Cosas que aprend¨ª la otra noche
El cr¨ªtico teatral sube al escenario y siente que el p¨²blico, en la oscuridad, parece un mar nocturno
Tengo una sensaci¨®n rara. Por un lado, como si no hubiera sucedido, como si lo hubiera so?ado. Por otro, no paran de volverme emociones. Har¨¢ un par de semanas sub¨ª al escenario del Romea porque Borja Sitj¨¤ tuvo la gentileza de invitarme a formar parte del ciclo Solos. ¡°Tienes el escenario para ti durante una hora. Haz lo que te apetezca¡±, me dijo. No lo cuento para darme pote, sino porque aprend¨ª mucho. Como en el ciclo hay grandes actores y yo todav¨ªa no estoy loco, decid¨ª hacer una lectura que se llam¨® Autobiograf¨ªa. Ped¨ª orientaci¨®n a mucha gente, tanta que no cabe aqu¨ª.
Me dieron consejos sabios, claros y pr¨¢cticos. Resumir¨¦ mucho. Israel Elejalde: ¡°Alterna los tonos. Los graves, los humor¨ªsticos. Encuentra el ritmo de cada pasaje. Y no corras¡±. Joan Oll¨¦: ¡°Deja que los textos respiren. Y te dir¨¦ algo que parece muy obvio pero que a menudo se olvida: al transcribirlos, procura que cada p¨¢gina acabe en un punto, para evitar pasarla a mitad de frase, que queda fatal¡±. Para esquivar el miedo, Irene Escolar me recomend¨®: ¡°Piensa siempre en el presente de cada fragmento. En la diana, como dice el maestro Donnellan. Y ten agua a mano. O piensa en medio lim¨®n: a veces, el escenario seca la boca. Pero, sobre todo, disfruta. Es un placer estar ah¨ª y contar historias¡±. Llu¨ªs Pasqual: ¡°Lee de pie. Proyectar¨¢s mucho mejor. Sentado, se comprime el plexo solar y se tiende a bajar la cabeza, a cerrarte¡±.
Me sent¨ª muy arropado. Me lo pas¨¦ en grande viendo trabajar a Sergio Lobaco y a Rai Segura, enormes t¨¦cnicos. Sergio me dijo: ¡°Para que est¨¦s tranquilo, te voy a poner las luces de modo que no veas ni una cara del p¨²blico¡±. Y lo hizo. Para el primer texto, sobre la guerra en Barcelona, Rai mont¨® rugidos de aviones, sirenas de alarma y el estallido de las bombas, mientras Sergio soltaba nubes de humo sobre el desierto pedregoso de Fedra. Y la banda sonora que arm¨® Rai son¨® de f¨¢bula.
Aquella ma?ana tuve un regalazo. Jos¨¦ Mar¨ªa Pou estaba con una gripe del siete, pero se pas¨® por el Romea para dirigirme. Pens¨¦ en el gran George S. Kaufman, al que llamaban ¡°The Big Fixer¡±: en un par de horas revis¨® todo y me dio indicaciones sensacionales. ¡°Lanza los textos como si tuvieras una enorme necesidad de comunicarlos. El p¨²blico ha de sentir esas ganas. Si son importantes para ti, lo ser¨¢n para ellos. Entra alto y sal alto: hay que saber cogerles y saber soltarles. Tienes tendencia a bajar los finales: evita eso. Y qu¨ªtate la gorra, que la visera te tapa la cara, te ensombrece. Parece que te est¨¦s escondiendo. Hay que ir a cara limpia¡±.
Montse Tix¨¦, gran regidora, at¨® todos los cabos y me dijo: ¡°Puede que te asustes al salir. Es normal, pero tan pronto notes que el p¨²blico responde con un silencio o una risa, te crecer¨¢s, te sentir¨¢s feliz y no querr¨¢s bajar de all¨ª¡±. As¨ª fue. El p¨²blico, en la oscuridad, parece un mar nocturno. La adrenalina me recorri¨® los brazos y tem¨ª el p¨¢nico. Luego sucedi¨® lo que Montse me hab¨ªa dicho: calma y alegr¨ªa. Y un gran placer, s¨ª. Al acabar, en el camerino, Pou se?al¨®: ¡°Mi trabajo consist¨ªa en observar y mejorar el tuyo pero, lo m¨¢s importante, en darte confianza¡±. Gracias, maestros.
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