Ni nos vendemos ni nos alquilamos
El verdadero arte es ponerle precio a algo que un camarero sirve gratis en cualquier bar
Mi ¨²ltima experiencia con el arte contempor¨¢neo ocurri¨® en 2008 durante la Bienal de Pontevedra. Un artista gallego, Carlos Rodr¨ªguez-Men¨¦ndez, reclam¨® personas mayores de 55 a?os que midiesen 1,55 metros para que fuesen a la inauguraci¨®n mientras ¨¦l coc¨ªa cinco kilos de merluza. Un amigo jubilado, ?ngel Garc¨ªa Carragal, se enter¨® de la propuesta y abander¨® el reclutamiento. Carragal hab¨ªa sido presidente de la Asociaci¨®n de Bajos de Espa?a. Un d¨ªa fue al programa de Nieves Herrero y exigi¨® el fin de los carteles de ¡°Se vende bajo¡±.
¡ªNi nos vendemos, ni nos alquilamos.
El d¨ªa de la inauguraci¨®n de la Bienal el artista pretend¨ªa grabar el movimiento de estas personas bajas entre las dem¨¢s mientras en una olla semioculta coc¨ªa una merluza. ¡°Esa asociaci¨®n material tan invasiva para m¨ª, que es el olor y esa imagen del pescado cocido y la medida, son dos elementos que me reconcilian con la idea de escultura. Para m¨ª esa medida de 1,55 es referencial, me sirve para extender ese cuerpo vivido ya adulto por todo el espacio de la Bienal¡±, avis¨® el artista. Todo el mundo se puso tens¨ªsimo. Cuando lleg¨® el d¨ªa ?ngel Garc¨ªa Carragal tom¨® las riendas de la performance y empez¨® a reunir por el acto a la gente que no pasaba de 1,55, incluidas las autoridades que andaban por all¨ª, y las junt¨® alrededor de la olla para hacerse una foto de familia mientras el artista dejaba de grabar, desencajado, gritando lo de Ortega tras los primeros meses de la Rep¨²blica: ¡°No es esto, no es esto¡±. Mi amigo, con una sonrisa de oreja a oreja, zanj¨® despu¨¦s: ¡°Ma?ana quedamos todos para comernos la merluza¡±.
Al entrar en Arco iba pensando en ese choque de mundos, el de quienes ven la merluza como pasado estructural y el de los que s¨®lo terminan de comprenderla en un plato. Wilfredo Prieto da el pelotazo medi¨¢tico con un vaso medio lleno, y le pone de precio 20.000 euros. Mucha gente coincide en que si le hubiese puesto a su obra dos euros, no ser¨ªa arte, ser¨ªa un vaso medio lleno.
¡ª?Siempre est¨¢ medio lleno?¡ª pregunto al galerista de Nogueras-Blanchard.
¡ªA veces se evapora un poco, y lo relleno, porque ¨¦l est¨¢ en Cuba.
Es probable que el precio incluya al reponedor. Hace ocho a?os Wilfredo ya la li¨® en Arco. Entonces present¨® un alargador de seis tomas enchufado a s¨ª mismo. Le puso un precio de 15.000 euros. Su galerista se pas¨® la feria diciendo que no era un timo. ¡°Lo importante no es el objeto, sino la idea que hay detr¨¢s: es un cable que se enchufa a s¨ª mismo, lo que anula el concepto¡±. Concepto, referencia, invasi¨®n o elusivo son palabras que encarecen una obra: cuando algo se tiene que explicar con ellas el precio crece exponencialmente. Lo mismo pasa con el amor.
Sobre el cable de 2008 la galer¨ªa avis¨®: ¡°Es para compradores sofisticados que han superado lo figurativo, lo abstracto y han llegado a lo conceptual¡±, lo que dejaba a los m¨¢s r¨²sticos comprando picassos. En realidad el verdadero proceso art¨ªstico es el de Wilfredo Prieto decidiendo un precio. Echarle agua a un vaso no es complicado; averiguar el proceso de tasaci¨®n que lleva a calcularlo en 20.000 euros es lo trabajoso. No hay ninguna raz¨®n objetiva por la que el vaso no pueda costar un euro o 10 millones. El verdadero arte, y no es un arte menor, es ponerle precio a algo que un camarero en cualquier bar sirve gratis. A Peio H. Ria?o en El Confidencial Wilfredo le dijo algo as¨ª como que peor es el capitalismo. Hacerse un wilfredo, dijo EL PA?S en 2008: patentar una idea que est¨¢ libre, como la gallega que puso el sol a su nombre, vende sus parcelas y no s¨¦ si quiere cobrarnos un canon por usarlo a diario.
