M¨²sica le¨ªda
Leo escuchando. Leo 'So What', la biograf¨ªa de Miles Davis escrita por John Szwed
Leo escuchando. Leo So What, la biograf¨ªa de Miles Davis escrita por John Szwed, y de vez en cuando interrumpo la lectura para buscar en el gran archivo instant¨¢neo de Spotify los discos que se mencionan en ella. Si estuviera en Madrid podr¨ªa buscar ced¨¦s y vinilos, que me traer¨ªan en cada caso el recuerdo tangible de la ¨¦poca de mi vida en la que los compr¨¦, de las personas cercanas que me regalaron algunos de ellos. La memoria necesita asideros f¨ªsicos. Ahora nos damos cuenta de que la m¨²sica grabada en vinilo se escucha mejor porque se ve en los dise?os de las amplias portadas, se toca con los dedos en las fundas interiores de papel encerado y en los filos del disco que aprendimos a sujetar con mucha cautela para no da?ar los surcos. Con un buen amplificador, buenos altavoces, un plato adecuado, la m¨²sica grabada en vinilo est¨¢ m¨¢s cerca que nunca de la escuchada en directo. Y es una felicidad para el aficionado ver la lista de los m¨²sicos en la contraportada y leer esas notas en las que tanto se aprend¨ªa sobre el proceso de la grabaci¨®n.
Pero no hay por qu¨¦ renunciar a ninguna ventaja tecnol¨®gica, igual que no es preciso hacerse converso incondicional de cualquier ¨²ltima tecnolog¨ªa, o nost¨¢lgico porque s¨ª de las que se han ido quedando obsoletas. Hay lugar para los ced¨¦s, para los vinilos, para la m¨²sica que lo acompa?a a uno en los auriculares durante una caminata o un viaje y la que suena tan d¨®cilmente en el port¨¢til. Est¨¢ el peligro de aturdirse con la sobreabundancia, pero no creo que sea m¨¢s da?ino que la realidad antigua de la escasez. Leo la vida de Miles Davis y cada pocas p¨¢ginas detengo la lectura para buscar un disco en Spotify, una grabaci¨®n precisa. La lectura est¨¢ iluminada por la m¨²sica igual que una pel¨ªcula por su banda sonora. Leo p¨¢ginas espl¨¦ndidas sobre los primeros tiempos de Miles Davis en Nueva York, con 18 a?os, reci¨¦n llegado de San Luis y de la protecci¨®n algo opresiva de su familia de clase media pudiente. Hab¨ªa venido para formarse como m¨²sico cl¨¢sico en la Juilliard School, pero lo que quer¨ªa era subir cuanto antes a Harlem o bajar a la Calle 52 para encontrarse a los jazzmen. Recordaba que iba en tal estado de fervor y expectaci¨®n por la ciudad que a veces caminaba bajo la lluvia sin darse cuenta. Entraba en los clubes buscando a Charlie Parker. Desde la calle o¨ªa la m¨²sica seg¨²n se acercaba y estaba seguro de que reconocer¨ªa el saxo alto de Parker en cuanto lo escuchara. Se hace dif¨ªcil comprender lo j¨®venes que eran. Charlie Parker, el maestro, el h¨¦roe, la sombra agrandada por la gloria que el Miles adolescente buscaba de d¨ªa y de noche, ten¨ªa solo seis a?os m¨¢s que ¨¦l, 24 en el a?o en que por fin se encontraron en Nueva York.
Leo y las palabras impresas suscitan im¨¢genes en parte recobradas de documentales antiguos, en parte nacidas del puro impulso verbal. Pero qui¨¦n puede resistir la tentaci¨®n de buscar en Spotify los discos de Charlie Parker en los que se escucha por primera vez a Miles Davis, inseguro todav¨ªa, aunque no demasiado, ya esbozando su manera limpia de tocar en medio de los sobresaltos acrob¨¢ticos del bebop, la pureza de tono que hab¨ªa aprendido con la disciplina cl¨¢sica, aunque por entonces ya hab¨ªa abandonado la Juilliard School, en parte por impaciencia de sumergirse en el fervor y la libertad y el peligro del jazz, en parte porque sab¨ªa que, siendo negro, sus posibilidades de encontrar trabajo en una orquesta sinf¨®nica eran inexistentes.
