Al Gore, el hombre que fue el pr¨®ximo presidente de Estados Unidos
El perfil a fondo del candidato que gan¨® en votos a George Bush, escrito tras su renuncia a enfrentarse a ¨¦l por segunda vez, uno de los art¨ªculos del libro 'Reportero' de David Remnick
El siguiente texto es un extracto de 'La campa?a de la naturaleza: Al Gore', el primer cap¨ªtulo de 'Reportero. Los mejores art¨ªculos del director del New Yorker', que publica Debate. Fue escrito por David Remnick en 2004, cuatro a?os despu¨¦s de que el pol¨ªtico dem¨®crata perdiera la presidencia, aunque ganara en votos, ante George Bush, y cuando renunciaba a competir por volver a enfrentarse a ¨¦l; y con el trasfondo de la guerra de Irak.
?¡ªHola, ?Dwayne?¡ ?Dwayne?
¡ªS¨ª, se?or vicepresidente.
¡ª?Puede traerme un poco m¨¢s de caf¨¦?
¡ªS¨ª, se?or vicepresidente. Ahora voy.
¡ªGracias, Dwayne.
Eran las diez de la ma?ana en Nashville, un tranquilo d¨ªa laborable en el que la mayor¨ªa de los vecinos se hab¨ªan ido a trabajar, y Albert Gore Jr. se sent¨® a la cabecera de la mesa del comedor a desayunar. El plato estaba rebosante de huevos revueltos, beicon y tostadas. La taza, del tama?o de un estanque, hab¨ªa sido rellenada en un abrir y cerrar de ojos por Dwayne Kemp, su cocinero, un hombre h¨¢bil y elegante que fue contratado por los Gore cuando, como suele decir su jefe, "todav¨ªa trabaj¨¢bamos en la Casa Blanca". Reci¨¦n duchado y afeitado, Gore luc¨ªa una camisa azul oscuro y pantalones de lana grises. En los meses transcurridos desde que el 13 de diciembre de 2000 perdi¨® la batalla electoral en Florida y cedi¨® la presidencia a George W. Bush, Gore pareci¨® relajarse y desapareci¨® del mapa. Despu¨¦s viaj¨® por Espa?a, Italia y Grecia durante seis semanas con Tipper, su esposa. Llevaba gafas oscuras y una gorra de b¨¦isbol bien calada. Se dej¨® barba de monta?ero y gan¨® peso. Cuando volvi¨® a realizar apariciones p¨²blicas, sobre todo en las aulas, le tom¨® el gusto a presentarse diciendo: "Hola, soy Al Gore. Antes era el pr¨®ximo presidente de Estados Unidos". La gente miraba a ese hombre voluminoso e hirsuto ¡ªun pol¨ªtico que recientemente hab¨ªa obtenido 50.999.897 votos a la presidencia, m¨¢s que cualquier otro dem¨®crata en la historia, m¨¢s que cualquier otro candidato en la historia, a excepci¨®n de Ronald Reagan en 1984, y m¨¢s de medio mill¨®n de votos m¨¢s que el hombre que asumi¨® el cargo¡ª y no sab¨ªa qu¨¦ sentir ni c¨®mo comportarse, as¨ª que cooperaban en sus elaborados menosprecios hacia su propia persona. Se re¨ªan de sus bromas, como si trataran de ayudarlo a borrar lo que todo el mundo consideraba una decepci¨®n de proporciones hist¨®ricas, ?el desenga?o de su vida?, como dec¨ªa Karenna, la mayor de sus cuatro hijos.
"Ya conoc¨¦is el viejo dicho ¡ªanunciaba Gore a su p¨²blico¡ª, unas veces se gana y otras se pierde. Y luego est¨¢ esa tercera categor¨ªa poco conocida".
Desde entonces, Gore se ha desprendido de la barba, pero no del peso. Todav¨ªa tiene panza. Come r¨¢pida y copiosamente y disfruta mucho haci¨¦ndolo, igual que un hombre que ya no tiene que preocuparse de parecer demasiado grueso en Larry King Live. "?Quiere unos huevos? ¡ªme pregunt¨®¡ª. Dwayne es el mejor".
