Un libro inc¨®modo
Wade traza un argumento agudo y pol¨¦mico que introduce la evoluci¨®n en la historia. Hay que leerlo sin dogmas
![](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/VEYULOU3CVT6YBPIJXYAVZ7EBQ.jpg?auth=15e40054e2fb1cc772846bcbb0dee5b2d82eb1d9b46206b8e1ea1dcefbeaa033&width=414)
Este libro est¨¢ destinado a causar una bronca monumental entre cient¨ªficos sociales, pensadores y lectores de todo signo ¡ªcomo ya ha hecho su versi¨®n inglesa en Estados Unidos¡ª, as¨ª que lo mejor ser¨¢ que arranque este comentario resumi¨¦ndoles lo que sostiene su autor, el prestigioso divulgador Nicholas Wade, antiguo editor de Nature, Science y las p¨¢ginas cient¨ªficas de The New York Times.Tiempo habr¨¢ despu¨¦s para discutir sobre lo que el autor no dice, que ser¨¢ probablemente el tema principal de la pol¨¦mica subsiguiente, como suele ocurrir en estos casos.
Wade sostiene que hay un componente gen¨¦tico en el comportamiento social humano, y que esos genes est¨¢n tan sujetos al cambio evolutivo como los que controlan el color de la piel, el metabolismo de las grasas o la adaptaci¨®n a las grandes altitudes; que esa evoluci¨®n del comportamiento social ha seguido cursos diferentes en las distintas razas, y que esas diferencias, aunque leves, han tenido efectos multiplicativos en las instituciones que prevalecen en una u otra poblaci¨®n humana. El autor reconoce que nada de esto son hechos probados, sino conjeturas, y el libro consiste en una detallada argumentaci¨®n a su favor: un argumento que quiere otorgar un papel a la evoluci¨®n biol¨®gica en el gran drama de la historia humana.
Esta idea, sin la menor duda, choca frontalmente con una premisa de fuerte consenso entre los cient¨ªficos sociales, y entre la vasta mayor¨ªa de los naturales: que la evoluci¨®n biol¨®gica se detuvo al surgir nuestra especie, y que por tanto no tiene nada que decir sobre la historia de la humanidad, que ser¨ªa explicable enteramente en t¨¦rminos culturales. Mantener lo contrario no es m¨¢s que una exhibici¨®n de racismo, seg¨²n este consenso, y merece no ya una refutaci¨®n acad¨¦mica, sino una amonestaci¨®n moral. Y esto es, en efecto, lo que ha recibido Wade en el mundo anglosaj¨®n, con acusaciones de racismo y una carta a The New York Times donde 139 genetistas ¡ªincluidos los que ¨¦l cita en su libro¡ª le desautorizan de forma expl¨ªcita y humillante. De la que le ha ca¨ªdo en los blogs mejor ni hablar.
Wade no es un racista, ni un determinista gen¨¦tico, ni la ¨²ltima encarnaci¨®n del diablo
La posici¨®n ortodoxa, sin embargo, no puede exhibir unas credenciales cient¨ªficas mucho mejores que la propuesta de Wade. Al igual que esta, se trata de una mera conjetura, no de un hecho probado. Una de sus premisas fundamentales ¡ªque la evoluci¨®n se detuvo al surgir nuestra especie¡ª se debe considerar ya tan refutada como la cosmogon¨ªa de Ptolomeo. Los rasgos externos como el color de la piel son adaptaciones al clima local que, obviamente, han tenido que ocurrir despu¨¦s de que un peque?o grupo de humanos modernos saliera de ?frica hace 50.000 a?os para colonizar progresivamente el resto del mundo. Los genes del metabolismo se seleccionan durante siglos de hambrunas para almacenar toda la grasa posible con un alimento escaso, y empiezan a matar a la gente de diabetes cuando las condiciones mejoran. Los pobladores de las alturas del T¨ªbet y de los Andes est¨¢n adaptados a la escasez de ox¨ªgeno gracias a sus genes, no a sus h¨¢bitos de lectura. La moderna gen¨®mica ha revelado las huellas delatoras de la selecci¨®n natural reciente en muchos genes humanos. El dogma de que la evoluci¨®n se par¨® al surgir la especie est¨¢ muerto y enterrado.
Otra pata esencial de la posici¨®n de consenso es la tabula rasa: que el ser humano nace con un cerebro cognitivamente virgen, como un disco duro borrado por los servicios secretos, y enteramente moldeable por la experiencia, el aprendizaje y el entorno cultural. Y se debe considerar tambi¨¦n refutada. Los productos de la experiencia son sinapsis reforzadas o debilitadas, pero el ser humano, como cualquier otro animal de este planeta, nace con todo tipo de sesgos gen¨¦ticos en sus conexiones neuronales: con sinapsis que ya vienen reforzadas o debilitadas de nacimiento. Gracias a eso podemos aprender a hablar, a diferencia de los perros y los monos. La tabula rasa tambi¨¦n ha muerto.
No nos enredemos si la evoluci¨®n se par¨® ¡ªno se par¨®¡ª, ni si en las razas existen ¡ªll¨¢menlas poblaciones¡ª. ?Afectan realmente los genes al comportamiento social?
La bronca sobre el libro de Wade, entonces, no deber¨ªa despistarse con todos esos pseudoproblemas, sino con cuestiones mucho m¨¢s n¨ªtidas e interesantes. No nos enredemos si la evoluci¨®n se par¨® ¡ªno se par¨®¡ª, ni si en las razas existen ¡ªll¨¢menlas poblaciones y sigamos adelante¡ª, sino en los asuntos verdaderamente sustanciales. Por ejemplo, ?afectan realmente los genes al comportamiento social? ?Qu¨¦ genes, y de qu¨¦ forma, y en qu¨¦ medida? Si hubiera variantes gen¨¦ticas que afecten al car¨¢cter disciplinado o rebelde, conservador o experimental, apaciguador o pendenciero ¡ªy es muy probable que las haya¡ª, ?podr¨ªan presentar distintas frecuencias en distintas poblaciones? ?Y podr¨ªa explicar eso alguna diferencia sociol¨®gica o pol¨ªtica entre ellas? No discutamos sobre si hay genes de la inteligencia ¡ªse cuentan por docenas¡ª, sino sobre si eso tiene algo que ver con el hecho de que los jud¨ªos, que solo suponen el 0,2% de la poblaci¨®n mundial, hayan obtenido el 30% de los premios Nobel de este siglo.
No se dejen enga?ar por las fatuas de los genetistas (y quien les habla es uno). Wade no es un racista, ni un determinista gen¨¦tico, ni la ¨²ltima encarnaci¨®n del diablo. Tampoco es jud¨ªo. Puesto que la bronca se va a armar de todos modos, no solo me voy a permitir recomendarle el libro, sino tambi¨¦n c¨®mo leerlo: sin esc¨¢ndalo, dejando en suspenso el dogma recibido, inclinando la cabeza en el ¨¢ngulo adecuado para entender el argumento del otro. As¨ª se construyen las sociedades abiertas. Lo dem¨¢s son manadas en la estepa del intelecto.
Una herencia inc¨®moda. Nicholas Wade. Traducci¨®n de Joandom¨¨nec Ros. Ariel. Barcelona, 2015. 295 p¨¢ginas. 20,90 euros.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.