Espartaco, a hombros de Sevilla
La corrida no vali¨® un duro, pero Sevilla acab¨® con la piel de gallina
La corrida inaugural de la temporada no vali¨® un duro, pero Sevilla acab¨® con la piel de gallina, las l¨¢grimas en los ojos y el coraz¨®n henchido de emoci¨®n. Y Espartaco, que se desped¨ªa, vivi¨® una de las tardes m¨¢s intensas de su vida, gracias, sobre todo, a la explosi¨®n de cari?o que recibi¨® durante todo el festejo. El broche de oro lo pusieron el padre y el hijo var¨®n del torero que, al final del festejo, le cortaron la coleta entre el entusiasmo popular, y Espartaco fue izado a hombros por toreros de paisano. Y as¨ª, a hombros de Sevilla, traspas¨® por sexta vez en su vida la Puerta del Pr¨ªncipe.
Domecq / Espartaco, Manzanares, Jim¨¦nez
Toros de Juan Pedro Domecq, -el cuarto como sobrero-, muy discretos de presencia, mansurrones, muy blandos y nobles.
Juan A. Ruiz Espartaco: pinchazo y estocada (oreja); estocada y dos descabellos (oreja).
Jos¨¦ Mar¨ªa Manzanares: pinchazo y estocada (silencio); estocada _aviso_ y dos descabellos (ovaci¨®n).
Borja Jim¨¦nez, que tom¨® la alternativa: dos pinchazos y media (silencio); media estocada y un descabello (oreja).
Plaza de la Maestranza. 5 de abril. Inauguraci¨®n de la temporada. Lleno de 'no hay billetes'.
La Maestranza lo recibi¨® con una de las ovaciones m¨¢s atronadoras que se hayan escuchado nunca en esta plaza. Tuvo Espartaco la despedida que merecen los grandes cuando peinan canas y lo que se les reconoce es su magisterio y sabidur¨ªa. Fue un homenaje de cari?o a un torero grande que se visti¨® de luces, despu¨¦s de 14 a?os fuera de los ruedos, para dar una lecci¨®n de solvencia y oficio y desgranar gotas del mejor toreo, ese que almacen¨® a lo largo de una extensa y exitosa carrera.
Y el torero respondi¨® con lo m¨¢s exquisito de su veteran¨ªa y el poso de su conocimiento, y toda su actuaci¨®n fue un canto al toreo pausado, a la lentitud y al regusto.
No tuvo toros, esa es la verdad; ni por presencia ni actitud. Los dos, anovillados, flojos y tan descastados como de almibarada condici¨®n, lo que permiti¨® al toreo el relajo necesario para gustarse, en su primero, a la ver¨®nica y en un par de muletazos con la mano derecha y dos naturales, largos todos ellos, y esencia del toreo m¨¢s a?ejo y hermoso.
Just¨ªsimo de fuerza fue ese primero, al que Espartaco entendi¨® a la perfecci¨®n y se gust¨® en algunos muletazos sentidos y templados. A paso de palio, tal era su bondad, embest¨ªa el torete, y la plaza disfrut¨® como hac¨ªa tiempo con la lecci¨®n de un torero macerado por el tiempo.
Con ver¨®nicas m¨¢s relajadas recibi¨® al cuarto, m¨¢s aplomado que el otro, y exprimi¨® su cort¨ªsima embestida con la mano derecha a un animal descastado y distra¨ªdo.
Como es natural, no fue la labor de Espartaco la de un torero en plenitud. No pod¨ªa serlo despu¨¦s de tantos a?os disfrutando de la tranquilidad del campo. Las dos orejas que cort¨® no fueron el justo premio a su labor, sino la expresi¨®n de un torrente de afecto y reconocimiento. Y lo de Espartaco fue un extraordinario ejercicio de responsabilidad de un hijo de Sevilla, enorme como torero, al que esta tierra ha recibido y despedido con grandeza.
Sali¨® a hombros del cari?o de Sevilla porque toda la corrida fue un emotivo abrazo, que alcanz¨® su cl¨ªmax cuando el torero brind¨® su primer toro a Curro Romero, que recibi¨® otra cerrada ovaci¨®n, y el segundo, a sus hijos, a su padre, al p¨²blico y al cielo.
No pudo alcanzar el ¨¦xito esperado Manzanares, que volv¨ªa como hijo pr¨®digo tras la espantada del a?o pasado, y fue recibido como si nada hubiera pasado. Su primero era un inv¨¢lido y su vida se acab¨® en el primer muletazo. Algo m¨¢s dur¨® la existencia del otro, al que banderille¨® espl¨¦ndidamente Curro Javier.
En ese segundo toro de Manzanares hizo un vistoso quite por chicuelinas el toricantano Borja Jim¨¦nez, que, despu¨¦s, recibi¨® al sexto con meritorias ver¨®nicas tras haberse estrellado ante el amodorrado primero, que no le permiti¨® ni un detalle lucido a pesar de su constante porf¨ªa.
Brind¨® al p¨²blico la muerte del sexto y lo intent¨® con todas sus fuerzas. Comenz¨® con un pase cambiado por la espalda y un par de hondas tandas con la derecha que llevaban el sello de la calidad. No pudo refrendar su labor con la izquierda por la falta de vitalidad de su oponente, pero dej¨® patente que le sobran afici¨®n y aptitud para sorprender en el futuro.
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