Esta ha sido la primera temporada electoral en una generaci¨®n en la que Al Gore no ha aspirado al cargo nacional. Se present¨® a las presidenciales en 1988, cuando ten¨ªa treinta y nueve a?os; a la vicepresidencia, en la lista de Bill Clinton, en 1992 y 1996; y de nuevo a la presidencia en 2000. Tras decidir que una revancha contra Bush resultar¨ªa demasiado divisiva (o tal vez demasiado dif¨ªcil), Gore se ha empe?ado en no quedarse al margen. Por el contrario, para describir sus sentimientos utilizaba palabras como "liberado" y "libre" con gran determinaci¨®n. Se hab¨ªa visto liberado de la carga, de la presi¨®n, del ojo de la c¨¢mara. En su casa de Nashville apenas sonaba el tel¨¦fono. No hab¨ªa personal de prensa en la puerta ni ayudantes a sus espaldas. Pod¨ªa decir lo que quisiera y apenas hab¨ªa reacci¨®n alguna en los medios de comunicaci¨®n. Si le apetec¨ªa llamar a George Bush "cobarde moral", si le apetec¨ªa comparar Guant¨¢namo y Abu Ghraib con islas de un "gulag estadounidense" o a los representantes del presidente en los medios con "camisas pardas digitales", lo hac¨ªa. Sin preocupaciones, sin titubeos. Es cierto que en el Teatro Belcourt deb¨ªa pronunciar un discurso a mediod¨ªa ante un grupo conocido como Music Row Democrats, pero era probable que las ¨²nicas c¨¢maras que hubiera fuesen locales. Con sorna, resum¨ªa ese discurso en una peque?a libreta con solo dos palabras: "guerra" y "econom¨ªa".
Cuando Al y Tipper Gore se hubieron recuperado de la conmoci¨®n inicial de las elecciones de 2000, gastaron 2,3 millones de d¨®lares en la casa en la que viven ahora, un edificio colonial centenario situado en Lynwood Boulevard, en el barrio de Belle Meade, en Nashville. Todav¨ªa son propietarios de una vivienda en Arlington, Virginia ¡ªuna casa construida por el abuelo de Tipper¡ª y de una granja de treinta y seis hect¨¢reas en Carthage, Tennessee, lugar de origen de la familia Gore; pero Arlington estaba peligrosamente cerca de Washington, y Carthage demasiado lejos para instalarse all¨ª de manera permanente, sobre todo para Tipper. Belle Meade, que recuerda a Buckhead, en Atlanta, o a Mountain Brook, cerca de Birmingham, es un pr¨®spero reducto para empresarios y estrellas del country; alberga un barrio de extensos c¨¦spedes en pendiente, casas con magnolios y entradas para coches en la parte delantera y anexos modernos de cristal y piscinas en la parte trasera. Hace tiempo, Chet Atkins viv¨ªa all¨ª; Leon Russell todav¨ªa lo hace. Algunos elementos de la casa, que la pareja ampli¨® con ayuda de un arquitecto, son inequ¨ªvocamente Gore: la bater¨ªa de Tipper (congas incluidas) en el comedor; en las paredes, las fotograf¨ªas de Al estrech¨¢ndole la mano a los Clinton y a varios l¨ªderes mundiales. Hay menos libros y m¨¢s televisores de los que cabr¨ªa esperar. Cuando el arquitecto dise?¨® el anexo posterior de la casa, Gore le pidi¨® que curvara los muros hacia dentro en dos puntos para salvar unos ¨¢rboles. "Los ¨¢rboles no eran nada especial o inusual ¡ªafirm¨®¡ª. Simplemente, no pod¨ªa soportar la idea de talarlos". En el jard¨ªn trasero, alrededor del patio y la piscina extragrande, donde Al y Tipper hacen largos, Gore tambi¨¦n instal¨® un sistema antiinsectos que pulveriza con discreci¨®n un fino roc¨ªo de crisantemos triturados desde un tronco de ¨¢rbol y un muro del patio. "Los mosquitos lo odian", dijo. Otras partes de la casa son menos respetuosas con el medio ambiente. En el camino de entrada hab¨ªa aparcado un Cadillac negro de 2004, que conduce Gore, y en el garaje hab¨ªa un Mustang de 1965, que Al regal¨® a Tipper por San Valent¨ªn.
