Fernando Arrabal: ¡°Ni Picasso ni yo perdonamos a Espa?a¡±
En Francia es considerado un grande del teatro. Arrabal sigue dando titulares: el viernes 17 asistir¨¢ en Bilbao al festival literario Gutun Zuria y el 23 estrenar¨¢ en Madrid ¡®Ping¨¹inas¡¯
La casa de Arrabal en la rue Jouffroy d¡¯Abbans es un museo con cuadros, vino, jam¨®n ib¨¦rico con biscotes y ventanas a lo insospechado. Y ¨¦l es una obra en s¨ª, la m¨¢s inquietante, una suerte de magma pict¨®rico que no acertamos a situar entre las pinturas negras de Goya, los cielos velazque?os y el cachivache dada¨ªsta. Todo es un disparate en la conversaci¨®n, aunque cierta l¨®gica indefinible hay en el autor de Viva la muerteal final de cada ocurrencia. Viste la tradicional camiseta negra de manga larga con su propia cara serigrafiada y gafas superpuestas. Son las diez y cuarto de la ma?ana de un d¨ªa lluvioso en Par¨ªs. Fernando Arrabal (escritor, dramaturgo, cineasta), entra?able y terrible, sirve un burdeos y sin mediar pregunta empieza con las respuestas.
Respuesta. Occidente, tan poderoso en campos como el econ¨®mico, el cient¨ªfico¡ s¨®lo ha sido capaz de crear dos mitos. El mito de Fausto y el de Don Juan. A m¨ª el de Don Juan me interesa mucho. Es un cura espa?ol, peque?o, superdotado¡ pero le aburro a usted con todo esto.
Pregunta. No, no, por favor.
R. El Don Juan espa?ol crea un mentiroso, el burlador de Sevilla, que dice que el sexo es imposible y que, si es un seductor, s¨®lo puede serlo porque miente.
P. Y por ah¨ª nos deslizamos hacia la picaresca, patria espa?ola¡
R. Es posible, s¨ª. Pero yo creo que los dem¨¢s tambi¨¦n dicen mentiras. El seductor de verdad no existe.
P. ?Nunca crey¨® que¡?
R. Cuando era ni?o los curas dec¨ªan una cosa¡ Cuando hablaban de los musulmanes dec¨ªan que su religi¨®n era inferior entre otras cosas porque ten¨ªan acceso a muchas mujeres. ?C¨®mo se puede pensar matem¨¢ticamente que un hombre puede tener varias mujeres sin que sea un desastre?
P. ?Usted es capaz de ponerse en el lugar del pol¨ªgamo?
R. A m¨ª me parece formidable que exista, pero no me lo puedo ni imaginar. Por ejemplo, me pasa lo mismo con los jefes de Estado.
Mitterrand me pinch¨® el tel¨¦fono porque pensaba que yo hac¨ªa org¨ªas¡± ¡°El Don Juan espa?ol crea un mentiroso que dice que el sexo es imposible¡±
P. Perd¨®n, ?eso qu¨¦ tiene que ver?
R. A m¨ª me pincharon el tel¨¦fono. Me lo pinch¨® Mitterrand. Nos lo pinch¨® a 26 escritores.
P. ?Por qu¨¦ cree que le vigilaba?
R. Porque Mitterrand pensaba que yo hac¨ªa org¨ªas. Dijo: ¡°?A por este, que aqu¨ª hay l¨ªo con mujeres!¡±. Y la verdad es que hubo una historia de org¨ªa que, en realidad, no tuvo que ver con una org¨ªa. Es una cosa que pas¨® con Dal¨ª pero no s¨¦ si¡
P. Por favor, no se pare.
R. Yo estaba un d¨ªa con cinco chicas, lesbianas, por cierto, que hab¨ªan venido de Lyon para interpretar mi obra Fando y Lis. Y entonces me llama Dal¨ª por tel¨¦fono.
¡ª Soy Dal¨ª.
¡ª ?Y qu¨¦ pasa?
¡ª Que quiero hacer una obra cibern¨¦tica. Esta noche a las doce.
Y cuando estas cinco lesbianas revolucionarias y mao¨ªstas se enteran de que voy a ver a Dal¨ª¡
P. ...se vuelven locas.
R. Ah, usted ya ha o¨ªdo la historia.
P. No, no, no.
DNI urgente
Naci¨® el 11 de agosto de 1932 en Melilla. Fue ni?o superdotado.
Su padre, militar fiel a la Rep¨²blica, fue condenado a muerte por Franco. Tras serle conmutada la pena, pas¨® por varias c¨¢rceles y al final se fug¨® del hospital de Burgos en 1942, sin que se supiera m¨¢s de ¨¦l.
En 1955 Arrabal se instal¨® en Par¨ªs. Siete a?os despu¨¦s fund¨® el Grupo P¨¢nico junto a Topor y Jodorowsky. Se integrar¨ªa en el Grupo Surrealista y frecuent¨® a Breton, Dal¨ª, Duchamp, Tzara¡
Es autor de pel¨ªculas, novelas, libros de poes¨ªa, tratados de ajedrez y obras de teatro. Es Gran Premio de Teatro de la Academia Francesa, Premio Nadal, Espasa de Ensayo, Nabokov de Novela y Mariano de Cavia de periodismo. Caballero de la Legi¨®n de Honor francesa.
