Murano recobra el esplendor del vidrio en su museo renovado
El centro de la isla de la laguna veneciana muestra la historia de un arte de cuatro mil a?os
La isla de Murano se va delineando al fondo. El taxi entra por el pasillo trasero, por donde no suelen mirar los turistas a bordo del vaporetto. Los edificios que flanquean el canal tienen el aspecto de viejas f¨¢bricas clausuradas. Hay muchos r¨®tulos en los que se lee: se vende, se vende, se vende¡ A medida que el taxi avanza, aparecen palacios se?oriales y desolados. Viven aqu¨ª cinco mil almas y las ¨²nicas personas que se avistan son vendedores de cristal, adem¨¢s de turistas. En el contorno de la poblaci¨®n destaca el Museo del Vidrio de Murano, el ¨²nico sitio en el mundo que re¨²ne el arte del vidrio y narra su larga historia. El centro acaba de reabrir con su nueva cara, tras una restauraci¨®n que ha durado a?os y llev¨® hace meses al cierre temporal.
La fachada es la t¨ªpica de un palacio g¨®tico. El edificio de Palazzo Giustiniani es desde 1861 sede del Museo de Murano y reun¨ªa la historia del cristal desde la ¨¦poca romana hasta la actualidad. Sin embargo, tanto en sus paredes como en la presentaci¨®n de los objetos, se respiraba una atm¨®sfera anquilosada y poco atractiva. El viejo museo ped¨ªa a gritos una remodelaci¨®n y, desde su regreso el pasado febrero, ya es otra cosa. Dej¨® de ser el contenedor obsoleto y se ha transformado en un moderno espacio museogr¨¢fico renovado con la superficie expositiva duplicada, v¨ªdeo-gu¨ªas y salas que conjugan la luz natural con la artificial. El ¨²ltimo sal¨®n conserva las l¨ªneas del viejo inmueble, pero ahora se presenta con paredes blanqu¨ªsimas, reservadas para el arte contempor¨¢neo de cristal, como las esculturas talladas en vidrio como si se tratase m¨¢rmol, obra del artista Luciano Vistosi. Y, adem¨¢s, con un lujo casi inexistente en toda Venecia: dos ascensores.
La historia del vidrio, como se narra en el Museo de Murano, inici¨® hace m¨¢s de cuatro mil a?os en la orilla de un r¨ªo en Siria. Sus difusores, no obstante, fueron los romanos. En plena Edad Media, el comercio de Venecia con el Medio Oriente contribuy¨® al auge de las vidrieras en la ciudad de los canales. Ya en el siglo XIV exist¨ªan 12 f¨¢bricas, pero debido a los constantes incendios fueron trasladadas a la isla de Murano.
Aqu¨ª se exponen las creaciones del gran genio muran?¨¦s Angelo Barovier (1405-1460), padre del vidrio cristalino. Con Barovier, Murano vivi¨® sus a?os dorados, pues las botellas transparentes decoradas con esmaltes pol¨ªcromos se convirtieron en el capricho de la nobleza veneciana y europea y de los papas. El virtuosismo de los maestros de Murano empez¨® a ser una marca de la casa. En el siglo XVI inventaron las complejas ejecuciones a mano libre, una t?¨¦cnica que todav¨ªa hoy distingue las creaciones de la isla. Tras la peste de 1630, se inici¨® el ¨¦xodo de los maestros muraneses hacia otras ciudades en Europa. Pero la habilidad artesanal y la capacidad alqu¨ªmica de crear objetos se resistieron a morir.
En el museo, la mirada se detiene en otra invenci¨®n muranesa: tres l¨¢mparas enormes con m¨²ltiples brazos de cristal, decoradas con flores y hojas, idea de Giuseppe Briati (1686-1772). Son tres maravillas, delicadas, hermosas y costos¨ªsimas. Y el centro renovado tambi¨¦n expone algunas de las obras m¨¢s c¨¦lebres de Carlo Scarpa. Con su aporte creativo, el arquitecto veneciano abri¨® paso en los setenta a que el vidrio dejara de ser ligero y produjera piezas consistentes y pesadas como el plomo.
Otro de los innovadores del siglo XX fue Archimede Seguso, que se especializ¨® en crear vasos grandes, con apenas un ¨²nico soplo de aire a trav¨¦s de un tubo met¨¢lico, algo parecido al utilizado por los chavales para hacer burbujas de jab¨®n. Sus obras tambi¨¦n forman parte de la colecci¨®n del centro.
En Murano todos se conocen. Y por sus peque?as calles desoladas, los pocos habitantes ven el nuevo museo como el centinela de la isla. Un centinela nacido en un contexto productivo en crisis, que pone en serio peligro la tradici¨®n milenaria. Los datos no son esperanzadores. En los noventa, los artesanos del sector eran unos seis mil. Hoy ni llegan a mil.
En febrero, en los d¨ªas previos a su inauguraci¨®n, rondaba por el museo el nieto de Archimede Seguso, Giampaolo, cuya familia trabaja en el sector desde 1397. Giampaolo Seguso es un hombre fornido de 81 a?os, poeta y mito viviente del arte del cristal. Cuando era un ni?o, entr¨® en el taller de su abuelo para aprender los secretos de un oficio duro, con cinco hornos a mil grados escupiendo calor noche y d¨ªa. Hoy, en el antiguo taller de los Seguso, los operarios trabajan con m¨²sica cl¨¢sica de fondo, aunque su labor sigue siendo pesada. En una sala peque?a, hay una ventanilla por la cual se observa el laboratorio de los secretos, donde antiguamente se creaban con mucha discreci¨®n los colores inconfundibles de la familia.
La escasez de la mano de obra amenaza hoy m¨¢s que nunca la supervivencia de la tradici¨®n milenaria, opina el maestro Seguso. ¡°Antes te dec¨ªan: o estudias o trabajas. Y se entraba muy temprano a trabajar en las vidrier¨ªas. Hoy, antes de los 16 a?os, los muchachos no pueden hacerlo porque hasta esa edad el colegio es obligatorio en Italia. Mi nieto, de 10 a?os, quiere venir a la f¨¢brica para convertirse en un maestro del vidrio. Pero yo le digo que antes debe estudiar, porque hoy el mundo no acepta ignorantes. Son pocos los j¨®venes dispuestos a aprender un oficio lleno de sacrificios. La verdad es que muchos prefieren trabajar en el turismo¡±, explica. Lamenta la invasi¨®n de productos chinos baratos y de mala calidad en Venecia y hasta en la misma isla de Murano. ¡°Esas copias carecen de alma, no tienen nada del acto de espiritualidad que est¨¢ detr¨¢s de una pieza. Yo soy un creador, no copio. Lo m¨ªo es un rito espiritual, un trabajo que requiere gran armon¨ªa y la paciencia de esperar la sorpresa del producto final¡±, afirma.
Y zanja la conversaci¨®n dando su opini¨®n sobre el centro: "Es un sitio vivo, un viaje a un pasado glorioso y un museo para dar espacio al presente, que ya no es nada glorioso, pero que no morir¨¢ porque el arte del vidrio es como una caricia: todos necesitamos afecto".
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