Gore se termin¨® los huevos. Se dirigi¨® a un patio cubierto situado en un lado de la casa y se acomod¨® en una silla mullida. Dwayne le llev¨® la taza de caf¨¦ y se la rellen¨®.
A veces se le acerca gente que se refiere a ¨¦l como "se?or presidente". Algunos tratan de animarlo y le dicen: "Sabemos que en realidad gan¨® usted". Algunos inclinan la cabeza y le dedican una mirada afectada de compasi¨®n
Sin embargo, Gore no ha permanecido recluido en casa desde que, a finales de 2002, decidi¨® no volver a presentarse a las elecciones. En el ¨²ltimo a?o ha dado varias conferencias en Nueva York y Washington en las cuales ha criticado duramente a la Administraci¨®n de Bush, pero ha respondido pocas preguntas. "Es mejor as¨ª una temporada", se?al¨®. Ha dado conferencias por dinero en todo el mundo. Y est¨¢ impartiendo cursos, principalmente sobre la intersecci¨®n de la comunidad y la familia estadounidense, en la Universidad Estatal de Middle Tennessee en Murfreesboro y la Universidad Fisk en Nashville.
"Tenemos grabadas en cinta unas cuarenta horas de conferencias y clases ¡ªafirm¨® Gore, imp¨¢vido¡ª. Esta es su oportunidad de verlas". Gore est¨¢ empezando a ganar mucho dinero. Es miembro de la junta directiva de Apple y asesor de Google, que acaba de pasar por una oferta p¨²blica de venta. Tambi¨¦n ha trabajado en la creaci¨®n de un canal de televisi¨®n por cable y est¨¢ desarrollando una empresa financiera.
"Me lo estoy pasando genial", asegur¨®.
En un sistema parlamentario, un candidato a primer ministro que haya perdido las elecciones suele ocupar un lugar destacado en la c¨¢mara. En Estados Unidos no funciona as¨ª. Aqu¨ª uno emprende su propio camino: da conferencias, escribe unas memorias, amasa una fortuna o busca una causa honesta. Es posible que de vez en cuando reciba la llamada de un periodista, pero no suele ocurrir. En cualquier caso, Donna Brazile, directora de campa?a de Gore en 2000, dec¨ªa: "Cuando termin¨®, el Partido Dem¨®crata lo dej¨® en la cuneta" y prefiri¨® olvidar no solo la cat¨¢strofe de Florida, sino tambi¨¦n los tropiezos de Gore: su mutante personalidad en los tres debates con Bush; su dependencia de los asesores pol¨ªticos; su incapacidad para sacar r¨¦dito de la imperecedera popularidad de Bill Clinton y su derrota en Arkansas, donde este ¨²ltimo hab¨ªa sido gobernador, y m¨¢s a¨²n en Tennessee; y su decisi¨®n de no exigir un recuento inmediato en el estado de Florida. Ahora, all¨¢ donde vaya, Gore se encuentra con multitudes desesperadas con la Administraci¨®n de Bush que ven en ¨¦l todo lo que podr¨ªa haber sido, todos los "y si¡". "El desenga?o de su vida". A veces se le acerca gente que se refiere a ¨¦l como "se?or presidente". Algunos tratan de animarlo y le dicen: "Sabemos que en realidad gan¨® usted". Algunos inclinan la cabeza y le dedican una mirada afectada de compasi¨®n, como si hubiera perdido a un familiar. No solo debe hacer frente a sus remordimientos; es siempre el espejo de los dem¨¢s. Un hombre inferior habr¨ªa cometido faltas peores que dejarse barba y ganar unos kilos.
