¡®L¡¯her¨¨ncia¡¯: legado, comunidad, transmisi¨®n

El estreno de L¡¯her¨¨ncia, la traducci¨®n al catal¨¢n de The Inheritance de Matthew L¨®pez, es uno de los acontecimientos teatrales de la temporada en Barcelona. Esta obra monumental se estren¨® en el Young Vic de Londres en 2018, encumbrando a Matthew L¨®pez como uno de los dramaturgos de su generaci¨®n y est¨¢ considerada la m¨¢s importante del teatro norteamericano del siglo XXI. Ah¨ª es nada. Inspirada en Howards End de E. M. Forster, narra la vida y los amores de una serie de hombres gais en Nueva York, entre 2015 y 2018. Es decir, durante la (primera) victoria de Donald Trump: la casualidad electoral ha querido que ahora dialogue fatalmente con lo que sucede al otro lado del oc¨¦ano Atl¨¢ntico.

Un grupo de hombres j¨®venes (guapos, inteligentes, divertidos) se encuentran en una especie de taller de escritura: tienen ganas de contar su historia. Matthew L¨®pez nos habla de la importancia de los relatos personales para entender nuestro presente, y lo hace relacionando estos j¨®venes con una pareja mayor, Walter y Henry, supervivientes de unos a?os ochenta en los que vieron morir a la mayor¨ªa de sus amigos por culpa del sida. El amor, la amistad, la ambici¨®n o el miedo recorren las m¨¢s de seis horas que dura el espect¨¢culo: se trata, de hecho, de dos montajes de tres horas que se pueden ver de forma independiente (los jueves y viernes) o en marat¨®n (los s¨¢bados y domingos).

Josep Maria Mestres dirige con oficio y mano firme un gran espect¨¢culo (con trece actores), apost¨¢ndolo todo a la interpretaci¨®n: el espacio dise?ado por Lluc Castells reproduce la sala de ensayo del Lliure (algo que el p¨²blico no tiene por qu¨¦ saber) y la acci¨®n avanza con agilidad y ritmo. La grandeza del texto (espl¨¦ndida traducci¨®n de Joan Sellent) se goza casi m¨¢s leyendo que viendo el montaje: las escenas donde los amigos discuten acaloradamente sobre la historia del colectivo LGTBI y sus referentes resultan teatralmente poco cre¨ªbles, a pesar del empe?o del director y los int¨¦rpretes.

Carles Mart¨ªnez nos regala un doble papel de premio: su largo mon¨®logo de la primera parte es uno de los momentos teatrales de la d¨¦cada

Encontramos, entre el extenso reparto, diversas interpretaciones excepcionales. Carles Mart¨ªnez nos regala un doble papel de premio: su largo mon¨®logo de la primera parte es uno de los momentos teatrales de la d¨¦cada. Punto. Abel Folk retrata con gran humanidad un hombre aparentemente triunfador que no puede ocultar un miedo atroz, una herida del pasado que nunca ha conseguido sanar. Albert Salazar brilla como Eric Glass, y la fragilidad que imprime al personaje nos hace quererlo como si fuera nuestro amigo o hermano peque?o. El joven Marc Soler se revela como un actor a tener muy en cuenta en su doble papel de Adam y Leo: combina la emoci¨®n con un gran dominio de la expresi¨®n corporal (se nota su formaci¨®n en danza). Carlos Cuevas, aunque un poco encasillado en el papel de malote encantador, consigue hacernos emocionar, especialmente en la segunda parte. Entre los muchos secundarios, destacan Dafnis Balduz y Llu¨ªs Marqu¨¨s que, como todo el reparto, interpretan varios papeles. La ¨²nica mujer del montaje aparece en la segunda parte: la veterana Teresa Lozano emociona sin trampa ni cart¨®n. La pandemia del sida fue terrible a nivel social, m¨¦dico y humanitario: nada como una madre para darse cuenta de ello.

L¡¯her¨¨ncia es uno de los espect¨¢culos del a?o: por esta raz¨®n resulta del todo incomprensible que el Teatre Lliure lo haya programado durante solo cuatro semanas. El enorme esfuerzo art¨ªstico, econ¨®mico y de producci¨®n que ha supuesto su estreno tendr¨ªa que llegar a mucha m¨¢s gente y durante mucho m¨¢s tiempo. Es de justicia teatral. La memoria de Fabi¨¤ Puigserver, uno de los fundadores del Lliure y fallecido por el sida en 1991, tambi¨¦n se lo merece.