Remnick reportero
El periodista encontr¨® en 'The New Yorker' tiempo para investigar, tiempo para escribir y espacio para publicar. Un libro re¨²ne sus art¨ªculos y perfiles de los l¨ªderes mundiales
La primera vez que David Remnick (Nueva Jersey, 1958) vio a Bruce Springsteen fue en junio de 1973. El futuro periodista ten¨ªa 14 a?os y, junto a un par de amigos, hab¨ªa pagado cuatro d¨®lares por ver el concierto del grupo Chicago en el Madison Square Garden de Nueva York. Aquella noche, cuando el escenario se ilumin¨®, una banda comenz¨® a tocar ante la indiferencia del p¨²blico. Esos teloneros contaban con un vocalista que, a pesar de ser fren¨¦tico en exceso ("como Mick Jagger o James Brown"), en ese momento no daba la impresi¨®n de que le esperaba un futuro musical exitoso. Casi 30 a?os despu¨¦s, David Remnick, ya convertido en director de la m¨ªtica revista The New Yorker, asisti¨® a varios de los ensayos y conciertos de la gira 2012 de Bruce Springsteen para realizar un extenso perfil del cantante que, a sus 62 a?os, era "m¨¢s parecido a un atleta que a un drogadicto". El meticuloso texto est¨¢ incluido en Reportero, la antolog¨ªa de sus mejores art¨ªculos, publicada ahora en espa?ol por la editorial Debate, y constituye uno de los mejores ejemplos por los que se distinguen los grandes profesionales del periodismo.
Remnick, hijo de un dentista y de una profesora de arte, creci¨® en un pueblo cercano a Newark, donde todos los alcaldes suelen acabar en la c¨¢rcel acusados de corrupci¨®n. Harto de la vida en aquel suburbio, aspiraba a conocer el mundo entero emulando a su ¨ªdolo Bob Dylan. Ten¨ªa 18 a?os cuando viaj¨® a Par¨ªs y durante unos d¨ªas, acompa?ado por una vieja guitarra, se aventur¨® a imitarlo en los vagones del metro de la capital francesa. Al final opt¨® por estudiar Literatura Comparada en Princeton. Pero desde el momento en que ley¨® El reino y el poder, ese libro donde Gay Talese cuenta los recovecos del d¨ªa a d¨ªa del peri¨®dico The New York Times, ten¨ªa muy claro que quer¨ªa ser periodista. Para contar historias como las que le¨ªa en las revistas Rolling Stone, The Village Voice o Esquire.
As¨ª que un d¨ªa de 1981, en plena era post-Watergate, pidi¨® trabajo en The Washington Post y lo contrataron. Comenz¨® en la secci¨®n de Deportes y pronto Muhammad Al¨ª llam¨® poderosamente su atenci¨®n. Remnick terminar¨ªa escribiendo la biograf¨ªa de ese simb¨®lico boxeador (Rey del mundo, Debolsillo) y, de esta manera, empezar¨ªa a ganarse el respeto de sus colegas. En 1988 el diario dirigido por Benjamin Bradlee (1921-2014) lo nombr¨® corresponsal en Mosc¨², donde permaneci¨® hasta 1992, y atestigu¨® as¨ª el fin del comunismo y de la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Esa experiencia lo llev¨® a escribir La tumba de Lenin (Debate), libro por el que obtuvo el Premio Pulitzer.
En Reportero cuenta que, al poco tiempo de haber llegado a la capital rusa, recibi¨® la visita de Katharine Graham, la due?a del Post. La se?ora Graham (¡°uno siempre se refer¨ªa a ella como se?ora Graham, incluso en privado y a gran distancia¡±) viaj¨® para entrevistar al secretario general del Partido Comunista y, como buen anfitri¨®n, Remnick aprovech¨® para llevar a su jefa de paseo por la ciudad de Leningrado. Fueron a ver la actuaci¨®n del Ballet K¨ªrov en el Teatro Mariinski y despu¨¦s se dirigieron al circo. Cuando en el intermedio comenzaron a montar unas jaulas y redes enormes, la se?ora Graham dijo de manera tajante: "Creo que es hora de irnos". Avanzaron por una rampa y, de pronto, al pasar junto a una caja, ¡°asom¨® una garra que intent¨® atrapar la inocente pantorrilla de la presidenta de The Washington Post Company.¡± Casi una d¨¦cada despu¨¦s, el ya excorresponsal escribir¨ªa: "Cuando era un joven periodista, estuve a punto de matar a la matriarca de la conspiraci¨®n de los medios liberales".
Al volver a Estados Unidos, David Remnick dej¨® de trabajar en el peri¨®dico y se integr¨® en el staff de escritores de The New Yorker, la revista que en 1998 comenz¨® a dirigir. La mayor¨ªa de los textos incluidos en esta antolog¨ªa pertenecen a la ¨¦poca en que no ten¨ªa que lidiar con los egos de los exquisitos colaboradores de la publicaci¨®n que el pasado mes de febrero cumpli¨® 90 a?os. Durante poco m¨¢s de un lustro, tuvo en esa publicaci¨®n lo que todo buen reportero ans¨ªa: tiempo para investigar, tiempo para escribir y espacio para publicar. Gracias a eso elabor¨® sendos perfiles de personajes de talla internacional como Al Gore, Tony Blair, Philip Roth, Don Delillo, Amos Oz y Benjamin Netanyahu.
Cada uno de estos trabajos narrativos est¨¢ lleno de horas y horas de observaci¨®n, conversaciones con los protagonistas y su c¨ªrculo m¨¢s cercano, documentaci¨®n, viajes y, desde luego, jornadas exhaustivas de verificaci¨®n de datos, elementos que distinguen el periodismo de calidad que concentra las casi 400 p¨¢ginas del libro. Pero este hombre de 56 a?os, casado y padre de tres hijos, renuente a ponerse corbatas, cin¨¦filo, m¨²sico y jugador de ajedrez frustrado, se da tiempo para desconectar de su labor como director y dedicarse a su obsesi¨®n por la "ficci¨®n real".
De vez en cuando, durante unos d¨ªas, abandona su despacho, ubicado entre rascacielos neoyorquinos, y sale en busca de historias de pol¨ªticos o creadores de repercusi¨®n mundial. Incluso se ha permitido escribir una monumental biograf¨ªa de casi 700 p¨¢ginas del presidente Barack Obama (El puente, Debate). Para ¨¦l todo es cuesti¨®n de aprovechar el tiempo. Un buen reportaje, parece decirnos con cada uno de los que se incluyen en su antolog¨ªa, es el resultado del tiempo invertido en ¨¦l.
Reportero. David Remnick. Debate, 2015. 24,90 euros.
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