M¨¢s que Franklin Roosevelt o incluso que John F. Kennedy, Gore fue educado para ser presidente. Es lo que esperaba de ¨¦l su padre, Albert Gore, Sr., un senador que, seg¨²n se dec¨ªa, aparentaba tanta nobleza como un hombre de Estado romano. Cuando la madre de Al estaba embarazada de ¨¦l, Gore padre les dijo a los directores del peri¨®dico Tennessean de Nashville que, si su mujer daba a luz un ni?o, no quer¨ªa que la noticia quedara relegada a las p¨¢ginas interiores. Cuando naci¨® Al, el titular dec¨ªa: "DE ACUERDO, SE?OR GORE. AQU? EST?, EN PRIMERA PLANA". Seis a?os despu¨¦s, el senador col¨® en The Knoxville News Sentinel la historia de que el joven Al lo hab¨ªa convencido de que le comprara un arco y unas flechas m¨¢s caros de lo que ten¨ªan pensado. "Quiz¨¢ haya otro Gore en la senda de la cumbre pol¨ªtica ¡ªrezaba la noticia¡ª. Solo tiene seis a?os. Pero, con las experiencias que acumula hasta la fecha, qui¨¦n sabe qu¨¦ puede ocurrir". Cuando Gore lleg¨® a Harvard (la ¨²nica universidad en la que solicit¨® ingresar), inform¨® a su clase de cu¨¢l era su m¨¢xima ambici¨®n. Su primera candidatura, que se produjo en 1988, despu¨¦s de haber pasado solo unos a?os en el Senado, no fue tanto un acto de presuntuosidad juvenil como un intento precipitado de llegar a la Casa Blanca mientras viviera su padre.
Gore tiene 56 a?os. Cuando la campa?a de 2000 toc¨® a su fin, algunos lo consolaron pidi¨¦ndole que recordara que Richard Nixon hab¨ªa perdido la contienda presidencial en 1960 y el cargo de gobernador de California en 1962 ¡ªinformando a la prensa de que ya no podr¨ªan seguir "machac¨¢ndolo"¡ª y que luego volvi¨® para conseguir la presidencia en 1968. Por alguna raz¨®n, cuando hoy le mencionan ese hecho, no le resulta reconfortante ni seductor. Si John Kerry gana en noviembre, probablemente supondr¨¢ el final de la carrera de Gore en la pol¨ªtica nacional; si pierde, todav¨ªa quedar¨¢n figuras fuertes para una posible campa?a en 2008, a saber, John Edwards y Hillary Clinton.
"Resumiendo, la respuesta es que dudo que vuelva a ser candidato nunca m¨¢s ¡ªdijo Gore¡ª. De verdad. La segunda parte de la respuesta es que no lo he descartado por completo. Y el tercer elemento es que no a?ado la segunda parte a modo de evasiva. Es simplemente para completar una respuesta honesta a la pregunta, y no cambia en absoluto la parte principal, es decir, que no creo que vaya a presentarme como candidato. Si esperara volver a serlo, probablemente no sentir¨ªa la misma libertad para tirar a matar en las conferencias. Y eso me gusta. Me resulta ¡ªy pronunci¨® de nuevo esa palabra¡ª liberador". Volverse a presentar al Senado o aceptar un cargo en el gabinete, apostill¨®, tambi¨¦n quedaba descartado.
Gore se present¨® a la presidencia a la sombra de Clinton: a la sombra del talento y los errores de Clinton, sobre todo su aventura con Monica Lewinsky, el regalo supremo a la oposici¨®n republicana. Cuando qued¨® claro que Clinton hab¨ªa mentido a su mujer, a Gore y a todo el mundo, que en realidad hab¨ªa continuado con su aventura, la relaci¨®n Clinton-Gore, que hab¨ªa sido m¨¢s formal de lo que se publicitaba, se sumi¨® pr¨¢cticamente en el silencio. La elecci¨®n de Joe Lieberman como compa?ero de carrera de Gore estuvo muy influida por las denuncias morales del primero contra Clinton.
"No pude convencer a Gore de que utilizara a Clinton ¡ªdec¨ªa Tony Coelho, presidente de la campa?a¡ª. Gore cre¨ªa firmemente que hab¨ªa gente que no lo apoyar¨ªa si lo hac¨ªa. Clinton sol¨ªa restar importancia a sus errores. Para ¨¦l, la infidelidad no era gran cosa. Para Al Gore significaba algo. Al es un marido fiel y comprometido con Tipper. Son como adolescentes enamorados, as¨ª que aquel hecho no se pod¨ªa minimizar. Para ¨¦l era real. Ten¨ªa la sensaci¨®n de que Clinton nunca hab¨ªa asumido p¨²blicamente su responsabilidad. Se reun¨ªan [Clinton y Gore] porque nosotros program¨¢bamos cosas. La situaci¨®n era tensa, e incluso hostil en algunos momentos. Al es una persona que prefiere ir de frente a mentir, y lo intent¨® con Clinton. Clinton prefer¨ªa re¨ªrse y seguir adelante".