Leo p¨¢ginas espl¨¦ndidas sobre los primeros tiempos de Miles Davis en Nueva York, con 18 a?os, reci¨¦n llegado de San Luis
Escucho con otra atenci¨®n estos discos que conozco bien: ahora no busco en ellos, como otras veces, el resplandor evidente de Charlie Parker, sino esa trompeta que aparece y desaparece, y a trav¨¦s de esa sigo el rastro de la vida que me cuenta el libro. A diferencia de todos los m¨²sicos con los que ahora se relacionaba, Miles Davis ven¨ªa de una vida de comodidad y privilegio, aunque es probable que lo disimulara ante ellos, y por eso adopt¨® en seguida los gestos m¨¢s radicales, las actitudes de desaf¨ªo, la jerga de la noche, las gafas oscuras en la penumbra de los clubes; tambi¨¦n por eso no tard¨® casi nada en adquirir el h¨¢bito que certificaba la pertenencia a aquella sociedad casi secreta que formaban los jazzmen, la hero¨ªna.
Pero no es la droga lo que hace a un gran m¨²sico, a pesar de tantas historias novelescas de malditismo. Lo que hace a un m¨²sico es el talento alimentado y disciplinado por el estudio de la m¨²sica. A Miles Davis le parec¨ªa un insulto que se dijera que un negro, por serlo, estaba m¨¢s capacitado para tocar jazz. Uno de los m¨¦ritos del libro de Szweb es resaltar esa obsesi¨®n de aprendizaje, estudio, perfeccionamiento, ruptura, que rigi¨® la vida de Davis por encima de cualquier distracci¨®n, de cualquier extrav¨ªo. Se reun¨ªa con Bill Evans hacia la mitad de los a?os cincuenta y escuchaban durante horas los dos conciertos de piano de Ravel, tan influidos por el jazz. Inmediatamente busco en Spotify una grabaci¨®n que me gusta mucho, Alicia de Larrocha y Leonard Slatkin con la Sinf¨®nica de Boston. Ahora me doy cuenta con m¨¢s claridad de que esa rareza arm¨®nica que flota como una niebla ligera sobre los tiempos lentos de Ravel se ha transmitido a la trompeta de Miles Davis, no solo a la manera de tocar el piano de Bill Evans.
Leo escuchando y escucho leyendo. Leo con la m¨²sica que est¨¢ en el libro y escucho con la atenci¨®n afilada por la lectura. Kind of Blue es una cima insuperable de la m¨²sica de jazz, de la m¨²sica, pero uno admira todav¨ªa m¨¢s su categor¨ªa prodigiosa cuando comprueba la rapidez con que se grab¨®, en unos d¨ªas, en un estudio instalado en la nave de una iglesia desierta, a partir de unos cuantos apuntes esbozados por Davis en hojas sueltas de papel, en reversos de sobres. La amplitud espacial que irradia la grabaci¨®n es la de esos interiores de iglesia, y es tambi¨¦n una propiedad que tuvo casi desde el principio la imaginaci¨®n musical de Miles Davis: como la de dibujar con muy pocas l¨ªneas en anchas hojas de papel, haciendo consciente al o¨ªdo de cada nota tocada y del silencio que la rodea, sin necesidad de llenarlo todo de sonido. No hay disco de jazz tan popular como Kind of Blue, pero lo que Davis hab¨ªa venido haciendo en los a?os anteriores y lo que hizo despu¨¦s forma una corriente incomparable que se percibe mucho mejor cuando se siguen los discos, uno por uno, en orden cronol¨®gico, en su abrumadora progresi¨®n, hasta el gran salto de los a?os sesenta. Lo que para cualquier otro habr¨ªa sido una culminaci¨®n, para Miles Davis era un episodio, un punto de partida.
Interrumpo la lectura, salgo a la calle, pero la m¨²sica no cesa. En los auriculares del iphone escucho Seven Steps to Heaven. Nadie ha tocado ni cantado I Fall in Love Too Easily como Miles Davis en ese disco. M¨²sica y palabras son lo mismo: en el sonido de la trompeta est¨¢n las inflexiones exactas de poes¨ªa de la letra.
So What: The Life of Miles Davis. John Szwed. Simon & Schuster. EE UU, 2002. 496 p¨¢ginas. 28 euros.
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