As¨ª nacieron los primeros cineastas
Los Lumi¨¨re contrataron a un centenar de operadores para rodar por todo el mundo
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
Fueron los primeros cineastas, aunque no fueran conscientes de la importancia de un gesto que debieron de considerar anodino, ni tampoco de su estatus de aut¨¦nticos pioneros de la imagen en movimiento. Fueron cerca de un centenar. Se llamaban Pierre Chapuis, Gabriel Veyre, Eug¨¨ne Promio, Francis Doublier, F¨¦lix Mesguich o Constant Girel. En la mayor¨ªa de casos, sus nombres no han pasado a la historia, pese a que lograran desviarla del camino previsto. La exposici¨®n Lumi¨¨re. El cine inventado, que se inaugura ma?ana viernes en el Grand Palais de Par¨ªs coincidiendo con el 120? aniversario de la invenci¨®n del cinemat¨®grafo, les rinde un sentido homenaje para hacer justicia respecto a su rol precursor.
La c¨¢mara de los Lumi¨¨re fue curiosa y generosa. Las im¨¢genes de Jap¨®n se proyectaban en Nueva York; las de Nueva York, en Madrid; las de Madrid, en M¨¦xico. Es un gesto definitorio de lo que ser¨¢ el cine: un acto universal¡± Thierry Fr¨¦maux
En las m¨¢s de 1.400 producidas por los hermanos Lumi¨¨re, y proyectadas ahora en los distintos rincones de la exposici¨®n, esos primeros operadores filmaron el metro de Nueva York, pero tambi¨¦n los rituales de las tribus africanas. Capturaron las g¨®ndolas de la laguna veneciana y las cataratas del Ni¨¢gara, pero tambi¨¦n a un grupo de militares espa?oles bailando la jota. ¡°Adem¨¢s de inventar el cinemat¨®grafo como aparato de proyecci¨®n y de concebir la sala de cine como el escenario de un acto social, los Lumi¨¨re tuvieron este tercer gesto fundamental: enviar a esos operadores a la aventura, alrededor del mundo, para descubrirlo y reflejarlo¡±, sostiene el comisario de la exposici¨®n, Thierry Fr¨¦maux, responsable del Instituto Lumi¨¨re y director art¨ªstico del Festival de Cannes. ¡°La c¨¢mara de los Lumi¨¨re fue curiosa y generosa. Las im¨¢genes de Jap¨®n se proyectaban en Nueva York; las de Nueva York, en Madrid; las de Madrid, en M¨¦xico. Es un gesto definitorio de lo que ser¨¢ el cine: un acto universal¡±.
A partir de enero de 1896, semanas despu¨¦s de la primera proyecci¨®n p¨²blica en Par¨ªs, Louis Lumi¨¨re decidi¨® contratar y formar a un centenar de j¨®venes para sostener su sistema de producci¨®n y explotaci¨®n, que pretend¨ªa convertir en monopolio mundial. A cambio de un porcentaje sobre los beneficios, cada concesionario del cinemat¨®grafo obten¨ªa la exclusiva sobre las proyecciones en su ciudad o incluso en su pa¨ªs. En contrapartida, recib¨ªa en pr¨¦stamo el equipo t¨¦cnico necesario, adem¨¢s del apoyo humano de este personal formado en la f¨¢brica familiar de Lyon. Solo hab¨ªa un problema en este sofisticado engranaje: los Lumi¨¨re no pod¨ªan utilizar indefinidamente las mismas pel¨ªculas. Entendieron que necesitaban rodar material nuevo para abastecer a las salas que florec¨ªan en todos los rincones del mundo y obligar al p¨²blico a volver a pagar su entrada. En eso consisti¨® la misi¨®n de estos operadores novatos, que terminaron recorriendo una treintena de pa¨ªses: rodar, revelar y proyectar nuevas pel¨ªculas, que luego circularon libremente por los cines de otras ciudades. ¡°Ofrecieron el mundo al mundo¡±, sostiene el director Bertrand Tavernier, presidente del Instituto Lumi¨¨re. ¡°Imaginen lo que debi¨® de ser para los habitantes de Shangh¨¢i, en pleno 1896, descubrir bruscamente los monumentos de Par¨ªs o de Londres: una estupefacci¨®n total¡±.