Poco despu¨¦s del 11 de septiembre de 2001, Gore visit¨® a Clinton en Chappaqua, Nueva York. Su relaci¨®n parec¨ªa haberse restablecido. Casi todos los miembros del entorno de Gore siguen creyendo que Clinton anhelaba que el vicepresidente le sucediera, pero hay quienes sospechan que no le disgust¨® del todo que la derrota dejara m¨¢s espacio en el escenario pol¨ªtico para Hillary en 2008. La relaci¨®n entre Gore y Hillary era complicada, y a veces fr¨ªa, desde hac¨ªa tiempo.
En verano de 2001, Gore hab¨ªa puesto fin a su silencio y lanzado una cr¨ªtica p¨²blica contra la Administraci¨®n de Bush con un discurso en Florida. Sin embargo, tras los atentados terroristas, declar¨® que Bush era su "comandante en jefe", un gesto que pretend¨ªa fomentar la unidad y no empeorar el ¨¢nimo nacional. Pero en septiembre de 2002, cuando la Administraci¨®n de Bush emprendi¨® la marcha hacia una guerra en Irak, Gore aparc¨® la discreci¨®n con un discurso devastador en el Commonwealth Club de San Francisco en el que el blanco fue la pol¨ªtica exterior del gobierno. Gore, que fue uno de los pocos dem¨®cratas que en 1991 votaron a favor de la resoluci¨®n del Congreso que apoy¨® la primera guerra del Golfo, dec¨ªa ahora que la invasi¨®n de Irak encabezada por Estados Unidos socavar¨ªa el intento por desmantelar al-Qaeda y perjudicar¨ªa los lazos multilaterales necesarios para combatir el terrorismo:
Si vencemos r¨¢pidamente en una guerra contra el d¨¦bil y diezmado ej¨¦rcito de cuarta fila de Irak y al poco tiempo abandonamos, igual que el presidente Bush ha abandonado al poco tiempo Afganist¨¢n tras derrotar a una potencia militar de quinta fila, el caos resultante podr¨ªa suponer un peligro mucho mayor para Estados Unidos que el que afrontamos en la actualidad con Sadam.
Si vencemos r¨¢pidamente en una guerra contra el d¨¦bil y diezmado ej¨¦rcito de cuarta fila de Irak y al poco tiempo abandonamos, igual que el presidente Bush ha abandonado al poco tiempo Afganist¨¢n tras derrotar a una potencia militar de quinta fila, el caos resultante podr¨ªa suponer un peligro mucho mayor para Estados Unidos que el que afrontamos en la actualidad con Sadam.
El desaf¨ªo de Gore para que la Casa Blanca de Bush presentara pruebas reales de un v¨ªnculo entre Sadam Husein y el 11-S, tanto en tono como en sustancia, fue m¨¢s cr¨ªtico que cualquier discurso pronunciado hasta la fecha por los candidatos dem¨®cratas. De repente, la posibilidad de una candidatura de Gore inund¨® los medios de comunicaci¨®n.
"No me sorprendieron las pol¨ªticas econ¨®micas de Bush, pero s¨ª la pol¨ªtica exterior, y creo que a ¨¦l tambi¨¦n ¡ªme dijo Gore¡ª. La verdadera distinci¨®n de esta presidencia es que, en el fondo, es un hombre muy d¨¦bil. Se proyecta como alguien incre¨ªblemente fuerte, pero de puertas para dentro es incapaz de decir no a sus principales valedores econ¨®micos y a su coalici¨®n en el Despacho Oval. Ha sido asombrosamente maleable con Cheney, Rumsfeld, Wolfowitz y toda la gente del Proyecto para el Nuevo Siglo Estadounidense. Se puso en marcha de inmediato despu¨¦s del 11-S. Fue demasiado d¨¦bil para resistirse".
