Las siete conciencias de Salvator Rosa
Nancho Novo cataliza el feliz montaje de Guillermo Heras de una sugerente comedia
¡°Muera el mal gobierno, viva la abundancia¡±. La rebeli¨®n de N¨¢poles de 1647 contra el virrey Rodrigo Ponce de Le¨®n ¨Cque abri¨® paso a la rep¨²blica¨C, como tel¨®n de fondo de una comedia alada y gir¨®vaga, en la que Francisco Nieva establece un parang¨®n entre el inconformismo del artista (y su anhelo de plenitud) y el ¨ªmpetu transformador del revolucionario.
El autor manchego habla de nosotros a trav¨¦s de personajes de otrora, que se expresan en un castellano templado en la misma fragua que los de? Valle-Incl¨¢n, Arniches y Ram¨®n de la Cruz, en un escenario hist¨®rico y legendario a la vez, como los de la italocalviniana trilog¨ªa Nuestros antepasados. Salvator Rosa, el protagonista, pintor rom¨¢ntico avant la lettre, autor de farsas, m¨²sico, polemista y actor, es un alter ego del Nieva joven, en conflicto con esa Espa?a adusta, inquisidora y adicta al pensamiento ¨²nico que tan certeramente caricaturiza en la figura de Jos¨¦ de Ribera, artista ¡°que va extendiendo la tizne del Reino all¨¢ por donde pasa¡±.
Salvator rosa o el artista
Autor: Francisco Nieva. Int¨¦rpretes: Nancho Novo, ?ngeles Mart¨ªn, Alfonso Blanco¡ Producci¨®n: CDN. Madrid. Teatro Mar¨ªa Guerrero, hasta el 5 de abril.
Desde su misma entrada, cubierto el rostro con una m¨¢scara carnavalesca, cantando y ta?endo, Nancho Novo hace una extraordinaria recreaci¨®n del Salvador Rosa hist¨®rico (su parecido con el autorretrato del pintor dice tambi¨¦n mucho y bueno de la labor de Gema Solanilla, la caracterizadora) y de la visi¨®n exaltada, mesi¨¢nica y seductora que Nieva ofrece de ¨¦l. Nada falta ni nada sobra en su actuaci¨®n. ?l es (m¨¢s a¨²n que en Nosferatu) el catalizador del espect¨¢culo. Adem¨¢s, durante el t¨®rrido flirteo que Salvator mantiene con la Rubina de Beatriz Bergam¨ªn, la alqu¨ªmica acci¨®n de enamorarse se resuelve en hechos y no solo en palabras, peligro este ¨²ltimo que gravita siempre sobre los montajes de obras de Nieva (v¨¦ase aqu¨ª la pasi¨®n de Spadaro por el enano Pittichinaccio, veinte veces enunciada sin que al cabo se traduzca en algo palpable).
Encarnado por Nancho Novo, Salvator Rosa, artista excesivo, a¨²na la exaltada extravagancia del Dal¨ª de Juanjo Puigcorb¨¦, el aliento inmarcesible de un Cyrano a la conquista de su prima Roxane y la euforia del indome?able Henri Gaudier de El mes¨ªas salvaje: el actor le tiene el pulso tomado a la funci¨®n por su vena m¨¢s ¨ªntima.
El primer acto es fulgurante. En el segundo, el imperativo de resolver la situaci¨®n planteada almidona la lib¨¦rrima fantas¨ªa de Nieva, que acaba deslizando en el texto un mensaje harto o¨ªdo: la evasi¨®n es m¨¢s factible y m¨¢s deseable para el artista que la revoluci¨®n. El vestuario de Rosa Garc¨ªa And¨²jar evoca certeramente el universo de las farsas del conde Gozzi, la sencilla pero efectiva coreograf¨ªa de M¨®nica Runde pone el final en alto, y la producci¨®n entera tiene empaque y el sello caracter¨ªstico del Centro Dram¨¢tico Nacional.
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