Los camar¨®grafos pasaban un examen y segu¨ªan una formaci¨®n, apoy¨¢ndose en los consejos de Louis Lumi¨¨re, que les recomendaba filmar en exteriores para aprovechar al m¨¢ximo la luz natural, pero tambi¨¦n que embelesaran a las autoridades locales asistiendo a desfiles y ceremonias, o bien prest¨¢ndose a retratarles con este nuevo invento. Hasta 1903, cuando el sue?o del monopolio de los Lumi¨¨re ya se hab¨ªa desvanecido hac¨ªa tiempo, el sistema tuvo un impacto muy considerable. Estos camar¨®grafos se ve¨ªan ¡°sorprendidos por el ¨¦xito cosechado, pero tambi¨¦n por las emociones turbias que a veces suscitaban¡±, seg¨²n el historiador del cine Jacques Rittaud-Hutinet, autor de un volumen sobre el peculiar destino de estos primeros cineastas.
No es exagerado llamarlos as¨ª. Al principio, el invento de los Lumi¨¨re solo posibilitaba rodar 17 metros de pel¨ªcula, lo que equival¨ªa a unos 40 segundos de metraje. La estrechez del formato les obligaba a escoger, de manera muy precisa, qu¨¦ quer¨ªan filmar y de qu¨¦ manera. En esa elecci¨®n nada respond¨ªa al m¨¢s puro azar: ya hab¨ªa una puesta en escena, un ¨¢ngulo y un movimiento de c¨¢mara; atend¨ªan a la profundidad de c¨¢mara e improvisaban maniobras precursoras del travelling. El estilo naturalista ¨Cque no documental¨C de esas primeras pel¨ªculas se convirti¨® en una especie de mito fundador para los cineastas sucesores. Fr¨¦maux cita el Neorrealismo italiano de los cincuenta o el cine de Abbas Kiarostami como intentos de ¡°reencontrar la inocencia de ese primer gesto¡±. El director de fotograf¨ªa Pierre-William Glenn, quien colabor¨® con Truffaut, Rivette y Costa-Gavras, le encuentra otro parecido. ¡°La Nouvelle Vague fue, en cierta manera, un retorno a esa forma original de filmar. Ese movimiento fue, de entrada, una revoluci¨®n conducida por los operadores de c¨¢mara. Al surgir aparatos m¨¢s ligeros, algunos grandes t¨¦cnicos creyeron que ser¨ªa excitante rodar c¨¢mara al hombro, en decorados naturales y con sonido directo¡±, afirm¨® a la revista T¨¦l¨¦rama.
Glenn tiene entre manos un proyecto que contar¨ªa la historia de quien tal vez fuera el m¨¢s talentoso de esos camar¨®grafos an¨®nimos. Respond¨ªa al nombre de Gabriel Veyre y film¨® lugares como M¨¦xico, Cuba, Venezuela, Indochina, Jap¨®n y Australia, antes de convertirse en fot¨®grafo oficial del Sult¨¢n de Marruecos durante los primeros a?os del siglo pasado. En una carta recogida en la exposici¨®n del Grand Palais, escribi¨® a su madre: ¡°Tengo bastante trabajo desde hace diez d¨ªas, a causa de la sesi¨®n organizada por el ministro. Los pr¨ªncipes y las damas de la corte asistieron a esta proyecci¨®n, que fue muy aplaudida. Es casi seguro que me llamar¨¢ el Emperador para rodar una sesi¨®n en su casa¡±. La firm¨® desde Tokio, en diciembre de 1898. Entre sus l¨ªneas se lee la fascinaci¨®n de un joven provinciano descubriendo civilizaciones ex¨®ticas.
Mientras Veyre escrib¨ªa esa misiva, Alexandre Promio, antiguo cantante con aspecto de dandy y afici¨®n por el lujo, rodaba en lugares como Italia, Suiza, Turqu¨ªa, Suecia y Estados Unidos. Constant Girel, joven farmac¨¦utico, film¨® hasta 18 pel¨ªculas en Jap¨®n. F¨¦licien Trency camin¨® con su cinemat¨®grafo por las calles de Londres, mientras Henri Gabillet recorr¨ªa el Imperio Austroh¨²ngaro y Francis Doublier se familiarizaba con los grandes paisajes del territorio chino. Entre todos, configuraron una panor¨¢mica completa del planeta mucho antes de la llegada de la globalizaci¨®n. ¡°Su idea era que exist¨ªan en el mundo personas que no se nos parec¨ªa, pero que no por eso dejaban de ser nuestros semejantes. El cinemat¨®grafo transmiti¨® esa idea y lo sigue haciendo hoy¡±, concluye Fr¨¦maux. ¡°Es deseable que no deje de hacerlo jam¨¢s¡±.
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