En Arco hay que evitar ronronear delante de un cuadro al borde del desmayo o llorar como Sharon Stone ante un egon schiele (¡°Tiene un CI alt¨ªsimo¡±, la excusaron), pero tambi¨¦n andar tocando las cosas ni pegar voces. El mi¨¦rcoles un se?or mayor, con aspecto de entendido, meti¨® el dedito (¡°El dedito¡±, repite el galerista de Ethall) en una instalaci¨®n de espirales de Mart¨ªn Vitaliti. El galerista llam¨® a su hija para ponerla de portera.
Ese jueves fue d¨ªa de visita real. La frase m¨¢s repetida fue: ¡°Los pr¨ªncipes, digo, los Reyes¡±. La edici¨®n de Arco tiene la mirada en Latinoam¨¦rica. Han sido muchos los galeristas de ese continente que se han felicitado por esto (¡°Hay inter¨¦s, contactos y compras. Hay mucha efervescencia. Mejor que hace dos a?os, cuando vinimos por primera vez¡±, dijo esta semana el galerista de NueveOchenta, Carlos Hurtado), pero otros vendedores sentenciaron ayer que en el fondo nada cambia, ni siquiera este a?o: se sigue prefiriendo comprar arte espa?ol o europeo, se sigue haciendo de menos, a la hora de pagar, al arte sudamericano.
Al fondo se presenta la figura de Borja Thyssen, que parece un exjugador de f¨²tbol americano. Reproduce un look que est¨¢ empezando a tener un ¨¦xito amenazador: la barba de hispter con las puntas estiradas a izquierda y derecha como un abeto. Un hombre avanzando a grandes pasos saca la chequera con una barba as¨ª, sin importarle lo m¨¢s m¨ªnimo la vida, podr¨ªa comprar un pa¨ªs entero.
¡ªEl a?o pasado, y hace dos, y hace tres, al espa?ol le daba pudor comprar. No le afect¨® la crisis, pero no quer¨ªa mover el dinero ni hacer ostentaci¨®n. Este a?o la cosa est¨¢ cambiando¡ª cuenta Jos¨¦, de Espacio M¨ªnimo.
En Arco muestra Daniel G. And¨²jar el descenso a los infiernos de Internet, provocando de nuevo en la frontera de lo ilegal: expone im¨¢genes de lo obtenido en redes clandestinas ajenas a la mirada de Google, donde s¨®lo se paga con bitcoins y se accede a armas, drogas y dinero falso (aproximadamente por un tercio de su valor). La muestra es impactante; casi parece un mural del FBI. Tambi¨¦n la de Jos¨¦ Vera Matos, que escribe a mano libros en sus cuadros con letra m¨ªnima, inalcanzable pero legible, reproduciendo ensayos. Eric Baudelaire, artista, cineasta, re¨²ne 40 libros titulados Unfinished Business con 40 sonidos que corresponden a grabaciones de lectura de las ¨²ltimas l¨ªneas de los libros. Nada m¨¢s llegar, el recibimiento imponente de Katharina Grosse antes de estamparse contra las 50 bragas rojas de Pilar Albarrac¨ªn que forman una especie de mandal¨¢ car¨ªsima, de fin de a?o de millonarios supersticiosos.
Los artistas, los galeristas, los coleccionistas, se preparan para ver pasar a Sus Majestades. Es imposible no pensar que detr¨¢s de los Reyes y el s¨¦quito, y los buenos deseos y las palabras amables, y la atm¨®sfera de servilismo sordo que siempre acompa?a a la caravana, no haya alguien cociendo una merluza mientras graba a escondidas la verdadera representaci¨®n art¨ªstica: la que se impone al Estado.
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