Matisse en su oasis
El museo Stedelijk de ?msterdam compara la obra del pintor con sus contempor¨¢neos
Si como aseguran los expertos, la historia del arte se divide entre los due?os del color y los de la forma, Henry Matisse (1868-1954) acab¨® dibujando mientras recortaba. Al final de su vida, una simple tijera pod¨ªa resultar tan valiosa como un buen pincel para el pintor franc¨¦s. Cuando una operaci¨®n de c¨¢ncer abdominal le dej¨® en 1941 postrado en una silla de ruedas, recurri¨® al decoupage, los recortables decorativos, para proseguir su obra. Rodeado de asistentes que llenaban de vivos colores al gouache (acuarela opaca) grandes hojas de papel, aplic¨® su destreza manual a unas composiciones luminosas. ?l recortaba, y sus ayudantes segu¨ªan sus instrucciones para crear aut¨¦nticos murales con los pedazos en forma de hoja, p¨¢jaro, peces, algas, flores o mujeres.
El periquito y la sirena (1953), uno de los m¨¢s famosos, pertenece desde 1967 a la colecci¨®n del museo de arte moderno Stedelijk, de ?msterdam. Ahora preside su sala de honor convertido en la pieza principal de una muestra concebida al servicio del galo¡ y tambi¨¦n de sus fondos muse¨ªsticos. Matisse es el hilo que tira de sus contempor¨¢neos, maestros y seguidores hasta crear entre todos un paraje inesperado. El oasis que da t¨ªtulo a la exposici¨®n.
Teniendo en cuenta que los recortables de Matisse fueron celebrados en 2014 en la Tate Modern (Londres) y en el MoMa (Nueva York), no val¨ªa la pena reincidir sobre la belleza y car¨¢cter casi adictivo del decoupage. El Stedelijk, que estuvo cerrado nueve a?os por remodelaciones, prest¨® hasta 2012 sus obras a otros museos. Ahora le han devuelto el favor cediendo un centenar de trabajos del artista salidos de una treintena de colecciones internacionales. Con ellos, la sala holandesa ha rebuscado entre sus posesiones para poder compararlos con C¨¦zanne, Maillol, Chagall, Picasso, Van Gogh, Mondrian o Manet. Y tambi¨¦n con Malevich, Rothko y Barnett Newman.
Por cierto, que Picasso compr¨® una tela del franc¨¦s (un bodeg¨®n con naranjas), que le mandaba cajones enteros del c¨ªtrico de Niza a Par¨ªs. Su rivalidad es conocida. "Viene a robar ideas", dijo una vez Matisse, hablando de las visitas que le hac¨ªa el espa?ol. Picasso era una d¨¦cada m¨¢s joven, y la verdad es que se admiraban y compet¨ªan por igual.
El montaje escogido en ?msterdam tiene algo de did¨¢ctico al cubrir, en la planta baja, el periodo entre 1895 y 1955. De todos modos, la ganancia supera la posible lecci¨®n de arte, porque permite ver juntos los bodegones de manteles floridos y ventanas abiertas de Matisse, y las frutas de C¨¦zanne. Damas l¨¢nguidas recostadas en sillones, como su Mujer de azul (1937) tra¨ªda del Museo de Arte de Filadelfia, con un desnudo femenino de Picasso. O bien temas paisaj¨ªsticos que de otro modo no se habr¨ªan rozado. En especial, La maison du ma?tre Adam Billaud (1874), de Johan Jongkind, y Paisaje de Bougival (1906), de Maurice de Vlaminck, colgados junto a Una calle de Arcueil (1898) de Matisse. Atravesando todo el recorrido, que incluye esculturas y casullas y cristal decorados, sus colores de cabecera: rojo, azul, verde, amarillo y gradaciones sin fin de rosa.
"Contrastar de este modo la obra del artista con nuestra colecci¨®n, y presentar a su vez creaciones menos famosas, permite comprobar, por ejemplo, la diferente ruta hacia la abstracci¨®n de Matisse y Mondrian. El primero nunca acab¨® de abrazarla porque le bastaba con la realidad", se?ala Bart Rutten, jefe de colecciones del Stedelijk. Y la verdad es que s¨ª, Matisse y Mondrian parecen ir de la mano durante un tiempo, pero luego el holand¨¦s inventa el neoplasticismo. La abstracci¨®n extrema, dif¨ªcil de emparejar con las odaliscas del galo. Cuando la mezcla propuesta por el Stedelijk -hasta el 16 de agosto- parece agotarse, en el piso superior aguarda el oasis. Es la explosi¨®n de color prometida al principio y que llega sobre un fondo de pared blanco nuclear.
Aqu¨ª, a La sirena y el periquito le acompa?an los collages colgados en su d¨ªa en su estudio; la vidriera Noche de Navidad (1952); el gouache en espiral sobre lienzo El caracol (1953); La gavilla, del mismo a?o, que parece escapar del marco; los desnudos azules y los danzantes recortados para el ¨¢lbum Jazz, de edici¨®n limitada. Puede que la luz desprendida por el conjunto no sea exactamente la de un oasis, pero la sensaci¨®n producida compensa la primavera que no acaba de llegar a Holanda.
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