¨ªtulo de la edici¨®n original: C¨®mo la inteligencia brit¨¢nica ayud¨® a llevar al poder a Franco en Espa?a), es un interesante trabajo que viene a completar, casi veinte a?os m¨¢s tarde, el estupendo libro de Enrique Moradiellos La perfidia de Albi¨®n,publicado por Siglo XXI y hoy nada f¨¢cil de encontrar. Los brit¨¢nicos, como se sabe (o mejor dicho, su clase m¨¢s conservadora), se obsesionaron por una presunta bolchevizaci¨®n de Espa?a y apostaron primero por el ¡°apaciguamiento¡± y, luego, por una neutralidad culposa, en la pr¨¢ctica c¨®mplice durante los primeros y m¨¢s terribles a?os de la dictadura. A veces disfruto record¨¢ndoselo.
Comedia
Como saben mis improbables lectores, en general evito recomendar libros cuya adquisici¨®n suponga un especial desembolso, una norma que incumplo con cierto pesar cuando considero que la relaci¨®n calidad-precio est¨¢ justificada. Siempre he pensado que el libro es, adem¨¢s de todo lo dem¨¢s (que es lo importante), una mercanc¨ªa industrial cuya materialidad tambi¨¦n puede y debe ser evaluada. Y el precio es uno de los elementos que pueden disuadir o animar al lector-consumidor, algo que a menudo olvidan los cr¨ªticos, como si su labor s¨®lo hubiese de concernir a los ¡°contenidos¡±. En todo caso, el incumplimiento de esa norma propia sobre el precio me sucede con cierta frecuencia con editoriales como Taschen, que, adem¨¢s, suele reeditar m¨¢s tarde sus grandes obras en formato reducido, presentaci¨®n m¨¢s modesta y a precios m¨¢s asequibles. Estos d¨ªas ando entusiasmado con uno de sus maxilibros m¨¢s recientes, Los dibujos para la ¡®Divina Comedia¡¯ de Dante, de William Blake, un volumen de gran formato (99,99 euros) que incluye las 102 ilustraciones (en distintos grados de elaboraci¨®n) que el visionario poeta, pintor y grabador ingl¨¦s elabor¨® en los ¨²ltimos a?os de su vida para acompa?ar la obra cumbre del poeta florentino. Blake (1757-1824), animado por sus amigos (y conspicuos artistas del momento) John Flaxman y Johann Heinrich F¨¹ssli, aprendi¨® italiano para leer la Commedia en el original y poder enfrentarse con el mayor rigor a una obra cumbre del canon occidental que ya hab¨ªa sido ilustrada por importantes artistas durante los cinco siglos anteriores (este a?o, por cierto, celebramos el 750? aniversario del nacimiento de Dante). Contemplados ahora estos dibujos, bocetos y acuarelas, se tiene la impresi¨®n de que nada pod¨ªa adecuarse mejor a la cosmovisi¨®n herm¨¦tica y agitada del gran profeta brit¨¢nico de la modernidad que el extenso poema dantesco, con su inagotable galer¨ªa de personajes, escenarios y temas (la culpa, el castigo, la venganza, la redenci¨®n) y su eterna potencialidad para alimentar la imaginaci¨®n m¨¢s desbordada. Incluyendo, desde luego, la tradici¨®n literaria (y pl¨¢stica) de los ¡°viajes sobrenaturales¡± en la que se inscribe, iniciados en la cultura occidental con el descensus ad inferos de Ulises (Odisea, XI), y continuado con la visita al Hades de otros h¨¦roes fundacionales: Eneas, Cristo o san Pablo. Blake emprendi¨® su obra cuando se acercaba a los 70 a?os y el racionalismo de las Luces (el Enlightenment) ya estaba dando paso a una nueva sensibilidad (en literatura, auge de lo ¡°g¨®tico¡±), que estos dibujos reflejan en su personal¨ªsima interpretaci¨®n. De los 102 conservados, 72 est¨¢n dedicados al infierno, lo que confirma el mayor atractivo del mal y los condenados (los perdedores) como objeto de representaci¨®n. Por cierto, que para cuando Dante compuso su obra, Franco (v¨¦ase m¨¢s arriba) no era m¨¢s que un improbable germen en los designios de la Providencia, por lo que no aparece en el c¨ªrculo (el 7?) de los violentos, junto a sus colegas anteriores (Atila, por ejemplo) que permanecen para siempre all¨ª, sumergidos en la sangre hirviendo del Flegetonte y atormentados por los centauros. La edici¨®n de Taschen est¨¢ a cargo de Sebastian Sch¨¹tze y Maria Antonietta Terzoli, autores tambi¨¦n de los art¨ªculos introductorios que explican la gestaci¨®n de ambas obras.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.