"Yo no soy de los que cuestionan su inteligencia ¡ªa?adi¨® Gore¡ª. Hay diferentes clases de inteligencia, y es arrogante que una persona con un tipo de inteligencia cuestione a otra con otro tipo. Desde luego, es un maestro en ciertas cosas y tiene seguidores. Busca la fuerza en la simplicidad. Pero, en el mundo actual, eso a menudo es un problema. No creo que sea d¨¦bil intelectualmente. Creo que no tiene curiosidad. Me asombra que se pasara una hora con su futuro secretario del Tesoro y no le hiciera una sola pregunta. Pero creo que la suya es una debilidad moral. Me parece un mat¨®n y, como todos los matones, es un cobarde cuando se enfrenta a una fuerza a la que teme. Su reacci¨®n a la lista de peticiones de grupos de inter¨¦s adinerados que lo llev¨® a la Casa Blanca, una lista extravagante e incre¨ªblemente ego¨ªsta, es obsequiosa. El grado de obsequiosidad que implica el decir 's¨ª, s¨ª, s¨ª, s¨ª, s¨ª' a lo que quiera esa gente por mucho que perjudique a la naci¨®n en su conjunto solo puede obedecer a una verdadera cobard¨ªa moral. No le encuentro otra explicaci¨®n, porque no es una cuesti¨®n de principios. El ¨²nico denominador com¨²n es que cada uno de los grupos tiene mucho dinero que est¨¢ dispuesto a poner al servicio de su fortuna pol¨ªtica y de la aplicaci¨®n feroz e inflexible de pol¨ªticas ciudadanas que los beneficien a ellos a expensas de la naci¨®n".
Creo que Bush plante¨® una gran visi¨®n falseada. La guerra en Irak se expuso como una gran idea. Pues fue una gran idea est¨²pida. E insisto, no creo que sea tonto, pero esa idea s¨ª
Gore se refresc¨® con un largo sorbo de t¨¦. Hab¨ªamos despachado las costillas y las verduras y nos sirvieron un sorbete de fruta en copas de cristal altas. Gore apur¨® el hielo y consult¨® el ordenador port¨¢til. Luego empez¨® a hablar de la desaparici¨®n de la Uni¨®n Sovi¨¦tica y del viejo mundo "bipolar".
¡ªUna consecuencia es que existe un triunfalismo emergente entre los fundamentalistas del mercado que ha asumido una actitud de infalibilidad y arrogancia que ha llevado a sus partidarios a despreciar los valores no monetizados si no encajan en su ideolog¨ªa.
¡ª?Qu¨¦ falta? ¡ªle pregunt¨¦.
¡ªLas familias, el medio ambiente, las comunidades, la belleza de la vida y las artes. Abraham Maslow, m¨¢s conocido por su jerarqu¨ªa de las necesidades, ten¨ªa una m¨¢xima seg¨²n la cual, si la ¨²nica herramienta que utilizas es un martillo, todos los problemas empiezan a parecer un clavo. Traduci¨¦ndolo a esta conversaci¨®n: si la ¨²nica herramienta que utilizas para medir el valor es una etiqueta o la monetizaci¨®n, empieza a parecer que aquellos que no son f¨¢ciles de monetizar carecen de valor. Por tanto, se esgrime un desprecio f¨¢cil, que evocan en un abrir y cerrar de ojos, hacia los abraza¨¢rboles o la gente preocupada por el calentamiento global.
Y, sin embargo, la ideolog¨ªa de Bush est¨¢ te?ida de creencias religiosas, aventur¨¦. No todo lleva una etiqueta de precio.
Gore frunci¨® los labios. Tambi¨¦n baptista del Sur, se hab¨ªa declarado un creyente renacido, pero sin duda desde?aba el car¨¢cter p¨²blico de la fe de Bush.
¡ªEs un tipo particular de religiosidad ¡ªse?al¨®¡ª. Es la versi¨®n estadounidense del mismo impulso fundamentalista que vemos en Arabia Saud¨ª, Cachemira y religiones de todo el mundo: hind¨², jud¨ªa, cristiana o musulmana. Todos comparten ciertos rasgos. En un mundo de cambios desconcertantes, cuando fuerzas grandes y complejas ponen en peligro los puntos de referencia conocidos y c¨®modos, el impulso natural es aferrarse como si nos fuera la vida al ¨¢rbol que parece tener las ra¨ªces m¨¢s profundas y no cuestionar jam¨¢s la posibilidad que no vaya a ser el motivo de nuestra salvaci¨®n. Y las ra¨ªces m¨¢s profundas se hallan en tradiciones filos¨®ficas y religiosas con una larga historia. No los oyes hablar demasiado del serm¨®n de la monta?a, ni de las ense?anzas de Jes¨²s sobre compartir con los pobres o de las Bienaventuranzas. Es la venganza, el azufre del infierno.