R. Pues se vuelven locas por venir, s¨ª. Pero yo les digo: ¡°Ten¨¦is que venir de una manera especial, ten¨¦is que venir encadenadas¡±. Y dicen que encantadas. Pero yo cre¨ªa que encadenar mujeres era muy sencillo. ?Es muy dif¨ªcil! No se tienen cadenas en casa. Nos fuimos al Bazar del H?tel de Ville. Compramos cinco metros de cadena y la portera me prest¨® unos candados. Y nos fuimos para all¨¢.
P. ?D¨®nde era la cosa?
R. En el hotel Meurice, que es un hotel de lujo al que, por cierto, iba el Rey tambi¨¦n.
P. Y los nazis cuando ocuparon Par¨ªs. Era su Kommandantur¡
R. Claro que s¨ª, y los nazis. Bueno, pues al llegar, el portero del hotel, sin que yo llegara a preguntar nada, me dice: ¡°Dal¨ª, suite 103¡±. Subimos. ?l estaba entusiasmado. Me chill¨®: ¡°?Son mis cinco esclavas!¡±. Yo le contest¨¦: ¡°Aqu¨ª no hay ninguna esclava, ninguna va a permitir que usted la toque¡±. Pero una de las chicas dijo: ¡°S¨ª, s¨ª, ?que me pegue!¡±. Y se baj¨® las bragas y ¨¦l le peg¨® con un nardo. Que ya es dif¨ªcil en Par¨ªs tener nardos. Entonces Dal¨ª:
¡ª ?Esto es formidable, Arrabal! Usted y su esclava se vienen conmigo a una org¨ªa.
¡ª Yo no puedo.
¡ª ???Y por qu¨¦???
¡ª Porque soy casto.
¡ª ?Pero es a¨²n mejor, necesitamos a un casto que mire!
P. ?Usted cree, como algunos sex¨®logos, que el ansia de fornicar tiene que ver no s¨®lo con el sexo sino tambi¨¦n con la posesi¨®n?
R. S¨ª, y es una cosa masculina y s¨®lo masculina. Por ejemplo, Houellebecq, en su libro de poemas, tiene estos versos. Primer verso: ¡°Todo hombre quiere que la mujer m¨¢s bella del mundo le chupe la polla¡±. Segundo verso: ¡°Todo hombre quiere que la mujer m¨¢s bella del mundo le chupe la polla todos los d¨ªas¡±. Tercer verso: ¡°Todos los hombres quieren que todas las mujeres m¨¢s bellas del mundo les chupen la polla todos los d¨ªas¡±. Cuarto verso: ¡°El resto es tecnolog¨ªa¡±.
P. Ilustrativo, desde luego, es. Pero las prostitutas y los prostitutos existen desde la noche de los tiempos¡
R. ?Pues hay algunos hombres que no han ido de putas, digo yo! Y si lo hacen es porque no tienen la posibilidad de seducir¡
P. O sea, que usted cree que se copula poco.
Los dramas que tenemos con los jefes de Estado siempre son los mismos, ya sea Mitterrand, Chirac u Hollande. Hay una mujer que se acuesta con ellos. ?Pero ellos quieren una segunda! Todos los jefes de Estado quieren amantes"
R. ?Obviamente! Los j¨®venes s¨ª, pero los adultos no. Los dramas que tenemos con los jefes de Estado siempre son los mismos, ya sea Mitterrand, Chirac u Hollande. Hay una mujer que se acuesta con ellos. ?Pero ellos quieren una segunda! Todos los jefes de Estado quieren amantes. Pero es muy dif¨ªcil tener querida. Hay que organizar una serie de mentiras¡ Nada, nada, todo esto es un mito. Pensemos en Picasso. Tuvo nueve mujeres, dos de las cuales murieron r¨¢pidamente. Siempre ten¨ªa el mismo problema: se cansaba de una y quer¨ªa otra. Eso es comprensible. Conoci¨® a una mujer extraordinaria, Dora Maar, que era la querida de Bataille. Ay, Bataille¡ hac¨ªa cosas terribles.
P. ?Qu¨¦ cosas?
R. Pues iba con sus amigos al Bois de Saint-Germain, enterraban a una mona y la dejaban con el culo al aire y¡ ya sabe, bueno, la mona mor¨ªa entre estertores.
P.Glup, volvamos a Picasso. No s¨¦ si ¨¦l perdon¨® a Espa?a. ?Arrabal lo ha hecho?
R. No, yo creo que ni Picasso ni yo perdonamos a Espa?a. Sigue habiendo cosas raras. Por ejemplo, pregunt¨¦ varias veces por mi padre en el Centro de la Memoria Hist¨®rica, pero no me hicieron caso. Y mi padre no puede haber desaparecido, eso es imposible. Espa?a ha sufrido mucho. Fueron 40 a?os de tragar, tragar, trag¨¢rselo todo.
