Fascinaci¨®n por la penumbra
El uruguayo Felisberto Hern¨¢ndez es un narrador sin secuelas: nadie escribe como ¨¦l. Se inspir¨® en el desorden de la realidad
A los argentinos nos gusta pensar en la categor¨ªa de rioplatense cuando algo que ha surgido en la otra orilla del R¨ªo de la Plata nos seduce. Es un modo pr¨¢ctico de adue?arnos de Felisberto Hern¨¢ndez, de Onetti o de Levrero. Pero nuestros vecinos uruguayos saben de nuestro canibalismo intelectual y no caen en la trampa.
De los tres mencionados, el m¨¢s inasible es Felisberto Hern¨¢ndez. Nos despierta una fascinaci¨®n que no se aplaca con el tiempo, pero que permanece esquiva a las grandes ventas. As¨ª como cada uno de sus cuentos, ¨¦l mismo es un enigma. Un escritor sin secuelas, porque nadie escribe como ¨¦l. Y sin precuelas, aunque uno podr¨ªa emparentarlo con Bruno Schulz, por ejemplo. Otro raro, de profesi¨®n doble. Felisberto era pianista y compositor; Bruno, dibujante, retratista. Uno y otro evadieron la indagaci¨®n realista y la pretensi¨®n de verosimilitud, instalando una escritura an¨®mala, original, que parece un recorte fuera del tiempo. Literatura claustrof¨®bica la de Hern¨¢ndez, escindida de cualquier contexto social. Frenes¨ª l¨ªrico la de Schulz. Ambos se sumergen en la infancia con digresiones fant¨¢sticas que incluyen mu?ecas o maniqu¨ªes, extravagancias temporales y, tambi¨¦n, hombres t¨ªmidos con delirios de grandeza.
En su Explicaci¨®n falsa de mis cuentos (1955), Felisberto escribi¨®: ¡°En un momento dado pienso que en un rinc¨®n de m¨ª nacer¨¢ una planta. La empiezo a acechar creyendo que en ese rinc¨®n se ha producido algo raro, pero que podr¨ªa tener porvenir¡±. Adem¨¢s de negarle a esa creaci¨®n en ciernes una conciencia de s¨ª, una l¨®gica, le pide ¡°que no ocupe mucho espacio, que no pretenda ser bella o intensa, sino que sea la planta que ella misma est¨¦ destinada a ser, y ayudarla a que lo sea¡±. En ese texto, adem¨¢s, introduce una figura: la del contemplador. No hay escritor, sino alguien que contempla c¨®mo crece esa intenci¨®n de cuento.
Los narradores de sus relatos tambi¨¦n miran, a veces implicados, otras desde afuera. Sucede que el disparador de sus ficciones suele ser una imagen: ¡°Primero se ve¨ªa todo lo blanco¡± (El caballo perdido, 1943), ¡°En mi ¨²ltimo a?o de escuela ve¨ªa yo siempre una gran cabeza negra apoyada sobre una pared verde pintada al ¨®leo¡± (¡®Menos Julia¡¯, Nadie encend¨ªa las l¨¢mparas, 1950), ¡°Al lado de un jard¨ªn hab¨ªa una f¨¢brica y los ruidos de las m¨¢quinas se met¨ªan entre las plantas y los ¨¢rboles¡± (Las hortensias, 1949).
Nacido en Montevideo en 1902, Felisberto Hern¨¢ndez comenz¨® a estudiar piano antes de los diez a?os. Y no puede evadirse el hecho de que se dedic¨® alg¨²n tiempo a musicalizar pel¨ªculas mudas. Hab¨ªa escasez econ¨®mica en la familia. Entonces, las im¨¢genes en silencio eran convertidas por ¨¦l en sonido, reinventadas en el teclado.