Le pregunt¨¦ a qu¨¦ iglesia de Nashville iban ¨¦l y Tipper. Se hizo un silencio. "Ahora somos ecum¨¦nicos", dijo Gore a la postre
Entre los columnistas y los profesionales de la pol¨ªtica, Gore derroch¨® buena parte del capital pol¨ªtico que le quedaba el a?o pasado cuando apoy¨® a Howard Dean para la candidatura dem¨®crata. En aquellos d¨ªas previos al Grito, Dean se antojaba el candidato m¨¢s veros¨ªmil, y Gore parec¨ªa aportar las credenciales de la clase dirigente. Pero poco despu¨¦s del Grito, despu¨¦s de la ca¨ªda libre, incluso el propio Dean reconoc¨ªa que su candidatura hab¨ªa empezado a desmoronarse en el preciso instante en que recibi¨® ese apoyo, con lo cual hizo que pareciera el beso de la muerte.
Muchos ex asesores de Gore me dijeron que cre¨ªan que hab¨ªa respaldado a Dean porque el gobernador de Vermont estaba desarrollando el tipo de campa?a ¡ªpara las bases, generada en internet, resuelta¡ª que habr¨ªa querido para ¨¦l en 2000. Esa interpretaci¨®n "psicoanal¨ªtica", dijo Gore, era absurda. El verdadero motivo era que, por encima de todo, Dean era el ¨²nico candidato que, al igual que ¨¦l, manifestaba sin ambages su oposici¨®n a la guerra en Irak.
"Creo que Bush plante¨® una gran visi¨®n falseada ¡ªafirm¨® Gore¡ª. La guerra en Irak se expuso como una gran idea. Pues fue una gran idea est¨²pida. E insisto, no creo que sea tonto, pero esa idea s¨ª".
Gore sigue siendo comprometido, serio y acreditado. Todav¨ªa resulta f¨¢cil imagin¨¢rselo como un buen presidente, aunque poco apreciado. Y, sin embargo, persiste un rasgo, y es un rasgo que comparte con George W. Bush. Es extremadamente reacio a reconocer un error, por peque?o que sea. A mitad de nuestras conversaciones en Nashville, le pregunt¨¦ cu¨¢l era la mayor equivocaci¨®n que hab¨ªa cometido en pol¨ªtica. Guard¨® silencio unos momentos, hubo varias salidas en falso, volvi¨® a hacer una pausa y rememor¨® que, cuatro a?os atr¨¢s, en la campa?a ten¨ªa una respuesta preparada para esa pregunta, pero que no recordaba cu¨¢l era.
"A lo mejor fueron mis subsidios al az¨²car", aventur¨®.
Pasamos por delante del edificio de la Convenci¨®n Baptista del Sur. Aquel mismo d¨ªa, Gore me hab¨ªa comentado que ¨¦l y Clinton sol¨ªan rezar juntos en la Casa Blanca. Le pregunt¨¦ a qu¨¦ iglesia de Nashville iban ¨¦l y Tipper.
Se hizo un silencio en el asiento delantero.
¡ªAhora somos ecum¨¦nicos ¡ªdijo Gore a la postre. ¡ªYo creo que sigo a Baba Ram Dass ¡ªapostill¨® Tipper entre risas.
¡ªPodr¨ªa decirse que la llegada de los predicadores fundamentalistas nos ha echado con sus pol¨ªticas de derechas ¡ªa?adi¨® Gore.
Obviamente, era un detalle en un tema en general doloroso. Tennessee, que nunca ha sido especialmente liberal, hab¨ªa rechazado a Al Gore en 2000, una p¨¦rdida que acab¨® con sus sue?os. ¡ªEso me hace preguntarme c¨®mo sali¨® usted elegido para el Congreso ¡ªobserv¨¦. Gore no lo neg¨®. ¡ªA veces yo tambi¨¦n me lo pregunto ¡ªdijo.
Reportero. Los mejores art¨ªculos del director del New Yorker. David Remnick. Traducci¨®n de Efr¨¦n del Valle y Juan Manuel Ibeas. Debate. Madrid, 2015. 367 p¨¢ginas. 24,90 euros.
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