P. Usted se fue de Espa?a en 1955 pero mantiene la nacionalidad espa?ola, ?no? ?Y tiene la francesa tambi¨¦n?
Tengo prisa enorme por terminar las cosas: enfermedad de viejo".
R. Nunca he pedido la nacionalidad francesa. Picasso s¨ª la pidi¨®. Jack Lang quiso darme la nacionalidad francesa, y entonces pregunt¨¦ al jefe del Gobierno espa?ol, no s¨¦ cu¨¢l era, Gonz¨¢lez, creo. Le escrib¨ª y no me respondi¨®. Entonces escrib¨ª al Rey. Y ¨¦l s¨ª me contest¨®: ¡°Mire, Arrabal, usted no puede dejar de ser espa?ol¡±. Y le dije que no se preocupara.
P. Oiga, ?por qu¨¦ hay tanta gente en Espa?a que s¨®lo le conoce por aquella curda que se pill¨® en el programa de Drag¨® en la tele y no por sus obras de teatro y sus pel¨ªculas?
R. Yo no pod¨ªa imaginar que me iba a emborrachar aquella noche. Pero, ?sabe?, es muy dif¨ªcil que hagas algo en televisi¨®n y que te siga m¨¢s de un mill¨®n de personas. Y eso me ocurri¨® a m¨ª. Porque la verdad es que el escritor, el poeta, el fil¨®sofo, nunca es conocido. En las listas habituales de las personas m¨¢s influyentes nunca hay un fil¨®sofo, ni un matem¨¢tico, ni un dramaturgo, ni un poeta¡ y nunca lo habr¨¢.
P. ?Por qu¨¦ no le dan a usted el Cervantes? ?Es por la misma raz¨®n por la que escritores como Michel Houellebecq o Gabriel Matzneff nunca ganar¨¢n el Nobel, por ejemplo? Por ser, no s¨¦, ?distintos? ?Inasequibles a la norma?
R. Yo no s¨¦, son cosas¡ de ellos. Desde luego, Matzneff no puede ser. Se levantar¨ªan las piedras. Houellebecq¡ puede ser. Lo malo es que ahora est¨¢ muy jodido, a causa de la polic¨ªa. No puede ni moverse.
P. Debe de ser terrible, no poder ir adonde uno quiera ir.
R. Yo tuve una cosa parecida cuando estren¨¦ Viva la muerte.
P. La ultraderecha¡
R. Dijeron que iban a poner bombas en los cines. Y algo parecido me pas¨® cuando firm¨¦ una cosa contra ETA, junto a otros cinco o seis escritores, no me acuerdo, aunque s¨ª s¨¦ que por ah¨ª estaba Nabokov tambi¨¦n. Llamaron por tel¨¦fono durante tres o cuatro d¨ªas y me pon¨ªan himnos de guerra. Himnos vascos. Y eso fue todo.
Breton era una persona muy especial. Ten¨ªa una gran admiraci¨®n por m¨ª, sin m¨¦rito alguno por mi parte. Odiaba la ciencia, las matem¨¢ticas y el ajedrez. Yo tambi¨¦n le admiraba".
P. Nuestra anterior entrevista, aqu¨ª mismo en su casa, fue hace 25 a?os. Es monstruoso c¨®mo corre el tiempo. Aunque usted no ha cambiado mucho¡
R. Pero ya tengo enfermedades de viejo, por ejemplo, tengo una prisa enorme por terminar todo lo que tengo que hacer. Urgencia.
P. A sus 82 a?os no para de hacer cosas. Estrenos, reposiciones, libros, viajes¡ Ahora est¨¢ a punto de estrenar una obra en Madrid.
R. S¨ª, Ping¨¹inas, je, je, je. Tengo que aprovechar el tiempo que me queda. Y me gusta recordar la vida literaria y la vida a secas. Por ejemplo, ahora me acuerdo de cuando yo jugaba con Tristan Tzara al ajedrez. Yo estaba entonces en el grupo surrealista. Pero los surrealistas le odiaban.
P. ?C¨®mo era Andr¨¦ Breton?
R. Una persona muy especial. Ten¨ªa una gran admiraci¨®n por m¨ª, sin m¨¦rito alguno por mi parte. Odiaba la ciencia, las matem¨¢ticas y el ajedrez. Yo tambi¨¦n le admiraba. Y a este tambi¨¦n le admiro mucho (se?alando un retrato suyo de Stalin).
P. ?Stalin! ?C¨®mo que Stalin?
R. A ning¨²n jefe de Estado le interes¨® nunca la ciencia, la literatura, la filosof¨ªa como a ¨¦l. Era un loco de Moli¨¨re. Eso s¨ª, a usted y a m¨ª nos habr¨ªa matado sin problemas, seguro.
* Fernando Arrabal participar¨¢ en el Festival Gutun Zuria, de Bilbao, en la Alh¨®ndiga,? el viernes 17 de abril a las 19.30 horas.
Ping¨¹inas se estrenar¨¢ el 23 de abril en el Teatro Espa?ol, de Madrid.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.