La vida amorosa de Felisberto Hern¨¢ndez hab¨ªa comenzado con un matrimonio convencional y despu¨¦s se orient¨® hacia lo imprevisible
Sin trama, aunque enlazadas en la oscuridad de un cine, los fotogramas dan cuenta del enrarecimiento, la m¨²sica pasa a ser una respiraci¨®n que alienta o ralentiza la acci¨®n, seg¨²n el criterio del pianista. Felisberto era un int¨¦rprete de escenas ajenas, oscuras. M¨¢s tarde, los conciertos en teatritos, la actividad errante. Estad¨ªas breves en pueblos, ciudades chicas o balnearios. La escasez de luz se repite en sus ficciones, hay organismos solitarios de visita y uno debe habituar las pupilas a la escasez de iluminaci¨®n para entrever la forma. Los cuentos parecen nacer del deseo de encender levemente esas zonas desatendidas, donde no hay vestigio concreto de lo acontecido sino una emisi¨®n tibia de lo que ya no es. Mirar hacia atr¨¢s se parece a matar el presente. Sus personajes parecen ideas sin tiempo. Objetos, seres, muebles o pensamientos conviven en el mismo escalaf¨®n de realidad. Como apariciones veladas, absurdas, en sus relatos se cruza una extra?a memoria dom¨¦stica de las cosas, con cierta penumbra irracional. Los personajes tienen pensamientos extra?os, se desconocen. A veces, el amor es el modo de adormecerlos: ¡°Esa misma noche le confes¨¦ que mir¨¢ndola descansaba de unos pensamientos que me torturaban¡±. Y entonces, interviene lo inesperado, el narrador le manifiesta a la misma se?orita que ¡°mi cabeza era como un sal¨®n donde los pensamientos hac¨ªan gimnasia, y que cuando ella vino todos los pensamientos saltaron por la ventana¡± (Las dos historias, 1950). En otras ocasiones, la ausencia de amor provoca escenas enrarecidas, como las que atesora Horacio, el protagonista de Las hortensias, un coleccionista de situaciones perversas que incluye mu?ecas en vitrinas y cuerpos llenos de agua caliente.
Creo que mi especialidad est¨¢ en escribir lo que no s¨¦, pues no creo que solamente se deba escribir lo que se sabe" Felisberto Hern¨¢ndez
La vida amorosa de Felisberto Hern¨¢ndez hab¨ªa comenzado con un matrimonio convencional y despu¨¦s se orient¨® hacia lo imprevisible. En 1947, despu¨¦s de un segundo divorcio, conoci¨® en Par¨ªs a ?frica de las Heras, o Mar¨ªa Luisa, o Ivonne, tales los seud¨®nimos que utilizaba indistintamente la veterana de guerra y esp¨ªa del KGB que lo conquist¨® con fines estrat¨¦gicos. ?frica deb¨ªa crear una red latinoamericana dedicada al espionaje y el escritor montevideano le serv¨ªa de tapadera. Ella simul¨® ser modista y lo sedujo sin p¨¦rdida de tiempo. Se casaron en Montevideo al a?o siguiente y fueron infelices durante dos a?os. ?l nunca supo de las actividades de ella, aunque las labores de la se?ora Hern¨¢ndez parec¨ªan creadas por la imaginaci¨®n de Felisberto. ?frica transmit¨ªa en clave mensajes desde Montevideo a trav¨¦s de una m¨¢quina denominada Enigma. ¡°Estando bien las m¨¢quinas, no hay ning¨²n inconveniente¡±, escribi¨® ¨¦l en el pasaje final de La casa inundada. ¡°A la noche muevo la palanca, empieza el agua de las regaderas y la se?ora se duerme con el murmullo¡±.
Hubo m¨¢s amores, y despu¨¦s, el reconocimiento. La leucemia dijo basta en 1964. Pero quedaron sus cuentos, sutiles pesadillas que gatean despacio a la hora del crep¨²sculo.
En el tomo I de las Obras completas del escritor, publicadas en 1983, aparece esta autorreflexi¨®n de Felisberto sobre su obra: ¡°Creo que mi especialidad est¨¢ en escribir lo que no s¨¦, pues no creo que solamente se deba escribir lo que se sabe. Y desconf¨ªo de los que en estas cuestiones pretenden saber mucho, claro y seguro. (¡) Me seduce cierto desorden que encuentro en la realidad y en los aspectos de su misterio. Y aqu¨ª se encuentran mi filosof¨ªa y mi arte¡±.
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